Siria: La caída de Bashar al-Assad


Leonardo Tenorio Rivera

Fotografías Facebook

La caída de Bashar al-Assad, dictador de la república árabe de Siria, era casi inimaginable hace apenas diez días, cuando los rebeldes, tras más de una década de una guerra civil que parecía terminada, lanzaron una ofensiva sorpresa desde su base en Idlib, en el noroeste de Siria, coronando su esfuerzo el pasado domingo al confirmarse la caída de Damasco, la capital, y la huida del fallido oftalmólogo y presidente de Siria durante más de dos décadas, Bashar al-Assad.
El fulminante derrocamiento impactó fuertemente en el contexto internacional (dejando en un segundo plano la re inauguración de la Catedral de Notre Dame, en París) al estar conectado directamente con los dos conflictos armados más importantes del mundo: la guerra entre Rusia y Ucrania y la embestida israelí en Medio Oriente.
Aliada de Rusia y de Irán, quienes no dudaron en apoyar a al-Assad durante los intentos de derrocamiento ocurridos desde 2011, Siria ha sido un opositor histórico del estado judío desde su fundación en 1948, enfrentándose reiteradamente en el campo de batalla con las fuerzas sionistas, siendo el más importante de estos enfrentamientos la llamada Guerra de los Seis Días de 1967, que arrebató a los sirios la posición estratégica de Los Altos del Golán.
Bashar al-Assad llegó al poder en el año 2000 tras la muerte de su padre Hafez, quien gobernó férreamente el país desde 1971, heredando a su segundo hijo (tras la muerte de su primogénito) una estructura política represiva y estrictamente controlada donde no se toleraba la oposición.
Al principio había esperanzas de que Bashar, quien estudiaba en Londres oftalmología al ser llamado al poder, pudiera ser más abierto, menos brutal que su padre. Pero duraron poco. En marzo de 2011, estallaron manifestaciones a favor de la democracia en la ciudad sureña de Deraa, y cuando el gobierno sirio utilizó fuerza letal para reprimir la disidencia, estallaron en todo el país protestas pidiendo la renuncia del presidente.
Los disturbios se extendieron y la represión se intensificó. Los partidarios de la oposición tomaron las armas y Assad prometió tomar medidas enérgicas contra lo que llamó agrupaciones «terroristas respaldadas por el extranjero».
Surgieron cientos de grupos rebeldes, las potencias extranjeras comenzaron a tomar partido y se involucraron organizaciones yihadistas extremistas como el Estado Islámico y la famosa organización Al Qaeda. La violencia aumentó rápidamente y el país se vio envuelto en una guerra civil a gran escala.
Desde entonces, más de medio millón de personas han sido asesinadas y 12 millones se han visto obligadas a abandonar sus hogares, de los cuales unos cinco millones son refugiados o solicitantes de asilo en el extranjero.
Durante los intentos de derrocamiento de Bashar al-Assad iniciados en 2011, Rusia utilizó en Siria su formidable poder aéreo en apoyo del presidente sirio, mientras Irán envió asesores militares, lo mismo que Hezbollah, quien desplegó sobre el territorio sus propios combatientes bien entrenados.
Esta vez no sucedió lo mismo. Los aliados de Bashar, preocupados por sus propios asuntos, básicamente lo abandonaron a su suerte y las tropas de Assad no pudieron, y en algunos lugares aparentemente no quisieron, detener a los rebeldes, liderados por el grupo militante islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS).


El 28 de noviembre, los rebeldes capturaron Alepo, la segunda ciudad más grande del país, casi sin resistencia. Luego Amán, y días después, el centro principal de Homs. A medida que los insurgentes avanzaban desde el este y el sur, Damasco, la capital, quedó aislada y fue tomada por los rebeldes en cuestión de horas el domingo pasado, anunciándose que el presidente Bashar al-Assad había abandonado el país en avión con destino a un lugar desconocido, que más tarde sabríamos se trataba de Rusia.
El ataque inicial fue dirigido por el grupo militante islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que tiene una larga historia de participación en el conflicto sirio y que ha sido designada organización terrorista por la ONU, los EE.UU., y otros países, incluida Turquía, quien a su vez ha sido señalada de prestarle su apoyo.
Muchos creen que esta ofensiva no podría haber ocurrido sin la bendición de Recep Tayyip Erdogan, quien a su vez ha negado respaldar a HTS.
Lo cierto es que durante los últimos años, Erdogan presionó fuertemente a al-Assad para que entablara negociaciones con los rebeldes, de manera que pudiera permitirse el regreso de los refugiados sirios. Al menos tres millones de ellos se encuentran en Turquía, y éste es un tema delicado para el gobierno de Erdogan.
La organización que derrocó a Bashar al-Assad, HTS (Hayat Tahrir al-Sham) se creó con otro nombre, Jabhat al-Nusra, en 2011 como una rama directa de Al Qaeda. En su formación también participó el líder del grupo Estado Islámico (EI), Abu Bakr al-Baghdadi.
En 2016, el líder del grupo, Abu Mohammed al-Jawlani, se retiró públicamente de Al Qaeda, disolvió Jabhat al-Nusra y creó, junto con varios grupos similares, una nueva organización, que tomó el nombre de Hayat Tahrir al-Sham, estableciendo su base de poder en la provincia noroccidental de Idlib, desde donde se desplegó la fulminante y sorprendente ofensiva que dio al traste, en tan solo unos días, con medio siglo de dominación de la familia al-Assad en Siria.
Esta organización HTS ha pasado los últimos años intentando rebautizarse como una fuerza nacionalista y sus mensajes recientes tienen un tono diplomático y conciliador, pero muchos expertos no están convencidos y preocupados por lo que podrían hacer ahora que el régimen autoritario de al-Assad ha caído, así como por la eventualidad de un vacío de poder que produzca todavía más violencia.
Por lo pronto, durante las celebraciones callejeras del domingo, Israel bombardeó el corazón de Damasco y otros puntos del territorio sirio, impuso un toque de queda a la población de cinco aldeas fronterizas por supuestos combates en la zona y sus tanques avanzaron para ocupar la zona de amortiguación.
Es la primera vez desde que se firmó el Acuerdo de Separación de 1974 tras la Guerra de Yom Kippur que las fuerzas israelíes toman posiciones dentro de la zona de amortiguación.
Al suroeste de Siria, siete objetivos fueron atacados, según afirmaron dos fuentes de seguridad regionales a Reuters. La base aérea de Khalkhala al norte de la ciudad de Sueida o la de Mezzeh en Damasco fueron bombardeadas para acabar con los depósitos de municiones que el Ejército sirio dejó atrás en su desbandada. También la capital recibió el impacto de la violencia israelí. Allí, tres ataques aéreos golpearon un complejo de seguridad y un centro de investigación del Gobierno. Las fuentes consultadas por la agencia de noticias británica The Times of Israel aseguran que las agresiones causaron graves daños a la principal sede de aduanas y a los edificios adyacentes a las oficinas de inteligencia militar dentro del complejo de seguridad, en Damasco, donde Israel acusó a científicos iraníes de estar desarrollando misiles.
Durante una visita a los Altos del Golán el domingo pasado, Binyamín Netanyahu afirmó: “esta zona ha estado controlada durante casi 50 años por una zona de amortiguación, acordada en 1974; este acuerdo ha fracasado, los soldados sirios han abandonado sus posiciones”, añadió, mientras los tanques israelíes cruzaban la frontera.
Según el medio Axios, Israel notificó a Estados Unidos antes de tomar el control de la zona, diciéndole a la Administración del presidente Joe Biden que era una medida temporal que duraría solo unos días o hasta algunas semanas.

Con información de Koha (diario kosovar), Le Monde, y El Periódico (de Cataluña).
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.@UnidadParlamentariaEuropa


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