Por el Prof. Juan Pérez Medina.
Morelia, Michoacán, 20 de diciembre del 2024
Son estas letras en reconocimiento a mi Amigo Emiliano Juárez y sus compañeros de lucha.
Corría el mes de febrero del año de 2007. Llegamos casi a las seis de la tarde la Nueva Jerusalén, también conocida como la Ermita, en el municipio de Turicato. Ubicada a unos 10 minutos del poblado de Puruarán, se llega finalmente a ella por un estrecho camino de terracería mal construido y con un notorio abandono de años.
A la entrada del poblado nos esperaban un grupo de tres vecinos que nos guiaron al interior por pequeñas calles empedradas entre las faldas de un cerro. Al centro, mientras caminábamos, se observaba majestuosa una elevación como de entre 25 ó 30 metros de lo que asemeja a una torre gigantesca que parece como si brotara del suelo mismo. Al otro extremo, sube una línea de luces hasta llegar a lo alto del cerro desde donde se divisa toda la población y donde se encuentra un mirador confeccionado como un pequeño santuario en cuyo interior se encuentra un aparato de sonido que se utiliza para informar a los pobladores o avisarles de algún acontecimiento o reunión por realizar.
Las casas son humildes y contrastan con lo colosal de la torre. En aquel entonces, sólo algunas estaban hechas de tabique y concreto y las más de madera y teja, o de madera y lámina de asbesto o cartón, situadas en pequeños lotes que en promedio oscilan entre 6 ó 7 metros de frente y 16 ó 20 de fondo. Ahora, en cuanto al material de las viviendas la ecuación ha cambiado, pero siguen siendo casas pequeñas, que reflejan el grado de pobreza en la que los moradores viven.
En aquel entonces no había escuela, ni centro de salud. Me comentaron los compañeros, una vez reunidos en la casa de uno de ellos, que tampoco había servicio de agua potable porque se le consideraba “una cosa del demonio”. “Ahora tenemos agua porque un grupo decidimos gestionar el pozo y las mangueras con que la traemos hasta las casas”. “Fue muy difícil lograrlo, porque nos tuvimos que enfrentar al grupo que controla aquí y que comanda el dizque vidente Agapito” dijo otro. “Ahora que ya la tenemos nos la quieren arrebatar, apoderarse de ella, para dejarnos sin agua”. Hoy, a 17 años de distancia, la población cuenta con el servicio de agua potable en toda la comunidad.
Los lugareños de la ermita son personas humildes y educadas. Difícilmente se les sale alguna mala palabra, y hablan pausadamente, sin sobresaltos. Las mujeres visten con largos vestidos que les llegan casi hasta los talones y se cubren el pelo con una especie de túnica de color azul o blanco. En todos se observan collares con crucifijos al pecho y escapularios con la imagen de alguien que todavía hoy desconozco.
Sus palabras salían con el permiso de dios por delante para decirme que había problemas que podrían llegar hasta la violencia si el gobierno no hacía algo para atenderlos. “Quieren doblegarnos, nos acusan de ser impuros, de formar parte del reino del infierno, no nos dejan entrar a los templos, nos han echado y han echado a nuestros sacerdotes”. “Ahora rezamos en nuestras casas”. “Ellos están armados…la gente de Agapito. Tienen armas escondidas y las muestran cuando ocupan hacerlo, son capaces de todo”. Decían que el gobierno sabía que estaban armados, pero no les hacían nada. Aseguraban que las autoridades los protegían, como así era.
“El gobierno viene y habla con ellos, pero no habla con nosotros”. Los hemos buscado, pero no nos atienden a pesar de que somos nosotros los que estamos siendo lastimados por ellos”. “No hayamos que hacer ya”. “Hemos ido a Morelia a hablar y no nos hacen caso, pareciera que les molesta que les digamos que nos atiendan, que nos escuchen, que actúen como es su obligación” dice un hombre joven de entre 25 y 28 años, moreno, bajito y delgado, como casi todos los que se encontraban reunidos con nosotros.
La pobreza se dejaba ver en cada parte de su cuerpo. Mencionaron que no los quieren porque hace ya dos años que decidieron ya no entregar el costosísimo apoyo al “papa Nabor” primero y ahora a Agapito. “Se quedaban con la mayoría de nuestro trabajo y nosotros muriendo de hambre”.
Uno de los más viejos relata que hace unos días encerraron a uno de sus hijos porque traía una playera que mostraba sus brazos desnudos, lo que fue considerado un hecho pecaminoso y lo tomaron preso.
Me contaron en esa visita, que la última vez que hablaron con un enviado del gobierno, les dijo que Agapito los dejaría entrar a los templos si iban a pedirle perdón. “¿De qué tenemos que pedirle perdón a ese tipo?” dijo uno de los señores indignado
Habían venido solicitando una escuela para sus niños y un hospital para curar a sus enfermos. Los que controlaban la Ermita se negaban bajo el argumento de que eran cosa del diablo. Los amenazaban con echarlos del pueblo y quitarles sus casas si continuaban gestionando esos servicios, sobre todo, la escuela. “El Gobernador Lázaro Cárdenas Batel nos dijo que ya tiene el dinero para pagar el terreno que conseguimos para construir el centro de salud y la escuela, pero no ha querido hacerlo porque los otros se oponen; nos quitan un derecho que tenemos, como si fueran más que dios que no abandona a ninguno de sus hijos” dijo uno de ellos que al parecer es uno de los que tiene más autoridad entre el grupo.
En la Nueva Jerusalén los gestores e interesados en la escuela levantaron un censo de los niños que se encuentran en edad escolar y lograron una relación de más de 160 niños que no iban a la escuela. Solo pocos lo hacían caminando diariamente varios kilómetros para llegar a la que se ubica en el pueblo más cercano. Me entregaron el censo y me comprometí a ayudarles a gestionar una escuela para los niños de la comunidad.
La Nueva Jerusalén sigue siendo, a pesar del paso del tiempo, un gueto en donde el dogma intenta hegemonizar la vida de sus moradores para beneficio de unos cuantos que, amparados en la fe y la esperanza de las personas pobres, lucran con la ignorancia, por eso la escuela era tan importante y de ahí la oposición del grupo que controla la comunidad.
Quienes ahí han resistido con todo su derecho, lo han hecho desafiando riesgos que, incluso, llegaban hasta amenazar la vida. En aquel entonces el PRI tienía a los líderes de la Nueva Jerusalén a su favor y los utilizaban para que les consiguieran los votos que no lograban con razones verdaderas y el gobierno, tratando de evitar posibles reacciones, era permisivo ante las acciones ilegales cotidianas en contra de los ciudadanos que, con justo derecho, les exigían su actuación.
Salimos del lugar ya comenzada la noche. Los perros ladraban al ruido de nuestras pisadas. Nos acompañaron hasta el lugar en donde nos esperaron al llegar. Nos despedimos, bajo la promesa y el compromiso de no dejarlos solos y de buscar junto con ellos el apoyo que hasta ese tiempo no habían encontrado.
Regresé varias ocasiones de la misma manera. Con el tiempo me hice amigos de varios de ellos. Aún lo somos. En la lucha en contra del dogmatismo religioso y la libertad de creencias, y en defensa del laicismo y el derecho a la educación, no paramos hasta lograr que la Secretaria de Educación autorizara la Escuela Primaria. Estuve en su inauguración. Una construcción de madera y lámina de cartón en un espacio que carecía de todo. Pero era la escuela. Invitamos a los medios y frente a ellos se cortó el listón, ahí estábamos los padres de familia, los niños, los maestros, las autoridades educativas y yo. Nacía la escuela primaria “Vicente Guerrero”.
Durante los primeros tres años fue una escuela asediada, al grado que el grupo de Agapito un día acabó destruyéndola y prendiéndole fuego.
Los vecinos laicos caminaron a Morelia desde la Ermita para exigir que se restituyera la escuela y se castigara a los responsables de su destrucción y quema. No fue fácil, pero al final, con la intervención de la Secretaría de Gobernación Federal, fue que se alcanzó un acuerdo que hizo que la tranquilidad y la escuela regresaran.
De aquella escuela que fundamos ya hay egresados profesionales. Hoy conviven en un mismo espacio los servicios de preescolar, primaria, telesecundaria y bachillerato. No hay duda de que lo iniciado en aquel entonces valió la pena. Ahora conviven, no sin tensiones, los dogmáticos y los laicos, pero, sobre todo, el sueño y el tesón de éstos por lograr la educación de sus hijos ha dado muy buenos frutos.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
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