«Y ES QUE la poesía ha sido en todo tiempo, vivir según la carne».
María Zambrano
NADA fácil ese acto creador de imágenes por parte de los artistas en el que expresan sentimientos y emociones; y más allá, alcanzar mediante esa acción la verdadera libertad; es lo que Gilles Deleuze llamó «el no morir», el despertar de sentimientos análogos en el espectador de una obra donde el misterio y la melancolía van de la mano. Nada fácil expresarle al mundo los sentimientos en una figuración, en una abstracción donde la luz, los colores viajan por medio de la línea y adquieren forma, ritmo, movimiento, para luego encontrarse con el ojo humano y el relámpago de la otredad fantástica de la luz. Nada fácil, es entrar y salir al universo de ficciones y realidades donde el arte mismo logra su carga de resistencia, donde adquiere su pulsión de vida, en el que se resiste con una terquedad empecinada como la del izote, resistencia a la servidumbre, al miedo, a la mentira, a la vergüenza, a la soledad y a la muerte.
BENITO BETANCOURT, hijo de la llanura guariqueña y aragüeña, nos traslada a espacios imaginados (ciertos e inciertos) para que fluyan las energías y espiritualidades de la llanura venezolana y se mezclen condescendientemente y en concurrencia con quienes se dejan habitar por la poesía, por el arte.
Benito Betancourt se desplaza y nos lleva a una realidad ilógica de un horizonte siempre pendiente de alcanzar, pero que a su vez es verosímil, porque es la misma realidad del ápeiron, el ser origen de todo. Y no, no hay ambigüedad alguna en sus construcciones pictóricas, ya que lo que pinta es idéntico a su arquitectura de pensamiento, siendo al mismo tiempo en él el sostén último de cada cosa que se mueve en la quietud de su obra; esto sería después de todo como como la garantía ontológica del arte que profesa: espacios escénicos suspendidos por el silencio y en el sosiego. La calma. Las sombras proyectadas por el sol en el entramado místico de la urdiembre de las telas, y sigue siendo la misma luz solar penetrante, regada sobre las sábanas de Barbacoas en Venezuela; con ello Benito Betancourt permanece en sí mismo y en todo… y en cada uno de los espacios de su pintura; ahí es, entonces, cuando la irrealidad se hace aún mayor.
La obra de Benito Betancourt es un camino para alcanzar en el horizonte la justicia última sobre la injusticia imperante en un mundo marchitado por el egoísmo y por la insaciable sed de acumulación de unos pocos. Y el camino de tal contemplación es el de la dialéctica, el movimiento de la razón por sí misma desprendida ya de todo. Hágase justicia. La justicia no es sino el correlato del ser, en la vida humana. A por ella.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
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