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Recuerdo que, en España, todavía hay poblaciones donde existen casamenteras, o alcahuetas, mujeres cuya misión es la de arreglar y desarreglar relaciones, en una figura comunmente aceptada por el pueblo. También se dan casos de acoso a mujeres que deciden romper, unilateralmente, su relación con otro hombre, y que este acoso se produce por parte de la familia del exnovio, y de la propia familia de la novia que decidió romper la relación.

Hablar de alcahuetería, y de acoso esclavista hacia otro u otros más débiles, es hablar de una España profunda, que no ha desaparecido, ni mucho menos. Hablamos también, desde luego, de violaciones de los derechos humanos, en una España líder mundial en prostitución, y en trata de personas. Una España donde sigue arreciando la violencia doméstica, en la que las mujeres son víctimas, silenciosas, normalmente.

España se ha especializado en la coacción solapada, difícil de demostrar ante un Juez, y terriblemente efectiva, puesto que logra imposiciones de conductas denigrantes, de forma oculta, utilizando un código descifrable solo por la víctima, en el cual se amenaza con un mal grave o muy grave, si la víctima no se aviene a los deseos de sus verdugos o perseguidores.

El día de nochevieja, en el programa de despedida del año de la televisión pública española, se produjo un incidente que ha causado malestar, en una importante cuota de la población: la presentadora del programa, enseñó ante las cámaras una imagen burlona e irrespetuosa, del Sagrado Corazón de Jesús, símbolo católico muy venerado, y sagrado para la mayor parte de la ciudadanía, que profesa el mencionado credo religioso, en otro síntoma de atraso cultural, y de vuelta al oscurantista guerracivilismo, que enfrentó a los españoles tan traumática y trágicamente, en la primera mitad del siglo XX.

El problema no es tanto de libertad de expresión, como de carencia de ética, en una televisión financiada con fondos de las Arcas Públicas, por tanto, que pertenece a todos los españoles, incluyendo, en este título de propiedad, a los católicos agredidos ante el visionado ofensivo de un símbolo sagrado para ellos.

España no solo no avanza, ni se crece como nación, sino que se diría que vive atravesando una tenebrosa tormenta de regresión en el tiempo, después del avance real que supuso el periodo transitorio, desde la dictadura a la democracia. Periodo en el que se vivió la discrepancia política, como algo natural, y el respeto debido entre diferentes modos de pensar, como un auténtico clima democrático.

Debemos reconocer que, la corrupción política, ha hecho un daño terrible, no solo en aspectos económicos, sino de moralidad e integridad ética, dentro del conjunto de la sociedad española.

FRAN AUDIJE
Madrid, España, 4 de enero del 2024
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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