MERCEDES BENZ, EL LEGADO

La sala de la Notaría estaba repleta de interesados y familiares del finado. Cuando el Notario irrumpió en su interior, con diligencia y decisión, mirando a todos en derredor, su rostro emitió una leve sonrisa de cotidianidad, sabedor de cada una de las clausulas que se disponía a leerles a los herederos, que él mismo había convocado en su oficina, en aquella mañana de un mayo primaveral templado.

Sin más dilación, comenzó la lectura de las distintas cláusulas de la herencia:

-A tía Tula le dejo mi gato Teodoro, por el que siempre sintió especial cercanía y simpatía. Espero, tía, que Teodoro te proporcione aquella compañía que tanto necesitas, que le cuides como se merece, puesto que tanto servicio me ha dado, y tanto cariño le he profesado siempre.

-A mis primos, los Mercante, les dejo mi casa de la calle Ámbito, 17, donde he vivido los últimos años de mi vida, con el encargo de que no la vendan ni la alquilen, en los próximos 10 años, tiempo en el que calculo que mi espíritu se habrá acostumbrado a desprenderse de tan magnífico espacio vital, donde viví también mi última enfermedad, y que me ha dado cobijo durante años incalculables.

-A mi querido hermano, Heráclito, le dejo mi Biblioteca, que tanto apreció siempre, y a la que tanto ha recurrido, en su inmenso amor por la cultura y el conocimiento.

-A mi querida enfermera y amiga, Loreto, le dejo mi armario de vestuario entero, con todo su contenido, incluyendo los abrigos de astracán y de pieles de leopardo, que tanto apreció y admiró siempre. Aunque los mismos pertenecieron a mi madre, siempre podrás arreglarlos, para que puedas vestirlos, y te sientas abrazada por mí, como en aquellos momentos especiales que solo tú y yo conocemos.

-A la asociación numismática de Cedillo, les dejo todo mi patrimonio pecuniario bancario, después de que se abonen los distintos gastos de mi sepelio, y otras pequeñas deudas que deberán ser saldadas. No obstante, creo que les dejo una importante cantidad de dinero, mis ahorros de siempre, que deberán dedicar al fomento de nuestra afición entre los jóvenes, sobre todo. Muchas gracias por vuestra compañía de tantos años, trabajando juntos codo con codo.

-Finalmente, dejo a cargo de mi chófer, Emiliano, mi viejo coche Mercedes Benz, un clásico histórico, que él mismo se comprometió a cuidar, con el mimo que merece esta pieza de museo. Ya hablé con él de las particularidades de esta adquisición, que deberá satisfacer ante el Museo de la Automoción de Cedillo, propietaria actual de semejante joya, en este mismo acto de lectura de mi herencia.

El Notario levantó su mirada, y centró su atención en el chófer, presente en aquella sala:

-¿Don Emiliano Sánchez Durango?

-Sí, presente…

A continuación, detuvo su atención en el representante del Museo de la Automoción de Cedillo:

-Y, en nombre del Museo de la Automoción, propietaria del Mercedes Benz, don Torcuato Fernández Nimiro…

-Presente…

-Emplazo, pues, a don Emiliano, a que entregue la cantidad acordada, para que el Museo pueda satisfacer la transacción en especie del legado

Emiliano, el chófer, se puso en pie, y metió la mano derecha en su bolsillo correspondiente, escarbó en el interior, extrayendo del mismo algo que quedó aprisionado en el puño de su mano. A continuación, extendió el brazo ante los presentes, y abrió el puño, dejando ver sobre la palma de esta mano un caramelo, que agarró con la mano izquierda, ofreciéndoselo a don Torcuato.

-¿Qué es eso? -contestó admirado don Torcuato

-Un caramelo de menta -replicó Emiliano, mientras un murmullo generalizado se adueñó de la sala de la Notaría

-¿Un caramelo de menta, a cambio del Mercedes Benz histórico, perteneciente a su jefe, después de la deferencia de haberle legado semejante tesoro?

-¿Pues no he estado toda una vida al servicio del difunto, conduciendo este coche, y cuidándolo como si fuera mío propio?

-Por favor, Emiliano, deje de decir mentiras: cuando nos hicimos cargo de esta joya histórica, nos vimos obligados a hacerle una serie de reparaciones de chapa, y el motor estaba completamente gripado. Tuvimos que cambiarle el motor por completo, que es casi la mitad de un vehículo, y lo tuvimos que pintar, después de las distintas y diversas reparaciones en la carrocería. Esto, sin mentar ya el valor histórico y sentimental de semejante carro. Que nos ofrezca a cambio de un Mercedes Benz centenario, renovado totalmente, como salido de fábrica, un caramelo de menta, me parece una burla y un desprecio

Emiliano, se quedó muy serio y contrariado, pero volviendo a levantar la vista ante don Torcuato, le espetó sin el mayor rubor:

-Bueno… le puedo ofrecer un caramelo sabor naranja, si es más de su gusto…

FRAN AUDIJE

Fotografía Facebook
Madrid,España,17 de enero del 2025.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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