DAMOS FE DE LA ÚLTIMA CORRIDA DE LA FERIA INTERNACIONAL DE SAN SEBASTIÁN 2025
Pagando la deuda.
La oreja de Vincent Van Gogh se multiplicó por diez
Los tres toreros de a pie: Escribano, Colombo y Adrián, salieron por la puerta grande
Manuel Escribano indulto un toro.
Por Isrrael Sotillo.
Cabalgata Taurina.
Crédito imagen:Federico Montes
Maracay, Venezuela, 9 de febrero del 2025
En rejones hubo voluntad, tan solo eso.
Inició el paseíllo a caballo José Luis Rodríguez, quien saludó con una elegante muestra de doma en el ruedo cargada en todo momento de la belleza propia de la lidia de rejones. El primer tercio… o tercio de salida, lo desarrolló buscando la forma en la que efectivamente le embistiera el toro; el rejoneador hizo que el toro a ratos le persiguiera cercano con llegadas comprometedoras a la grupa del caballo; con los movimientos de su montura persiguió infructuosamente la cita del astado, pero sin ninguna concreción que pudiera considerarse valiosa en cada uno de los intentos. Con estos cites José Luís Rodríguez quiso suavizar las embestidas del toro moderándole la velocidad a su caballo. Apenas pudo acompañar las embestidas colocandóle uno o dos rejones de castigo en la posición adecuada.
En el segundo tercio, el tercio de banderillas, el centauro merideño le colocó un buen par en el morrillo para luego realizar una tanda de adornos con exhibición admirable de la doma de los caballos. Su buen repertorio y forma de banderillear no la pudo desarrollar cabalmente, ni de frente, ni al quiebro, ni a dos manos, tampoco al sesgo. Estuvo mejor con las banderillas largas que con las cortas.
En la suerte de matar se mostró voluntarioso Rodríguez, se empleó a fondo con el rejón de muerte citando siempre al toro de frente, pero el comportamiento, la forma de acometer… y las embestidas desplegadas por el toro de Los Aránguez, no fueron las más provechosas para que José Luis Rodríguez, se pudiera lucir durante la lidia. Tampoco hubo entendimiento pleno entre el torero de a caballo y el pura casta de los Aránguez. Descifrar la voluntad del animal no es que sea cosa fácil.
La Luna y Venus fueron testigos.
Pudo Manuel Escribano estampar su firma torera con creces en la última corrida de la Feria Internacional de San Sebastián. Se dio pletórica la compenetración de toro y torero. En el capote de brega fijó primeramente la encomienda de su fe el diestro de Gerena para obsequiarle a los presentes un ejercicio arrebatador de lances impregnados de un elocuente preludiar de largas cambiadas, estando por cierto, posado de rodillas el sevillano en las arenas del Río Torbes; luego hizo gala de varias verónicas ajustadas al soplo del viento presuroso de aquella tarde cristobalense, que ya desde temprano saludaba con su frescor el triunfo por llegar: un indulto. No faltaron las chicuelinas de rigor. Con la muleta apeló a las manoletinas bien recogidas, con estilo acabado… y ciñéndose la tela del color de la sangre a su figura de torero. Se fue por altos al principio Escribano, después empezó a bajar y templar la pañosa, para pegarse juntito al animal y metérsele en lo más cercano a las astas; con unas cinco tandas de pases primorosos, tanto con la diestra como con la siniestra, todo así fue… y así fue como la ceremonia de Manuel Escribano le permitió indultar a Morya, un ejemplar de 435 kilos, negro listón criado por la ganadería tachirense de «La Consolación», el cual combinaba atributos de agresividad, energía, fuerza, resistencia, y porque no, inteligencia… Hiló fino Escribano con el cuarto toro, su segundo de la tarde; por delante puso la aptitud dionisíaca, la dimensión mítico-artística que garantizaría el entronque de la tauromaquia con las energías elementales que le dan vida a la fiesta brava y teniendo por contrincante a un buen “Socio”, ahí nomás, cara a cara, de muslo y caballete –ya se dijo que ese era el nombre de este otro cuatreño con capa de negro listón-, pero con un poco más de peso que el anterior, ya que paralizó las agujas de la balanza en la rayita de los 440 kilos. Manuel Escribano capoteó de lo lindo al de la divisa de «El Prado» con las rodillas metidas en tierra y cruzó las banderillas con el torero de la casa, Jesús Enrique Colombo, con quien brindó un emocionante espectáculo en esta suerte de los avivadores a lo largo de toda la corrida. Muleta en mano, Escribano, se petrificó en estatua y sonó la sinfonía del tiempo inmóvil; toreó a su gusto con ambas manos, en tandas seguidas de naturales con sabor a vino tempranillo de La Rioja; mientras al oeste del cielo tachirense la Luna y Venus estaban en amena conjunción, atestiguando lo que allí ocurría. Uno sólo. Despachó con espadazo de feria a “Socio”, lo que le valió levantar dos trofeos más, que sumados a las dos orejas simbólicas que le deparó Morya, el toro indultado, alcanzaron a ser cuatro, dos de la Luna gitana, dos de la Luna de García Lorca; dos del Venus de la luz, dos de la llama de la vela que nunca se apaga.
Colombo tocó con gracia y salero el tambor de la alegría.
Ha armado el taco, una vez más, Colombo en su lar nativo de San Cristóbal; primero con “Coqueto” un jabonero berrendo de las crías de “El Prado”, al que enjuagó con lejía desmanchadora y amorosa, encantándolo con las clásicas verónicas colombeistas y con vistosas serpentinas de capote; también midió potencia con Escribano en el desafío de las banderillas, haciendo vibrar a los espectadores en cada uno de los pares colocados. Su faena de muleta la realizó con la derecha y la recargó de abundantes molinetes y de toreo circular… tres vueltas sin parar en un abrazo de estrujados apegos con el lechuguino pradense, originando enseguida ovaciones y aclamaciones del soberano, logrando de esta manera conseguir una reacción favorable ante su actuación para ganarse por su labor torera una oreja, con solicitud calurosa a la presidencia de otra más, pero tal petición se apagó rápidamente. La espada no había entrado honda; sin embargo, fue suficiente, aunque antes ya había errado en un primer intento, pero la voluntad de torear de Jesús Enrique Colombo se elevó hasta los empinados Andes del Táchira y consiguió el reconocimiento del reino de este mundo de los toros. Con el torero nacido en Táriba todo lo que es quieto se mueve, así sucedió y aconteció con “Tambor”, el segundo de su lote, que lo trajeron de “Rancho Grande”, allá donde vivía. A “Tambor” lo presentaron en el ruedo con su lazo redoblante de colores rojo y verde; el negro listón de 435 kilos con ese nombre prometía alegría en la Plaza de Toros Hugo Domingo Molina. —Helo aquí, te lo entrego—, dijo el torilero en tono graveal momento de abrirle la puerta de los miedos a Jesús Enrique Colombo. En las primeras de cambio “Tambor” embestía, pero se paraba, humillaba y fijaba su territorio escarbando la arena. Fue entonces cuando Colombo invocó a la Diosa Razón y dio combate al mejor estilo de Bernardo Valencia que merece ser recordado aquí por su tremendismo de factura: se fue por los caminos de la vida, transitó por el viaducto de San Cristóbal y se ganó el respaldo popular de todos y todas, de aquellos y de aquellas que por allí recogen sus pasos. Necesitaba Colombo pueblo para salir por la puerta grande, lo tuvo; Escribano, ya tenía aseguradas cuatro orejas, por eso Colombo se puso a torear a la sazón con pases cortos y muy ligeros: verónicas, caleserinas, chicuelinas, molinetes, manoletinas, uno que otro circular, dos derechazos, un natural, los obligados de pecho, un trincherazo; sus paisanos no lo dejaron solo y descargaron para él oles y olés consecutivos en cada uno de sus planteamientos como torero. Colombo seguía siendo él, Colombo. Visible, con brazos, manos, pies y entendimiento, mezclados en sombra verdadera en aquella reunión taurina con tantos invitados que habían en el tendido general de sol. Colombo estaba lesionado en una de sus manos por efectos de una astilla de madera clavada en una de sus destrezas y proveniente de una banderilla utilizada antes o durante de la corrida de ese día, según se supo. Estocada a medias, una sóla, pero hiriente de muerte, le daría la gloria de subirse a los hombros del hombre que estaba ahí, al quite, para sacarlo triunfal de la plaza de toros en la despedida de la grande de América, la Feria Internacional de San Sebastián, la de este año 2025, pues. Lo que allí aconteció fue como si todas las cosas se ordenaran de nuevo. Fueron dos las orejas de aquel milagro del instante.
De cualquier valla salta un ratón, oye.
Nadó y nadó Fernando Adrián hasta que lavó la piedra. Uno se para y mira ya el camino andado y hay algo de improviso, un súbito relumbre que nos despierta y vuelve al principio del mundo. ¿Es válido aquello? Sí. Nos recordó, el torero madrileño Fernando Adrián con la edad de Cristo crucificado que tiene, a un Manuel Rodríguez Manolete, quien en la tradicional corrida de la Asociación de la Prensa celebrada el 6 de julio de 1944, llevó a cabo una faena cumbre e histórica a un toro sobrero de la ganadería portuguesa de Pinto Barreriros, de nombre “Ratón”, que ha pasado, con todo derecho, a los anales de la historia de la tauromaquia. Sobrero de regalo para Adrián, “Tachirense” de nombre, de capa negro listón, con un volumen de 450 kilos, perteneciente a la ganadería El Prado, cuyo coste corrió por su cuenta debido a que fue el diestro madrileño que lo pidió. Tenía una solitaria oreja en el esportón que le había deparado “Taribero”, el primero de los suyos, este el segundo toro que salía de los chiqueros esa tarde luminosa de enero. ¡Bravo el bicho!, al que toreó de rodillas sacándole exquisitas tandas que contamos como cinco o seis, tal vez. Se afincó en la arena y sobrevino un estoconazo en la suerte suprema siendo premiado con una oreja. Quedó el sabor de que eran dos, mas no fue ese el criterio abundante de las autoridades de la Comisión Taurina de San Cristóbal, que preside don Álvaro Moros Puente. El quinto de la corrida y el de la última oportunidad para Adrián, fue toro que tuvo poca brega de capote, sólo algunos breves tanteos de reconocimiento. Hizo méritos para lograr una faena de respeto, y sin que sirviera de impedimento la mínima condición que poseía el toro “Canapiare” para la lidia, el madrileño intentó una y otra vez ponerle páprika a su cosido torero. Nada pudo. Nada logró. Se fue a menos Adrián junto con el toro. Espada sin ajuste firme. Se le fue yendo el implacable, el tiempo de las ilusiones. Escuchó varios avisos. Sin embargo le regalaron uno que otro aplauso por el serio esfuerzo con que buscó denodadamente hacerse acreedor de la estimación y de una declaración afirmativa por parte del público y de la autoridad de la plaza, pasó después a silencio. La historia de Adrián y del sobrero “Tachirense”, será digna de la memoria del fuego de los taurinos que acudieron a la cita ferial de los santos Cristóbal y Sebastián. Tantas cosas que vimos con algo de asombro en el albero de Pueblo Nuevo, ya en los tercios de lo que sobraba, ya en las horas finales del día sábado 31 de enero del año de la metálica alianza del sol berrendo de la tauromaquia que va creciendo nuevamente en Venezuela. Dos orejas para Fernando Adrián, quien necesitó el espacio que tuvo a bien solicitar y se lo concedieron para que lo aprovechara al máximo y no se marchara de San Cristóbal sin saborear el gustoso paladar que da la notoriedad de los aires toreros, ya que todo estuvo dispuesto para él por la buena suerte que lo acompañó para que saliera por donde se van los hombres victoriosos, y en esta oportunidad con un toro sobrero de los últimos minutos que le obsequió la noche, al límite del día, y del mes que se iba, pues, le dieron la llave para abrir la verja y mira que encontró el cerrojo de la puerta grande, la misma que inspiró a Elvira Checa Gil para componer su celebrado pasodoble La Puerta Grande. Fin de fiesta.
INCIDENCIAS*: Mejor asistencia de público que en las dos corridas anteriores. Despedida en la plaza de toros de San Cristóbal con una sencilla y bonita ceremonia que le dedicaron a Pedro Luis Quintero, “Guacharaco”, picador con 50 años en el oficio, quien sí sabe que los toros con un buen puyazo o un “quitamanías” se atemperan y rompen a embestir contra la muleta; en Mérida será el adiós definitivo de “Guacharaco”. La Banda Taurina tuvo sonoridad y armonía musical, transmitía alegría de feria, pero por momentos se ‘desincronizaba’ con las faenas de los toreros; así fue a lo largo de toda la feria. También derribaron a un picador como sucedió en las dos primeras jornadas.
FICHA DEL FESTEJO:_
MANUEL ESCRIBANO: Grana y oro. Indulto (dos Orejas Simbólicas). Dos Orejas.
FERNANDO ADRIÁN: Blanco marfil y oro. Oreja. Silencio y dos orejas.
JESÚS ENRIQUE COLOMBO. Nazareno y oro. Oreja y dos orejas.
JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ: Aplausos con saludos desde el tercio.
Ahora San Cristóbal le entrega el testigo a Mérida; de la cordialidad a la caballerosidad va la fiesta brava, ni siquiera hay un paso, el sentimiento es el mismo; las corridas de toros tienen arraigo en los Andes venezolanos, quedó demostrado en la capital tachirense, donde el éxito taurino de los toreros, banderilleros, picadores y de las ganaderías cubrió las expectativas por todas las virtudes que prodiga la tauromaquia; el público respondió asistiendo in crescendo a cada uno de los festejos programados, tan así fue, que ya los empresarios del Táchira anunciaron algunas contrataciones para 2026: Escribano, De Justo, Colombo y Antonio Suárez.
Mérida promete… Ya hay ambiente de feria, de fiesta brava, de carnaval taurino en el mismísimo firmamento donde alzan alto vuelo las cinco águilas blancas.
CORTESÍA DE LA CABALGATA TAURINA.
cabalgatataurinadepo.radio12345.com
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Nos escuchan solamente a través de esos enlaces con trasmisiones puntuales…
Los carteles oficiales de la Feria del Sol 2025 son los siguientes:
01/03. Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Antonio Suárez (San Antonio).
02/03. José Luis Rodríguez, Antonio Ferrera y Manolo Muñoz (Rancho Grande).
03/03. Corrida mixta. Román, Jesús Enrique Colombo y el novillero Marco Pérez (Los Aránguez).
¡VAMOS A MÉRIDA, VAMOS A LA FERIA INTERNACIONAL DEL SOL!
CORTESÍA DE CABALGATA TAURINA.
MÉRIDA, EL CARNAVAL TAURINO DE AMÉRICA ( 01/ 02/ 03 de marzo, 2025).
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
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