EL MUNDO ES UN ANTRO DE INJUSTICIA, ¿POR QUÉ?

Hay gente que se sorprenderá por esta afirmación. Sí, hay muchos que viven en la abundancia, que han alcanzado el éxito en la vida, según lo que entendemos por tener éxito, convencionalmente. Hay mucha gente que se puede reconocer razonablemente feliz. Otros muchos, no son felices, padecen carencias afectivas, pero tienen todas las necesidades materiales cubiertas, al fin y al cabo, pues, no son tan desgraciados.

Pero, a pesar de todos esos afortunados, no podemos negar científicamente, con las estadísticas en la mano, que en más de las tres cuartas partes del mundo, reinan la injusticia, el hambre y la opresión. Fíjense en África, en América latina, en Asia… Millones y millones de seres humanos, sin nada que llevarse a la boca, sin derechos, malviviendo hacinados en chabolas o en infraviviendas, sin los servicios mínimos, de agua, de luz, de alcantarillado… Miles de niños, sin acceso a la educación, sin otro futuro que ser explotados por mafias, que los prostituyen, que los emplean en trabajos duros o en la mendicidad.

El mundo es, desde hace siglos, un campo minado de guerras. Y no solo de guerras donde se dé una violencia de sangre, sino también de guerras sociales. Las guerras sociales son aquellas en las que no se utilizan armas blancas o de fuego, se utilizan armas económicas, y armas de violación de los derechos reconocidos oficialmente. Estamos hablando de la corrupción político-económica, en la que una élite social escogida, vive de explotar al resto de la población. Este tipo de guerras, naturalmente, surge en países democráticos, que reconocen sobre el papel de la ley, los Derechos Humanos, y las libertades civiles, emanadas de la Revolución Francesa, pero, en la práctica, no los respetan.

El fenómeno de la emigración, tan en boga en los últimos tiempos, es una de las máximas expresiones de las injusticias que reinan en nuestro mundo. Los pueblos no emigran por el gusto de viajar, o para ir a fastidiar a otros países. Emigran porque no les dejan vivir en sus casas; materialmente, les echan de sus países. Claro, la gente normal, que somos la gran mayoría, no somos masoquistas. A nadie le gusta morirse de hambre, ni tener que sobrevivir prostituyéndose, o trabajando en empleos precarios y mal pagados. ¿Qué hacen entonces?: huyen, salen corriendo, en busca de la salvación. Y mira que, en la huida, se juegan la vida muchas veces, y, cuando llegan a sus destinos, tampoco les espera el paraíso. Pero, por lo menos, pueden vivir de las migajas de esos que no encuentran la vida nada trágica, y que son razonablemente felices.

¿Y por qué el mundo es así?. La razón que subyace bajo todo, es una total confusión de los deberes y de las responsabilidades, que tenemos unos para con los otros. Estamos premiando al sinvergüenza y al caradura; al que va a aprovecharse egoístamente de los demás; al que le da igual 8 que 80, mientras él salga beneficiado; al que es capaz de vender a su madre, por una mísera cantidad de dinero; al que proclama que se adhiere a unos ideales, pero, a la hora de la verdad, los traiciona flagrantemente; al que habla de justicia, pero solo conoce la justicia en su verborrea, porque sus actos son totalmente bajos y miserables; al que roba, y viola, y mata, y no solo es premiado, sino, además, erigido como auténtico héroe; al que vive de chuparle la sangre, al pobre que no se puede defender y está vendido; al irresponsable, que utiliza el poder para su ego, y no para servir a los ciudadanos y a la patria… Etc, etc, etc…

Estamos premiando el mal, las cosas mal hechas, lo innoble, la picaresca, las humillaciones y vejaciones. Esta es la triste realidad, de un mundo que es un antro de injusticia, donde, globlalmente hablando, muy pocos viven, la inmensa mayoría se muere del asco, y los pocos que viven, lo hacen a costa de la muerte de la inmensa mayoría.

FRAN AUDIJE

Madrid, España, 13 de febrero del 2025
Fotografía Facebook.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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