Si concordáramos en que estamos ante una nación de amigos, no podríamos hablar de democracia, ni de Estado de Derecho, sino, más bien, de una nación de privilegiados y de plebeyos, de señores y de esclavos.
Con la peculiaridad, además, de que el poder es prácticamente inamovible, o, de moverse, puede cambiar de unas manos a otras, pero con una mentalidad muy similar, prácticamente igual.
En la nación de los amigos, la ley es el criterio de uno que manda, el cual despliega su favor sobre un espectro muy determinado y estratégico de la población, con el fin de que estos le apoyen incondicionalmente, para que pueda seguir erigiéndose en líder nacional.
El sistema funciona de una manera muy lógica: la clase dirigente y favorecida, subsiste de explotar al resto de la población, que vive subyugada, atemorizada, y condicionada al favor de los poderosos. Estaríamos hablando de un Estado de esclavos o de semiesclavos, al servicio de los dueños verdaderos de la nación, como sería ese atajo de amiguetes, constituidos en una asociación mafiosa, haciendo y deshaciendo, a su entender, y a su capricho.
Como deducimos fácilmente, una nación de amiguetes, es aquella donde se produce un importante fenómeno de marginación y de exclusión, entre los amigos, y los que no son amigos, pero tampoco conviene que lo sean, porque se requiere una clase esclava, para mantener a todo el país.
En una nación de amigos, cunden las persecuciones y las purgas, sobre todos los que sean rebeldes o contestatarios, ya que, bajo tal actitud, peligra que el poder omnímodo y tirano de los amigos, se conserve y perpetúe.
Una nación de amigos, es difícil que prospere en riqueza, puesto que la misma se repartiría entre los amigos, para dejar excluido al resto del pueblo. Será, pues, una nación en continua beligerancia contra sí misma. El principal enemigo, será ella misma, por delante de cualquier otra amenaza externa, de otra nación.
Una nación de amigos, es, por tanto, lo más parecido a una ancestral monarquía del medievo, fruto, en nuestro tiempo, de la institucionalización de la injusticia y del abuso de poder. Sería una auténtica regresión a unos tiempos, que ya superamos, además con enorme esfuerzo, y que resultaría la imbecilidad más grande, vista y comprobada, al menos en el Occidente desarrollado del siglo XXI.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 15 de febrero del 2025
Fotografía Facebook.
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