DON FLORENTINO

Era mi primer día de Colegio, tras pasar los llamados “Parbulitos”, en el centro Nazaret, que, entonces, se encontraba en el barrio de La Madrila de Cáceres. Me acercó mi padre al edificio del Colegio Diocesano, donde había sido encuadrado, en el primer curso, letra “B”, de la Educación General Básica. Nos recibía a la puerta de la clase, don Gerardo, con bigote, y una sonrisa, que se hizo cargo de mi niñez de seis años. Cuando mi padre se despedía de mí, no pude evitar echarme a llorar desconsoladamente, pero, al sentarme con el resto de mis compañeros, todos muy serios, se me pasó aquel desconsuelo rápido, y comprendí que debía ser valiente, en aquella primera etapa de mi vida colegial.

Yo sabía, pues había sido aleccionado previamente, que me quedaría a comer en el Colegio, y que no debía tomar el autobús para volver a mi casa, una vez terminada la primera parte de la jornada de Colegio. Así es que, cuando todos salimos al patio, unos para tomar los autobuses, otros, los internos y medio pensionistas, como yo, para entrar al comedor del Colegio, me quedé solo, de pronto, en la inmensidad de los patios colegiales del Diocesano. No sabía qué debía hacer, ni a quien preguntar, porque se había quedado todo desierto. Comencé a sollozar, de nuevo. Alguien me tocó la cabeza con cariño, y me preguntó porqué lloraba. Al alzar la mirada hacia aquel adulto con clériman, me quedé más tranquilo, pues la presencia de este sacerdote me inspiró tranquilidad y sosiego. Fui conducido de la mano por este señor altísimo, hasta las dependencias del comedor, donde se hicieron cargo de mí las mujeres que nos atendían a los niños y jóvenes, comensales del medio día. Aquel sacerdote alto y desgarbado, se llamaba don Florentino, y fue el primer sacerdote que conocí en el Diocesano, e, incluso, en toda mi vida, porque jamás había hablado con ninguno otro, ni me había tratado tan de cerca con sacerdote o religioso alguno.

Pasado el tiempo, descubrí que don Florentino no era un educador más en aquel Colegio tan querido, sino una de las personas más humanas y amables que jamás haya conocido. Su sola presencia era sanadora y tranquilizante, porque era alguien especial, y lo fue siempre para todos nosotros, sus alumnos del Diocesano, del que llegó a ser director, no mucho más tarde.

En su época de director, don Florentino tenía por costumbre pasarse por las clases de todo el Colegio, al menos una vez al día. Solo entraba, nos interrumpía por unos pocos minutos, saludaba al profesor, y nos dirigía unas pocas palabras de ánimo, siempre con una sonrisa de bondad en su cara. La verdad es que no nos imponía su presencia, como sí ocurría con otros educadores. En una época en la que estaba de moda, corregir a los alumnos con una torta, un tirón de orejas, o un capón, si no se ensañaban con nosotros de manera más contundente, don Florentino era de emplear otras formas, y jamás nos puso la mano encima a ninguno, que yo recuerde. Nos reprendía con seriedad, y nos explicaba el porqué de nuestro mal comportamiento, pero nunca alargaba su mano para nada, excepto para brindarnos su ayuda.

En las sesiones de evaluación, don Florentino tenía fama de ser muy compasivo con todos los alumnos, y era muy prudente a la hora de juzgarnos a todos. Cuando algún alumno era atacado por los profesores, trataba de quitarle hierro, y de abogar por la víctima, lo tuviera merecido o no. Como profesor de Lengua y de Francés, debemos renocer que era muy exigente, y había que estudiar su asignatura a conciencia. Solo oír su tono de voz, bastaba para comprender que era una persona buena, y que miraba por el bien de todos.

Agradezco a Dios, con mis mejores oraciones, la vida de nuestro maestro y amigo, don Florentino Muñoz Muñoz, sacerdote de la Diócesis de Coria-Cáceres. Una gran persona, en la que se podía confiar, y que poseía la capacidad de inspirarte al bien, en sus homilías, o en cualquier conversación o confidencia que necesitáramos hacerle.

Descansa en paz, don Florentino, no te olvidamos, amigo en Cristo. Intercede por todos nosotros, desde el Cielo, como lo hiciste en la tierra, con todo aquel que se cruzara en tu camino.

FRAN AUDIJE

Fotografía Facebook.
Madrid, España, 4 de marzo del 2025
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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