Manolo Muñoz indulta a «Encantador» un toro colorado de El Prado_
Rivalidad torera en la arena merideña.
Por Isrrael Sotillo.
Maracay, Valencia, 4 de marzo del 2025
Mérida 04 de marzo de 2025.
Dos colosos frente a frente.
La presencia de una figura del toreo cargada de excentricidad como la del español Antonio Ferrera en la arena de la plaza de toros de Mérida, Venezuela, ya de antemano prometía una noche de rivalidad con el Caballo de Mil batallas, el torero venezolano que había esperado pacientemente durante nueve largos años para volver a su patria querida y presentarse en un escenario relevante en el ámbito taurino de nuestro continente latinoamericano, como lo es, nada más, nada menos, el monumental coso taurino don Román Eduardo Sandia de la ciudad de Mérida.
El paseillo lo abrió el torero de a caballo José Luis Rodríguez y luego iban alineados los toreros de a pie trajeados de rosa y oro y de corinto y oro, respectivamente; uno de Baleares y el otro de Carabobo, en ese orden caminaron hasta el frente del palco presidencial, quienes minutos después protagonizarían una enconada disputa por el triunfo del segundo festejo ferial de los carnavales; iban los diestros seguidos de sus subalternos, picadores, de la cuadrilla toda… y de los monosabios y areneros.
Previo al desfile para comenzar la corrida fueron apagadas todas las luces de la plaza y teniendo la noche por testigo se encendieron miles de velas que como candiles de fe renovada regaron la noche rociera acompañada por una voz sevillana cantando en vivo la «Salve del Olé», que se asocia mucho a la Virgen del Rocío. Ahí va la caravana de los promeseros moviendo las montañas andinas. A la guitarra, José Manuel Martos, compositor venezolano y ejecutante del instrumento de las seis cuerdas, quien tiene residencia en Andalucía desde hace dieciocho años. La voz que se oía cantar el «Dios te salve María», salía de los pulmones y la garganta de Saray Ramírez, una sevillana enamorada de Venezuela, quien vino especialmente a nuestro país para cantar en el Carnaval Taurino de América; y quien luego interpretaría varios temas de Martos, mientras el rejoneador José Luis Rodríguez lidiaba sus dos turnos con los toros de la Ganadería San Antonio, de nombres «Histórico» y «Teleférico». Saray Ramírez se inspiró y elevó su registro vocal para interpretar «Tarde de Toros» dedicado a la fiesta brava merideña y un estreno musical mundial titulado «José Luis Rodríguez». El rejoneador merideño, por su parte, se hizo de una oreja y fue congraciado, además, por la Comisión Taurina con una vuelta al ruedo.
El Desafío.
Capote de brega azul hecho de seda para que Antonio Ferrera recibiera montado en el estribillo del redondel de madera al toro «Notiferias» de capa negra, una crianza de la Ganadería «El Prado» con un peso de 440 kilos. Elegancia capotera de un señor torero que de inmediato arrancó aplausos del público presente con las verónicas de rigor y serpentinas de gran esplendor. El nacido en Buñola inició el tercio de banderillas invitando al de Valencia para que lo acompañara en la suerte de los palos palitos, la suerte de las carreras desguarnecidas
frente a los toros. Se cumplió cabalmente el avivamiento del bravo toro de casta y allí se selló lo que sería el pacto nocturno para el duelo torero merideño entre Antonio Ferrera y Manolo Muñoz, El Caballo de Mil Batallas, quien estuvo a la altura de la invitación a colocarle las banderillas arriesgando toda su humanidad. El español toreó a su antojo a «Notiferias» con varias tandas de naturales impecables dejando correr largo la mano izquierda; se adornaba el veterano diestro con molinetes bien ceñidos a su cuerpo y empleó pases de derecha templados con mando torero, los remates obligados de pecho eran de factura y se fue de circulares, agradando enormemente a la concurrencia. Cumplió la suerte suprema con tino certero, aunque le tomó un par de minutos para cayera el animal. Convincente en grado superlativo, Antonio Ferrera fue reconocido en su labor con dos orejas.
Talento desbordado.
Le tocó el turno al moreno carabobeño, con dos trofeos en su contra puestos sobre el albero merideño. Apeló a su repertorio, muy particular, y con dosis de tremendismo le pegó de abrebocas un doblete de largas cambiadas de rodillas que le deparó los aplausos sonoros de las y los andinos que se empataron con Manolo Muñoz en una suerte de abrir y cerrar de ojos, lo que fue un amorío de primera vista y coros unísonos que gritaban oles de emoción… tres verónicas de firmeza, algunas chicuelinas, lances realizados con estilo y lindura toreril… ¡A por los palos alegradores! El mismo gesto que tuvo Ferrera con Muñoz, fue replicado caballerosamente por el torero venezolano asentado en Perú. Continuaba el pulseo en el ruedo. Atléticos, ambos matadores en la suerte de las banderillas; un poco más El Caballo de Mil Batallas, por su juventud, 47 años contra 34. Muñoz pegó dos pares palos y Ferrera uno, claro, era su turno. Con la muleta se llevó a los medios a «Nevado», un toro jabonero del hierro Rancho Grande de unos 440 kilos, para torearlo con decisión y convencimiento de que le sacaría pases de muleta, los necesarios para que le dieran la igualada con Ferrera, quien ya tenía asegurada la salida en hombros. El soberano coreaba los derechazos toreros de El Caballo de Mil Batallas con oles a todo pulmón y éste les respondía con más toreo pasándose cerca de su cuerpo al jabonero con el número 282. Molinetes y manoletinas con postura y maestría se sumaban a la faena del torero venezolano quien se atrevió a dar vueltas con el toro, mientras le proporcionaba toquecitos con su cabeza para rematar cada tanda con emocionantes obligados de pecho dejando asentados varios pases de la firma encima de la tierra merideña; dibujando al mismo tiempo con la punta de la espada líneas rectas bien marcadas sobre la arena. Los desplantes de Manolo Muñoz eran temerarios agarrándole los cuernos con cariño al toro «Nevado» y arrodillándose allí mismo frente a la cara del bravo animal. Llegó el momento de la verdad y Manolo Muñoz se creció con el acero, lanzándose con un espadazo certero que le dieron un caluroso respaldo popular que de seguidas reclamaba estruendosamente las dos orejas para el torero venezolano. La presidenta del jurado le concedió solamente una… y la rechifla en su contra no se hizo esperar y fue prolongada la reprobación de la jueza con grande bulla en los tendidos de la plaza. Quedaba Manolo Muñoz en su primer toro por debajo de Antonio Ferrera, ya que el venezolano tenía un solo trofeo en el esportón; dos orejas contra una, ya que el criterio del jurado favorecía por momentos al español.
Con lo mío no se metan.
Con el cuarto toro de la noche aumentó la disputa torera y lo demás fue una cátedra torera dictada por parte Antonio Ferrera, quien toreando por naturales se extasiaba en cada pase dado con la pañosa roja y que le extraía al toro «Don Tito» de la ganadería de Rancho Grande, la de allá donde vivimos; igual por la derecha Ferrera movía una muleta gustosa de lo que hacía la mano diestra del hispano, iniciando una danza artística y moviendo su cuerpo con ritmo andaluz, con pausa mediterránea; aquel rito corporal de Ferrera era acompañado con un pasodoble que la banda taurina interpretaba cadenciosamente. Tenía asegurada las dos orejas, las necesitaba su orgullo, pero se engolosinó con la solicitud de un público merideño que comienza a pedir indulto en las primeras de camino, desde que el torero galantea con las primeras verónicas capoteras. Sin duda alguna, que «Don Tito» no era un toro para el Indulto, más sin embargo, Ferrera le seguía el juego a la demanda de la concurrencia, lo que generó que Usía le reclamara la aceleración de la ejecutoria de la suerte suprema. ¡Zas! Pinchazo del torero español y de allí sobrevino una especie de vía crucis de la que después no podía salir airoso; dos pinchazos más, y ya, por último, una media espada que dejó al toro todavía con fuerzas y ganas de seguir embistiendo; se angustió Ferrera; después se fue al descabello, y seguía errático; oyó par de avisos, y para no hacer tan larga esta historia, terminamos diciendo que hasta el puntillero no acertaba con su cometido. El desánimo se apoderó del diestro de Baleares, pero, de todas maneras, ya tenía ganada la puerta grande con su primer toro. Su actuación victoriosa en la Feria del Sol así quedará registrada.
Me arrulló la viva diana de la brisa en el palmar.
Último toro de la velada nocturna para Manolo Muñoz, quien estando cuesta arriba en la reñida alternancia con un torero de los mil y un caminos, apeló al carácter guerrero y a la astucia caribeña para lograr conquistar la salida en hombros de una plaza que había tenido esa noche una entrada numerosa. De rodillas se posó Muñoz frente a la puerta de los toriles para recibir a su contrincante con un lance de puerta gayola, de riesgo máximo, pero que también caracterizado por la valentía y el arrojo. Le funcionó la ejecución y después le pegó dos largas cambiadas levantando una algarabía de aprobación unánime entre los asistentes. Los vuelos de capote y los giros de El Caballo de Mil Batallas les pusieron sabor moruno a las serpentinas y revoleras que fueron un apreciado regalo para la ciudad de los caballeros por parte del torero valenciano… Con las banderillas Manolo Muñoz, dominador pleno de ese tercio, tanto que se parecía a una gacela por el aire clavando los palos donde van. Recortó otras banderillas y metió una silla de festejo en la arena para citar al colorado. Aquello generó emociones de alto calibre. Hizo el espectáculo, Manolo, dejando en la nocturmidad del domingo una estela de nutridos aplausos… y así, galleando le entregó al toro a los varilargueros para la pica de rigor.
Empezó su faena El Caballo de Mil Batallas en los medios de la plaza; antes le había dedicado su faena por venir al matador Antonio Suárez. El lanzamiento y caída de la montera ya auguraba lo mejor de la buena suerte. Se empleó a fondo yendo por el toro colorado «Encantador» y conseguir la gloria del triunfo. Parar, templar y mandar, eso hizo Manolo Muñoz, valiéndose de la triología básica del toreo belmontiano o moderno. Toreo de brazos, toreo circular condensado con ingenio creador: venga uno, vengan dos, y tres pases más de muleta ansiosa del honor y de la gloria; vengan molinetes y manoletinas, ¡Matador! Y continuaban las tandas toreras de derechazos y naturales con pecheos sincronizados con la música de un pasodoble que Manolo pidió se lo cambiaran por el Alma Llanera, la cual las masas entonaban soberbiamente, mientras el de Valencia toreaba con maestría… lo que vino después fue la entrega total de un hombre vestido con un traje de luces diseñado en corinto y oro que titilaba destellos dorados como supone uno brillaban las pepitas del precioso metal dentro de las minas del Rey Salomón… El talento y la inspiración del Alma Llanera le concedieron esa noche del dos de marzo un triunfo indiscutible al torero venezolano Manolo Muñóz. A rabiar el soberano exigió un indulto y la presidenta de la Comisión Taurina accedió rápidamente a conceder el perdón taurino y dos orejas simbólicas:
Amo, río, canto, sueño
Con claveles de pasión
Con claveles de pasión.
Para aunar las rubias crines
Para aunar las rubias crines
Del potro que monto yo.
Yo nací en esta ribera
Del Arauca vibrador
Soy hermano de la espuma
De las garzas de las rosas y del sol».
¡¡¡Manolo MUÑOZ, mejor torero venezolano del Carnaval Taurino de América 2025!!!*
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