El fenómeno de las variadas lenguas que se hablan a lo largo y ancho del territorio español, exceptuando a la zona estrictamente castellana, donde se habla la lengua común a todos, y en la que todos los españoles nos entendemos, como es el Castellano, o al que se suelen referir en América, como el Español, puesto que es la lengua oficial, que rige en toda España, surge como una consecuencia de la variedad socio-cultural, dentro de los límites de este mismo territorio.
No debe sorprender que, cada forma de entender la vida, a su vez condicionada por factores, como la meteorología, la geografía, la historia, etc, lleve asociada una manera propia de habla o de lengua. España, una nación de tamaño medio en dimensión geográfica, posee gran distinción climática y paisajística, entre sus diferentes regiones, las cuales, a su vez, siguieron derroteros históricos singulares, e independientes, unas de otras, durante determinados momentos, a lo largo del tiempo.
Esta realidad, es la responsable de la diferenciación socio-cultural, a la que aludimos dentro del territorio del actual Reino de España, que bien justifica esa otra realidad de la diferenciación lingüística, puesto que condiciona la idiosincrasia de los pueblos, así como la manera de proceder en la vida, las costumbres populares, el folklore, y un sin fin de parámetros, en las diferentes facetas que marcan a las regiones.
Ante este estado de cosas, se produce también el fenómeno político, de buscar la cohesión del conjunto de esta España, tan diversa socio-culturalmente, como hemos explicado, a base de incentivar la cultura, y el habla, asociadas a Castilla, la región de territorio más basto, y que más ha unido al resto de regiones, entorno a la nación común que formamos todos, merced, también, a la influencia del Castellano, hablado en todo el territorio nacional.
Me parece bien que nos sirva el Castellano, como nexo de unión y de cohesión entre las distintas regiones españolas, pero no creo que se sostenga como válido, el criterio de que, al ahogar las lenguas regionales, e incentivar la lengua común, el Castellano, vayamos a estar echos una piña como nación. Creo que, ahogar las lenguas regionales, es un atentado contra la cultura y contra la libertad de los pueblos, los cuales pertenecen a los enclaves geográficos donde se asientan, y donde, por consiguiente, han desarrollado su particularidad cultural, la cual lleva asociado un lenguaje propio, parecido al Castellano, en la mayoría de casos, debido a la misma raíz latina, pero diferentes, diferenciados, y formando una lengua independiente.
Perderle el respeto a un pueblo, es mucho más agresivo y contraproducente, de cara a preservar una unión con otros pueblos, que saber aceptar su cultura y su habla, diferenciadas, pero sin necesidad de rechazo de la unión con el resto, a ejemplo de lo que ocurre en Extremadura, o en otras regiones, como Valencia, Galicia, Asturias, e, incluso, en Aragón, por mucho que exista algún movimiento independentista, sin la suficiente fuerza política, como para cuestionar el nexo con el conjunto de España.
Los casos de Cataluña o de Euskadi, presentan una casuística político-social, muy distinta del resto de las actuales regiones españolas, en dos Comunidades que han presentado diferenciaciones muy notables, con el resto de la nación, a lo largo de la historia de España. Por tanto, sus ánimos independentitas y autodeterminadores, van mucho más allá del tema lingüístico, para presentar otras características, bajo las cuales sí podríamos comprender su cultura de la autodeterminación de todo el resto.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 22 de marzo del 2025
Imagen: «Extremadura. El Mercado», de Joaquín Sorolla. Colección de la Hispanic Society, de Nueva York
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