Ay, ay, Maracay…Duele

Por Isrrael Sotillo.

Fotografía archivo.

Maracay/ Valencia, 23 de marzo de 2025

La belleza democrática es la puesta de sol en un campo sembrado de libertad. En realidad, hoy asistimos al Festival Taurino de postín programado para celebrarse en el marco de la feria de San José en Maracay, estado aragua; el cartel anunciaba un festival, más bien, concebido como una corrida de toros.

La democracia ha de velar por una jerarquía natural de libertades y la libertad de un ciudadano tiene que ser intocable, lo digo, porque para nuestra sorpresa el festival de este domingo 23 de marzo en la capital aragueña fue suspendido, y hasta ahora lo único que se sabe es que fue por motivos ajenos a la empresa.

Dejar que llegara el día del festival taurino para bajar una orden «desde arriba», que fue lo último que después se supo, y mandara a suspender la actividad, cuando casi toda la boletería ya estaba casi agotada, es un acto de crueldad, sin duda. Aficionados que vinieron de Caracas y Valencia, pagaron hospedajes, quedaron atónitos. Esto nos obliga a echar mano de la psiquiatría jurídica y de los derechos humanos ante estas paradojas prohibicionistas que se nos presentan en un país de libertades, cuyo imaginario jurídico democrático debe gozar de la mejor de las saludes, sobre todo, en estos momentos en que se nos prohibe exhibir nuestras películas en España, tiempo en el que son atropellados en sus derechos, y en su condicíon humana, compatriotas nuestros en los EE.UU., y El Salvador.

Si algo hemos aprendido en los avatares de la vida es que la calidad democrática de los dirigentes también eleva y blinda todas las libertades, derechos y libre albedrío de las personas que viven en este país, por el solo hecho de ser ciudadanos de la República Bolivariana de Venezuela.

Sea por lo que haya sido la suspensión del festival, el principio de legalidad Nulla poena sine lege, debe ser respetado, ya que garantiza la justicia, la imparcialidad y la equidad. También porque es un mecanismo de control del poder estatal, ya que limita la arbitrariedad del Estado, por lo que debe prevalecer ante cualquier circunstancia. De tal forma que mingún capricho puede ser ejecutado en detrimento de los derechos de los ciudadanos, aunque sean una minoría. Con esto queremos decir que anteponemos ahora mismo los derechos de los ciudadanos frente a otro posible derecho de quien no es ciudadano (animales), ya que está por encima del derecho de algunos venezolanos a proteger de una forma u otra a los animales. El derecho a las culturas, a los hechos tradicionales, a los hechos diferenciadores de cada región de Venezuela ( Maracay es tradicionalmente taurina), es superior e intocable. La democracia ha de velar por una jerarquía natural de libertades y la libertad de un ciudadano es intocable.

Insistimos que sólo un país cuya calidad democrática no depende de quien gobierne ni de sus intereses recurrentes, puede hacer convivir cuestiones que, aparecen como contradicciones y paradojas legales, jurídicas y sociales. Lo que no es una paradoja, ni siquiera una coincidencia, es que el mapa geopolítico que conforma Venezuela ocupa hoy en día un espacio en donde las libertades y la democracia están establecidas en la avanzadísima Constitución que hemos dado y hay que hacerla cumplir. Y de ella se desprende que los festejos con toros no pueden ser perseguidos hasta alcanzar su exterminación, invocando el supuesto derecho del animal.

Si esto fue así, que en nombre de los derechos supuestos de los animales y del bienestar animal se suspendió el festival taurino de Maracay, cabe preguntarse: ¿dónde quedan los derechos civiles, las tradiciones de los toros en Maracay? Y si fue así, entonces, resultaría un chiste malo.

Porque asistimos a una cuestión que va de toros sí o no. No se trata de las corridas de toros en el límite de la prohibición. Asistimos a otro debate: una democracia sana con libertades constitucionales sí o no.

En Francia, por ejemplo, el debate de toros sí, o toros no terminó diciendo: allí donde los pueblos lo han hecho a través de los tiempos de forma que ya forman parte de su hecho diferencial y esencial de su cultura e identidad, no se podían prohibir. Es decir, allí donde no había nada, ninguna libertad se resentía. Allí donde había esa tradición, que la siga habiendo. Una belleza democrática propia del mejor poema sobre libertades.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos emana directamente de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) francesa. Estos derechos se han ido reforzando y delimitando de forma más específica y hasta detallada, de tal forma que en 1992 las Naciones Unidas aprobaron la ‘Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas‘. Que en su artículo 4, punto 2, dice que ‘Los Estados adoptarán medidas para crear condiciones favorables a fin de que las personas pertenecientes a minorías puedan expresar sus características y desarrollar su cultura, idioma, religión, tradiciones y costumbres’. Tenemos que hacerlo en Venezuela.

PD:
“El toreo: eterno misterio, misteriosa paradoja”.


Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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