A EXTREMADURA

A Extremadura, mi tierra, porque es donde nací, y de cuyos pechos me amanté, y bebí lo que me ha formado como hombre, debo pedir y rogar que no deje de ser lo que nos ha llevado en la Historia a instituir nuestra grandeza: uno de los pueblos ibéricos y europeos, con más agallas y coraje, porque fuimos trabajadores sacrificados de nuestras tierras, y nunca dimos nada por perdido.

Cuando la vida se ponía cuesta arriba, y poca esperanza había, emigramos por los incógnitos mares, a una tierra de promesa llena de peligros, que había que allanar. Y con nuestros soldados, en minoría, pero curtidos en los afanes más honrosos, conquistamos a todo un Continente, desde el Sur hasta el Norte, para, posteriormente, poder pacificarlo y cristianizarlo, con lo mejor de nuestro saber y de nuestra cultura. A su vez, América nos ofreció sus riquezas, y nos regaló remedios que paliaran miserias europeas, como hambrunas y pestes, que nos esquilmaban y nos hacían padecer.

Debemos seguir trabajando con sacrificio, sin renunciar al fomento de lo que nos define como un pueblo alegre, merced al clima benigno que nos bendice. Tampoco nos dejemos engañar por estratagemas políticas de pan y circo, ni por el fomento, igualmente estratégico, que nos conmina a enfrentarnos a unos contra otros. Hagamos caso omiso a murmuraciones que nos impelen al maltrato entre nosotros mismos. No dejemos nunca, extremeños, que nos roben la cultura, ni dejemos que lastimen a nuestros valores, los de antes o los de ahora. Seamos generosos para olvidar agravios, en beneficio de reconocernos hermanos, porque solo la unión entre todos, hará posible que salgamos adelante, aún en contra de las cuantiosas adversidades.

A Extremadura le han robado y usurpado, lo mejor de su capital humano, le han robado las inversiones en infraestructuras que se merece, porque es parte de España, y porque nunca hemos dejado de admirar a esta nación en la que nos encuadramos con orgullo, trabajando duro por su engrandecimiento, desde Extremadura, o desde donde más falta hiciere. Hemos sido solidarios, y miramos más por el resto, que por lo nuestro propio. Nunca hemos negado a España, aunque España sí nos ha negado, a cambio de favorecer a otra parte de España que no se siente española, y que, muy egoístamente, y sin el menor de los rubores, detrae inversiones que nos corresponden, a cuenta de ser comprada su voluntad de permanecer en una nación, a la que permanentemente desprecian y menosprecian.

¡Extremadura!, no bajes la cabeza, y camina unida, lejos de añejos y trasnochados mitos clasistas, los que antaño nos llevaron a guerras fratricidas, sin sentido hoy día. Mitos que a los enemigos de una tierra tradicionalmente honrada, de buena gente trabajadora, no nos sirven ya, y son inoperativos para lo que nos importa, como es seguir progresando, a pesar de que continúan robándonos el pan, aquel pan que no nos corresponde administrar, y del que nos tienen marginados, por estupideces políticas, y por la soberbia de algunos otros que se quieren ir, pero no se van, mientras nos pisan y humillan, sin otra razón para hacerlo, que una ingratitud canalla e injustificada.

¡Extremadura!, camina unida, sin despreciarte a ti misma. Ninguno de tus hijos briega en tu contra, solo las voces soeces de algunos a los que guardas indiferencia, hablan mal de los tuyos, sin haber nacido de tus entrañas, ni ser conscientes de lo que adoleces. A los que importas, no han dejado de amarte y de manifestarlo. Guárdate de los que prometen, sin acostumbrar a cumplir, pero, encima, vienen injuriando a la carne de tu propia carne, con mentiras y embustes.

No te dejes engañar, tierra mía, tú eres grande, en la medida en que camines unida, sin rencores hacia ti misma.

FRAN AUDIJE
Madrid, España, 6 de abril del 2025
Fotografía Facebook.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario