GRATITUD

“De bien nacidos es ser agradecidos”, dice el refrán castellano, y me sumo a esta sabia afirmación, añadiendo otro refrán, igualmente procedente de Castilla, y a cuya sentencia también me adhiero: “Obras son amores, y no buenas razones”.

Cuando una persona, pobre y desasistida, después de 36 ó 37 años, es puesta en libertad, sin haber sido condenada, en realidad, por causa alguna de justicia, ni siquiera por Tribunal alguno oficial, sino por decisiones político-criminales, completamente ocultas, bajo la coartada de una enfermedad mental, lo primero que manifiesta es su enorme gratitud a las personas que han intercedido por su liberación. Lo segundo que dice, es que no guarda rencor alguno por sus carceleros, ni por los que le torturaron, sino que les perdona de corazón, sin desear para ellos venganza alguna.

A continuación, lo que hace esta pobre persona, digna de lástima y compasión, es darle un abrazo fortísimo a la mujer que le ama, y le espera, con toda la buena intención de iniciar una nueva vida, en la que traten ambos de recuperar el tiempo perdido, que le dejó sin posibilidad de realización personal, de modo que, ambos, el amado y la amada, puedan sentirse felices, y, al modo de los cuentos de hadas, coman, de alguna manera, «perdices».

Por supuesto, en agradecimiento fehaciente, por todos los que le aman, y han deseado continuamente su bien y su liberación, la pobre víctima liberada deja el legado de toda una vida de sufrimiento y carencias, en forma de poemas y de escritos literarios, de modo que se pueda sentir la generosidad del perdón, al tiempo que, este rastro sanguinolento en forma de letras, sirva para que no se vuelva a repetir semejante maltrato en nadie, absolutamente en nadie, por malo o malvado que nos pudiera parecer.

Las personas, los seres humanos, nos debemos un respeto y una consideración, tan solo por pertenecer a la especie humana, fuera cual fuere nuestra forma de pensar, la raza, el sexo, la edad, la nacionalidad, o cualesquiera distinciones que se pudieran establecer entre todo el corolario de hombres y mujeres, que existen a lo largo y ancho del mundo.

¡Qué feo resulta agredir a otro hermano, o hacerle padecer cruelmente, o privarle de libertad, solo por cuestiones de conveniencia particular y egoísta!.

Por favor, respetemos las leyes que nos damos a nosotros mismos, porque el sentido de las normas y las leyes, es hacer posible la convivencia en la sociedad, y hacer posible que todos prosperemos, de manera que tengamos acceso a la realización personal, y a la felicidad posible en este mundo.

Si algo tan elemental, como son los derechos humanos, que son los derechos comunes a todas las personas, solo por el hecho de ser tales, antes de cualquier condicionante que nos pudiera distinguir, no se respetan y se violan, dejará de ser posible disfrutar de los demás derechos, sencillamente, porque se pierde la libertad, y pasa uno a convertirse en un esclavo, por tanto, una persona sin nacionalidad, sin opción a conseguir nada, ni siquiera esforzándose.

Ruego, pues, que si declaramos que hemos liberado a la víctima, tras décadas de maltrato cruel, lo hagamos de verdad, y se pueda comprobar mediante obras tangibles y determinadas, que se ha producido tal liberación. Decir que se hace una cosa, pero, luego, no hacer nada al respecto, es mentir y engañar, y burlarse, una vez más, de la víctima, y de todos los ciudadanos de bien, que desean, fervientemente, una justicia igualitaria y equitativa para todos, sin excepciones, máxime si nos hallamos en un país que se considera civilizado, con un bagaje cultural apreciable, y, por consiguiente, con un prestigio que defender, dentro de las naciones serias y formales del mundo.

FRAN AUDIJE
Madrid, España, 9 de abril del 2025
Fotografía Facebook.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario