Había una vez un hombre, empeñado obsesivamente en obligar a otro, a hacerse cliente asiduo del burdel que aquel regentaba.
Continuamente urdía toda clase de estratagemas, para seducir, o para presionar al hombre, en el sentido pretendido con tanta vehemencia, de que, el mismo, se hiciera cliente de este burdel. Sin embargo, no fue capaz de que acudiera a mantener relaciones con prostitutas, ni en una triste ocasión.
Llegó un momento en que, practicamente, metía los pechos de estas mujeres, en la misma boca del hombre, pero no había manera de conseguir nada.
En una ocasión, planeó que, una de sus hijas, la más jovencita y atractiva, tonteara con el hombre, hasta casi llegar a liarse con él. En ese momento, la chica saldría corriendo y se escondería, para tomarle el relevo otra chica, en este caso, prostituta profesional, la cual sí le ofrecería desfogarse del calentón que provocara su bella hija. Al encontrarse con la prostituta, de pronto, y babeando, como le había dejado la hija del dueño del burdel, se echó hacia atrás, y poniendo sus brazos extendidos, con las manos por delante, se puso a gritar: «¡Vade retro!», alejándose de la prostituta.
Otro día, aprovechando la contratación de una chica jovencita, con poca experiencia, le pagó una cantidad extra, de modo que se dirigiera a la casa del hombre, vestida sexi en extremo, y, colocada delante de la puerta de la casa, no le dejara entrar, hasta que no se dispusiera a mantener sexo con ella. La cosa no llegó a salir como se esperaba, y el hombre le contestó a esta prostituta, casi nóvel, que se buscara un trabajo digno, y camelase a un hombre que la quisiera amar, dado que se encontraba en la flor de su juventd.
Se encontraba el dueño del burdel, maquinando cómo iba a operar la siguiente vez, para tratar, de otra manera, que el hombre terminara de caer en el deseo y la afición, hacia el «puticlub», cuando, el mismo, se personó en el despacho del dueño, espetándole a la cara:
«¿Todavía sigues con estos planes conspiranoicos, contra un pobre hombre como yo?. Anda, déjame en paz, y ponte a hacer el bien. Conservas la moral del Alcoyano, pero yo te invito a que analices estas dos frases, las cuales te van a dar mucha luz, sobre los fracasos que no paras de cosechar:
Una, reza lo siguiente: «No me dá la gana», y la otra, dice: «No me sale de los cojones».
Por último, te sugiero que medites el siguiente refrán: «No todo el monte es orégano».
FRAN AUDIJE
Fotografía: Facebook.
Madrid, España, 30 de abril del 2025
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