El antiguo Coordinador General de Izquierda Unida, Julio Anguita, solía decir que, cuando las leyes solo se respetan o se hacen efectivas, en función de los intereses políticos, es que, realmente, no existen las leyes, o son «papel mojado».
Julio Anguita, uno de los políticos más honrados y demócratas de nuestro país, llevaba razón en la anterior aseveración, desde mi manera de pensar. Las leyes nunca deberían ser una referencia, o una orientación no vinculante. Tampoco debemos tejer una red demasiado densa de leyes, puesto que, si pautamos cada uno de los pasos que se dan en la vida social, e, incluso, en la privacidad de las personas, conseguiremos un efecto esclavizador y de tiranía.
Sin embargo, hacer las leyes justas, o estratégicamente convenientes, va a facilitar la convivencia ciudadana, resolviendo trifulcas, enfrentamientos, o incapacidades para entendernos.
Esta es la función esencial de la Ley: servir a los ciudadanos para llevar sus diferencias a buen término, y no acabar a manporros entre unos y otros. Es decir, cuando no somos capaces de ponernos de acuerdo en determinados procederes, se confecciona una ley, de manera que quede establecido un criterio lo más justo posible, de cara a que todos quedemos satisfechos, o lo más satisfechos que se pueda.
En la sociedad, las diferencias están servidas, son el pan nuestro de cada día. Nadie es igual a otro, por más que nos parezcamos, incluso perteneciendo a un mismo Club o Partido. Pues para eso está la Ley, para dirimir los intereses desencontrados, y armonizar las relaciones ciudadanas. La Ley no es un castigo, ni se hace para fastidiar. La Ley sirve, precisamente, para que nadie flagele ni castigue a otros compatriotas, sino que logre ponerlos de acuerdo, y la sociedad sea un espacio de concordia.
Cuando alguien se toma la licencia de agredir a otro, de la manera que sea, y no ocurre nada, ni hay consecuencias jurídicas, estamos en condiciones de proclamar el fracaso de la Ley, y, en general, del sistema jurídico de Derecho.
Son las autoridades de las naciones, las primeras que deberían dar ejemplo de integridad demócrata, y de ceñirse a comportamientos legales. Si nuestros líderes sociales y nacionales, hacen de su capa un sayo con la Ley, y la impunidad brilla por su presencia, como un astro luminoso en lo más alto del zénit, estaremos ante una sociedad enferma y decadente.
FRAN AUDIJE
Fotografía: Facebook.
Madrid, España, 2 de mayo del 2025
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