Uno de los más grandes déficits en las sociedades y en las naciones, de todo el mundo, pero, sobre todo, del Occidente desarrollado, tiene que ver con el respeto que deberíamos tenernos entre todos, ante esa cualidad humana de la diversidad y de lo diverso.
Nadie es idéntico, ni siquiera muy parecido, a cualquier otra persona, condición que nos viene impresa por la propia naturaleza. Y, aunque es cierto que existen agrupaciones de individuos, adheridos por ideales o causas comunes, es posible constatar la peculiaridad que siguen guardando entre sí, todos estos individuos, juntados bajo una misma identidad común, pero que no deja de poner a salvo, habitualmente, notables diferencias entre todos ellos, que los distingue, y los hace reconocibles, a los unos de los otros.
El famoso escritor y sacerdote, José Luis Martín Descalzo, solía decir que: «La justicia humana, consiste en cambiar a un tirano por otro». Pero, ¿cómo definiríamos la tiranía?. Al respecto, podríamos decir que, la tiranía consiste en una ignorancia de los derechos y deberes fundamentales de otro semejante, de una comunidad, o de una nación, para imponer a la fuerza una serie de obligaciones, que violan la manera legítima de ser en las personas, o determinadas costumbres conformadoras de la idiosincrasia de un pueblo.
A pesar de las tradicionales democracias, en muchas de las potencias occidentales, la falta de respeto por los que demuestran una mayor peculiaridad dentro de la sociedad, continúa llamando la atención. Falta de respeto, que se traduce en una tiranía, a efectos prácticos, ya que, en el plano oficial, parece que se quiere reconocer, o, quizás, aparentar, que existe una atmósfera de inclusión social, cuando esta realidad, sin dejar de ser deseable para las autoridades, resulta más bien ficticia, puesto que la sociedad adolece de una falta de educación, notable en determinados casos, a la hora de absorver acogedoramente, a los que presentan rasgos socio-culturales de mayor distinción.
Ser acogedor, o que la sociedad absorva a los distintos individuos más diferenciados, no implica que se pongan en marcha mecanismos, de cara a transformar a estos individuos, ya que nos encontraríamos ante lo que hemos definido como tiranía. Muy al contrario, se trata de que la sociedad sepa admitir a los diferentes, o más diferenciados, en su seno, respetando su forma de entender la vida, de manera que nunca deje de alterarse la convivencia.
Por otro lado, debemos dejar patente la idea de la democracia, no solo como el gobierno del pueblo, sino, además, como un esfuerzo de este pueblo, a la hora de respetarse en sus diferencias y peculiaridades, de modo que se haga posible la convivencia, aun dentro de una amplia diversidad.
Está claro que no podríamos concebir la democracia, como un reinado de la tiranía, sino como un ámbito de libertad, regido por leyes justas, aprobadas bajo procedimientos que permiten la participación de toda la ciudadanía, sin exclusiones ni marginaciones.
FRAN AUDIJE
Fotografía Facebook.
Madrid, España, 20 de mayo del 2025
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