“Agua pasada no mueve molino”, dice el sabio refrán castellano; sentencia, por otro lado, de sentido común, el menos común de los sentidos. Y es que, la sabiduría, a veces es cuestión de una simple buena fe, o lo que conocemos por ser una buena persona.
Las buenas personas, son aquellas que no suelen guardar rencores escondidos. Su ternura de corazón, les facilita el perdón y la disculpa, por grave que haya podido ser la ofensa. Las buenas personas, no digo que no puedan tener defectos, pero suelen ser generosas en su cariño hacia los demás, y, por lo general, practican la honradez, además de la abnegación.
Me viene a la memoria, en este momento, aquel pasaje del Evangelio cristiano, en el que Jesucristo, contemplando junto a sus apóstoles, lo que ocurría en un templo, observaron cómo, un fariseo, soltaba una gran cantidad de monedas valiosas, en la hucha que recolectaba fondos para el mantenimiento del templo, y la ayuda a los pobres. A continuación, accedía a la hucha una viuda pobre y muy humilde, que soltaba una sola moneda pequeña. La enseñanza de Jesucristo a sus apóstoles, fue que, quien más había dado era la pobre viuda, puesto que daba de lo poco que tenía, haciendo un sacrificio de solidaridad. El fariseo, sin embargo, que era rico, había dado de lo que le sobraba, a pesar de que su aportación fue mucho mayor que la de la viuda pobre.
Todo esto viene a propósito de algunos de los sucesos en la política actual, que continúa resucitando fantasmas de una cruenta guerra entre hermanos, como fue la Guerra Civil española, entre 1936 y 1939, y no creo que lo haga con buena intención, sino con ánimos electoralistas, y de congregación del voto alrededor de muy determinados partidos políticos, sin tener en cuenta el enorme daño que hacen a la sociedad española en todo su conjunto, ya que, la división de los españoles, y su enfrentamiento fratricida, es de una supina irresponsabilidad.
España necesita unión y aglutinación, de todos los españoles, entorno al común proyecto de hacer de nuestro país, una nación que se desarrolle, en cuanto a bienestar social, libertad y respeto de los derechos humanos; y la suma de esfuerzos, sin exclusiones, para que todos podamos aportar algo para la grandeza y el avance del que tanto nos hablan los políticos, de una manera realmente real, y no idealista, pero sin capacidad de llevar esta idea a la práctica.
La calidad de nuestros políticos ha decaído preocupantemente, como vemos a diario por los medios de comunicación. Están más pendientes de acaparar el poder, y de enriquecerse con el mismo, que de servir con eficacia a España. Dentro de la escala de valores de un político, debería ocupar un primer lugar, el servicio a España y a los españoles, y el sueldo o cualquier otro atractivo, de los muchos que ofrece el poder, siempre en un segundo plano.
Necesitamos políticos que nos sirvan, pero nunca aquellos que están en la política para proyectos de prosperidad propia, y la de sus familiares y amiguetes. Políticos que tengan bien claro que, la política no es para crear servidumbre de los españoles, al modo de los Zares, o de los monarcas medievales, aprovechando esta tesitura de ocupar el poder, para abusar del mismo, y enriquecerse, sino que la política es un deber y un privilegio para con el pueblo, en el que ellos son los primeros servidores de todos los demás.
“La unión hace la fuerza”, y “El pueblo unido jamás será vencido”, son lemas también de sentido común, que conforman la sabiduría popular española, y de gran parte del mundo. Pongámoslos en práctica, porque son muy posibles y aconsejables.
Por último, me estoy acordando, ahora mismo, de aquella famosa canción de Cecilia, titulada: “Mi querida España”; en uno de cuyos versos decía que, en España se ha pasado hambre… “Hambre de paz, hambre de hombre honrado”.
FRAN AUDIJE
Fotografía Facebook.
Madrid, España, 15 de junio del 2025
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