La intimidad, dentro de las zonas más resguardadas y sagradas del ser humano, tanto en el hombre como en la mujer, debería ser siempre protegida por el Derecho de los pueblos, y por las judicaturas nacionales e internacionales.
Una muy sencilla razón nos ampara: la libertad en las personas, nace desde las partes de mayor intimidad, desplegándose en los asuntos privados y personales. Esta zona íntima de las personas, es la que marca decisivamente la libertad, enorme condicionante para lograr la felicidad, meta última del ser humano, para filósofos como San Agustín.
Existen, dentro de la zona íntima de las personas, dos puntos neurálgicos: el órgano sexual, y el fueron interno. El fueron interno se alimenta, a su vez, de dos puntos principales: el cerebro o psique, y el corazón. Dentro del corazón, son generados los sentimientos, y, en la psique, los pensamientos y el raciocinio. Estos dos, sentimientos y pensamientos, conforman, pues, la zona más íntima de las personas, sobre la que se fundamenta lo más precioso de nuestra libertad.
En cuanto al órgano sexual, se trata de, no sólo el órgano reproductor, sino, además, de un órgano que estimula la segregación de las glándulas, que nos van a definir como hombres y mujeres, al tiempo que nos provoca la atracción hacia otros seres de nuestra especie, de modo que se produzca el apareamiento, que, traducido a las personas, no sólo debería constituir una relación sexual, sino toda una sexualidad, en la que intervengan el corazón y la cabeza, dentro de un amor sólido en el hogar y en la familia.
Se ha dicho que, el poder, es hacer y deshacer, o bien al antojo de gente sin escrúpulos, o bien responsablemente, respetando unos límites legales. Tengamos, pues, por seguro, que, para defender la libertad de los ciudadanos, debemos proclamar, en la práctica y en la teoría, la inviolabilidad de la intimidad en las personas.
Todo poder debe estar acotado por limitaciones jurídicas efectivas y eficaces, ya que, un poder omnímodo, va a convertirse, por necesidad, en una tiranía de abusos sobre esa zona sagrada, que debería ser resguardada de los poderosos tiranos.
Prácticas como la alcahuetería, el proxenetismo, o la trata de personas, son delitos bastante expresivos de ese abuso de poder, sobre la vida más personal e íntima de nuestros semejantes. Estaríamos hablando, por supuesto, de recortes en derechos fundamentales, que van a cohibir la libertad a la que tendríamos derecho, sólo por haber nacido hombres y mujeres.
FRAN AUDIJE
Fotografía Facebook.
Madrid, España, 17 de junio del 2025
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