OCULTISMO NACIONAL

Nunca he estado de acuerdo con una práctica española bastante frecuente, consistente en ocultar nuestras miserias nacionales, para dar la apariencia de que en España todo es maravilloso. Evidentemente, nuestra España no es ni podría ser perfecta, pero, en determinados campos, seríamos susceptibles de ser criticados, y hasta juzgados por Tribunales Internacionales.

Nadie dice que España carezca de virtudes, algunas muy señaladas: somos un pueblo de gran valor intelectual, tenemos un clima envidiable para la generalidad del mundo, nuestra campiña es muy bella, lo mismo que las poblaciones y capitales, cuajadas de historia y de trazados urbanos llamativos, somos un pueblo acogedor, y muy buen anfitrión, hemos conseguido un paso ejemplar a la democracia, tras una guerra civil, y décadas de dictadura militar, elaborando un sistema socio-jurídico bastante justo, que protege a los más débiles, y da oportunidades de promoción, en la teoría, a todo el mundo.

Es para sentirse orgullosos de todos estos logros, pero todavía nos quedan bastantes peldaños por salvar, si queremos volver a contar para el mundo más avanzado del planeta, porque en España nos falta unidad social, nos sobran rencores nostálgicos inoperativos, y nos faltan políticos y dirigentes nacionales con mayor conciencia de fraternidad entre los españoles, gente honrada que piense más en la comunidad de personas que formamos todos los españoles, y menos en sí mismos, en sus bolsillos, y en sus caprichos inconfesables.

España debe plantearse seriamente el tema de los independentistas vascos y catalanes, porque ambas regiones son una herida muy fea, por la que se desangra nuestra nación. Tal vez sería conveniente emprender consultas populares, para conocer el sentir del pueblo, en ambas regiones, previa explicación de las ventajas que conlleva estar unidos, y de los inconvenientes. Eso de retener contra viento y marea, a quien desea irse, nos está pasando la factura del retraso de una gran parte de España, obligada a emigrar, puesto que la balanza de la riqueza y de las oportunidades, se encuentra lejos de un equilibrio, creando ciudadanos de segunda, y hasta de tercera. Por supuesto, a los vascos y a los catalanes, los mantenemos como los chorros del oro, puesto que es el coste de poder decir que son españoles.

La clase política española, deja bastante que desear, pues se ha llenado hasta la bola, de gente que busca vivir de la teta del Estado, haciendo muy poco, o, lo que es peor, dedicados a labores de saqueo de la administración, así como de otros comportamientos indignos y deleznables.

España continúa siendo un país en el que habría que hacer un arduo trabajo de transformación ética y moral, porque, en algunos sentidos, persiste la España profunda, y se pone en duda que seamos civilizados, a pesar de nuestro rico bagaje cultural, con generaciones de intelectuales como el Siglo de Oro, o la Edad de Plata.

La Historia de España, es para sentirse orgullosos, a pesar de la denominada “Leyenda Negra”. Una nación que llegó a lo más alto del mundo, con el providencial descubrimiento de América, y su posterior colonización, y conversión de unas tierras tan bastas, en una España de ultramar, más allá de una mera colonia. Una España que enseñoreó su dominio militar por todo el Viejo Continente, desde 1492, hasta la fatídica batalla de Rocroi, en 1643, pero que volvió a la carga con el advenimiento de los Borbones al trono de España, consiguiendo una huella importante durante todo el siglo de la Ilustración, en el que se logró la independencia de los Estados Unidos de América, evitar la invasión de Hispanoamérica en la batalla de Cartagena, y tutear a los británicos en los mares.

Tras una meritoria y heroica, Guerra de Independencia, contra la Francia de Napoleón Bonaparte, en la que, por primera vez, todo un pueblo se levantaba en armas contra un invasor, España volvió a la decadencia, durante el proceloso siglo XIX, del que hemos seguido renqueando, hasta nuestros días, en los que parecen reeditarse las peores sombras y fantasmas de nuestra Historia.

No creo que sea bueno esconder las cosas mal hechas, ni creo que debiéramos ocultar nuestra decadencia. Lo primero que se debe hacer para arreglar las cosas, es un diagnóstico real de la situación, para que sepamos lo que debemos reformar, y dónde nos debiéramos poner a trabajar para enderezar la nave.

FRAN AUDIJE

Fotografía Facebook.
Madrid, España, 22 de junio del 2025
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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