Me encuentro durante estos días, en la ciudad de Cáceres, precisamente coincidiendo con la celebración de la fiesta del orgullo gay, por extensión, una fiesta dedicada al amor libre, y a la libertad de los amantes.
Cuando uno desea ser respetado en sus derechos, la primera medida elemental que debe tomar, es la de hacerse del partido de los derechos de los demás, o, al menos, de aquellos que reivindican derechos legítimos, que son cuestionados por los poderosos.
Vaya, pues, mi total apoyo y simpatía, hacia las personas con orientaciones sexuales, diferentes a la mía, como persona heterosexual orgullosa y consciente. Debo confesar que me gustan las mujeres, más que a un tonto un lápiz, y que ni me planteo una relación sexual que no sea con una mujer, sencillamente, porque va en contra de mi constitución personal más íntima y sagrada.
Pero ser de una manera determinada, y tener unos gustos o inclinaciones muy concretos y respetables, puesto que ningún daño hacen a nadie de buena fe, no impiden en absoluto, que uno pueda simpatizar y apoyar, otros gustos libres y legítimos, que pudieran practicar cualesquiera personas, en este caso, el colectivo de personas, LGTBI.
Yo soy heterosexual, como millones de personas, pero que yo sea algo, en ningún caso me obliga a dejar de respetar y de reconocer, lo que son otras personas y seres humanos.
Máxime si de lo que hablamos tiene que ver con lo más profundo que pueda albergar el corazón humano, como es el amor hacia otra persona, cualquier persona, sea de la condición que fuere. Porque en el amor, también considerando su dimensión sexual, nadie debería mandar ni ordenar, excepto los propios amantes, como propietarios de esos sentimientos.
Tratar de mangonear a los amantes, en su práctica amorosa, además de ser un delito tipificado, es una violación de los derechos humanos, que podría llegar a ser de lesa humanidad.
A mí, personalmente, me parece que perder el respeto hacia la intimidad de cualquiera, constituye una inconsideración bastante grave, desde lo moral y desde lo ético, que puede llegar a lesionar de manera muy traumática a las personas, hasta, incluso, coadyuvarlas al suicidio, como yo mismo he comprobado en casos que he conocido.
Gracias, pues, a todos, particulares y autoridades, por respetar los derechos humanos, en cuanto a la libertad de los amantes, y del amor que se fragua entre ellos. Muchas gracias.
FRAN AUDIJE
Cáceres, España, 1 de julio del 2025
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