Para muchos, saber leer consiste en el virtuosismo declamatorio, a la hora de proclamar un texto o escrito determinado. Para otros, la lectura es un ejercicio intelectual, mediante el que adquirimos conocimientos, y se potencia nuestra capacidad de transmitirlos.
Ambas interpretaciones de lo que supone la lectura, son, a mi entender, válidas, máxime si las juntamos, la una con la otra, pues darían como resultado una perfecta sincronización, entre la lectura elevada a la voz, y la lectura introspectiva, que nos alimenta por dentro.
Sin embargo, el concepto de «lectura», se emplea en otros ámbitos lejos de las palabras, escritas en pantallas, o en papel, puesto que, en tales casos, se produce una acción similar a la de la lectura, propiamente dicha. Hablamos de cuando se nos invita a hacer lecturas de circunstancias o situaciones, casos en los que se hace un análisis, al que llaman, «lectura», por la analogía que existe al interpretar un texto, o una situación determinada.
La política, más concretamente, se presta a continuas lecturas de hechos, circunstancias, labores realizadas, o labores por realizar. No es tontería lo de saber leer en política, porque el político no es dueño de su cargo, ni del palacio que ocupa, sino que es, realmente, un inquilino de todos los medios de los que se vale para gobernar, cuyos propietarios verdaderos, somos todos y cada de los ciudadanos.
Si no sabes leer, que el pueblo está cansado de que le roben, y de que se maltrate a ciertos colectivos, o personas físicas determinadas, cabría explicarse esta razón en los propios hechos que mantienen la hartura de tanta gente, como son, la corrupción, y una política antidemócrata, capaz de marginar a los disidentes.
Por otro lado, el mal lector político, normalmente, no es que sea torpe para leer, aunque puede ocurrir también, sino que es un interesado en hacerse, «el sueco». Tengamos en cuenta que, el apego al poder, y la ambición de conseguir el mismo, nos ciegan a la realidad, y nos impulsan a crearnos batallitas, que no son otra cosa que el autoengaño de que un puñado de malvados desean usurparnos algo que nos pertenece, o eso se creen algunos estúpidos.
Repetimos y reincidimos, en que los propietarios de, España, por ejemplo, somos todos los españoles, sin excepción que quepa. Por tanto, rogamos el respeto debido hacia los propietarios de cualquier nación, como a la nuestra propia, España. Que dicha falta de respeto, se esté llevando a cabo por parte de los políticos de este rancio lugar del mundo, porque hacen caso omiso del panorama creado por ellos mismos, me parece, ya no sólo vergonzoso, sino un escándalo a nivel europeo e internacional, que está rayando el Golpe de Estado.
FRAN AUDIJE
Cáceres, España, 4 de julio del 2025
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