Por: Atilio Alberto Peralta Merino

Ciudad de Puebla, Puebla, 5 de julio del 2025
El oficio de trato diplomático mostrada por la embajadora Lugo ante la provocación, espontánea o no, que se vivió el día de hoy en la plazoleta del monumento a Simón Bolívar en la Ciudad de México, resulta por una parte del todo encomiable, aun cuando , el incidente en cuestión, bien puede interpretarse como el inicio de la entrada de nuestra sociedad en la escena de los conflictos de alto calado por la recomposición del poder mundial que hoy se viven en el orbe.

La presencia de la representación diplomática de Irán en el acto no resulte de importancia menor en los días que corren, así como tampoco la del excelentísimo embajador Nojolay Sofintskiy, con quién me di el gusto de señalar que estamos conmemorando el centenario del inicio de las relaciones con el arribo de la señora Kolontai a México.

La presencia de Sofintskiy en el acto, contrastaba por su soltura con la presencia de la legación Rusa en años anteriores , en la que la conmemoración se viera adornadas por los kepis militares de la federación; comodidad de presencia que me animó , incluso, a rememorar la celebridad que alcanzó en plena guerra la actuación en nuestro país de Ousmeski y su tétrico desenlace cuando, al decir de los rumores de la época, Maximino Ávila Camacho habría ordenado el atentado con explosivo en la aeronave que le trasladaría a San José y que cobró finalmente su vida: “RRecuerrdas muchas trragedias” me dijo entonces el embajador con acentuado humor eslavo.

Resultó grata también , la presencia tanto del embajador Fernández Crespo cuando acabamos de vivir una experiencia inédita como fue la elección de integrantes del poder judicial, así como la del embajador Juan Carlos Gutiérrez Madrigal a quién agradezco su invitación a degustar un “nacatamal” con motivo del aniversario de la entrada triunfal a Managua; “estaba yo en secundaria-le dije- y me contestó que éramos contemporáneos”.

La cordialidad llegó en el desarrollo de la ceremonia, llegó a extremos a tales extremos, que sentado en medio de damas representantes de la cultura y de relaciones exteriores, al entablar una cordial charla con el vicealmirante que representaba en el acto a la Secretaría de Marina, percibí en él un trato incluso entrañable al comentarle que mi abuelo había sido sobrino del general Heriberto Jara primer secretario del ramo.

Todo un escenario de cordialidad que se enturbió cuando una mujer interrumpió a gritos el discurso de la embajadora Lugo generando de entrada tensión en el acto y que, ante el repudio por parte de los concurrentes estuvo a punto de hacer entrar en escena a elementos de seguridad.

Tensión que no obstante se distendió con facilidad cuando la embajadora, le tendió la mano y, posteriormente, señaló que se trataba de una mujer venezolana que sufría por diversas circunstancias pero que la misión a su cargo le extendería la ayuda que a su alcance estuviera.

Recibí en lo personal, de los integrantes de la misión diplomática, muy particularmente del agregado cultural y del consejero Néstor Odampo un trato de enorme gentileza, y ni que decir del saludo afectuoso y los varios minutos de charla que me fueran dispensados por la jefa de la misión acreditada en nuestro país.

El episodio de rispidez que se escenificó, quizá no resulte novedoso para los representantes de Venezuela, después de todo, la embajadora viene de estar en claro y directo conflicto con la administración de Milei en Buenos Aires, pero para nosotros, en México, es acaso el anuncio de que en nuestro suelo, hemos de ver muy pronto escenas de conflicto en grado cada vez más álgido y tormentoso derivadas del acontecer contemporáneo que se vive en el orbe.
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