España es un país donde existen demasiadas personas que dependen de la política en relación a otras naciones de Europa, como Alemania, por ejemplo. Tenemos 445.568 políticos empleados en la administración pública. Casi el doble del segundo que es Italia, y 300.000 más que Alemania, según estudios llevados a cabo recientemente. Ambos países con una población apreciablemente mayor que España.
Las razones podrían ser diversas, pero entre otras, abunda el paro desmesurado con el que contamos en España, y la falta de control en el gasto de las administraciones, no en vano la deuda pública de nuestro país resulta monstruosa, y tremendamente abusiva. En la actualidad, dicha deuda crece en una continua expansión, sin freno alguno, algo así como la teoría del Big Bang, sobre la formación del Universo, que admite un Universo en continua expansión.
La pregunta que nos hacemos es obvia: ¿Carece España de recursos suficientes para poder financiarse, sin necesidad de recurrir tan ávidamente al amparo de la Unión Europea?. Lógicamente, con tanta población colgada de los “curritos”, verdaderos productores de la riqueza nacional, no es de extrañar que España necesite una entrada extra de tanto dinero, para ser capaz de sobrevivir.
La administración pública es un ente que organiza y gestiona al resto de la sociedad, pero no produce por sí misma riqueza, excepto la que sea capaz de provocar sobre la sociedad trabajadora, cuya labor organizativa y de gestión, debería servir para que aquella pueda desenvolverse, de manera que produzca la riqueza mediante la cual nos mantengamos sin necesitar la ayuda económica exterior.
Una de las razones por las que resultan dramáticos los cambios de Gobierno, es esta precisamente: que determinados puestos de trabajo políticos, desaparecen, y dejan a bastantes personas en el paro laboral. No extraña, pues, el apoyo a ultranza a Gobiernos, como el actual de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, inoperativo y de mera supervivencia, puesto que existen demasiados electores que se iban a quedar sin pagas, ayudas, puestos de trabajo políticos, y un largo etc de ciudadanos que han hecho de los favores políticos, su modo de subsistencia.
Estamos hablando, por supuesto, de que en España existe marginación política, de unos ciudadanos con respecto a otros. Están los que cada Gobierno interpreta como amigos, que son favorecidos, y los que considera como enemigos, que son desfavorecidos. Es este un comportamiento sumamente extraño en una democracia, que nos acerca más a un régimen feudal, que a un Estado de Derecho.
Todo relacionado con la idiosincrasia de nuestro pueblo, y con la manipulación política interesada, de cara a captar adeptos a los partidos. Además, no deja de producir lógicas sospechas de corrupción profunda este panorama. Una corrupción casi de carácter endémico, puesto que se ha enraizado en la organización social, pasando a constituirse en algo cultural, prácticamente.
Resistir ante esta acometida, que nos arrastra a un retraso social, aproximándonos a épocas insólitamente pretéritas, puesto que estaríamos hablando de una vuelta al feudalismo medieval, o sociedad de castas, significaría el resurgimiento de movimientos ciudadanos organizados políticamente, que ejerzan un contrapeso ante el claro declive de nuestro país, lastrado por la corrupción político-social.
No estamos ante una cuestión de falta de recursos, sino ante un cambio de mentalidad, ejercido por las propias organizaciones políticas corruptas, las cuales tratan de corromper a la sociedad, para poder sobrevivir ante sus prácticas sistemáticas corrompidas, de modo que se cree un círculo vicioso, tan complicado de romper, que se constituya un nuevo orden, bajo la hegemonía de la corrupción. Corrupción institucionalizada, que llevaría a España hacia su destrucción por necesidad.
FRAN AUDIJE
Madrid, España, 18 de julio del 2025
Fotografía Facebook.
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