LA ÉTICA DEL PODER

Llegar al poder nunca debería constituir un premio de la Lotería, sino la asunción de una gran responsabilidad, puesto que vamos a tener en nuestras manos el rumbo de la felicidad de millones de seres humanos.

Como tal, estamos refiriéndonos a que el poder político es un estatus de servidor y de servidores de los ciudadanos, pero no al contrario. Si me toca la Lotería, me beneficio yo exclusivamente, puesto que tendré la posibilidad de prosperar personalmente; si llego al poder, debo ponerme a trabajar por la prosperidad social, es decir, por el beneficio de mis conciudadanos. Por tanto, en el poder político lo ético es que mis intereses personales pasen a un segundo plano, y que los importantes sean los de los demás.

Aquel político que llega al poder con la idea de enriquecerse o de satisfacer una vocación de imperio sobre el resto, nunca se le debería dejar que llegara lejos en el poder, puesto que presenta el claro perfil del tirano. Y el tirano nunca sirve a la sociedad, sino que está en el poder para servirse a sí mismo.

Ya nos decía Aristóteles que en la política deberían estar los mejores, desde un punto de vista ético, y los mejor preparados o formados, lo cual, para el mítico filósofo griego, debía ser una tarea desempeñada por filósofos, puesto que Aristóteles concebía en el filósofo a una figura con enorme dominio de sus pasiones, lo cual equivale a decir, que la política es el arte de olvidar las propias apetencias, para entregarse a los intereses de prosperidad de las naciones.

Un claro ejemplo de esta clase de político retratado en la Antigüedad, la veo en el Gobernador de Judea, durante los tiempos de Jesús, y que también tuvo la oportunidad de juzgar al Señor, y de condenarle: Poncio Pilato.

Si analizamos el juicio que le hizo Pilato a Jesucristo, podemos comprobar que, aunque este Gobernador romano no entendía demasiado el mensaje del Señor, y más bien le debía intimidar, puesto que Jesús hablaba de justicia y liberación, y predicaba al pueblo más llano y sencillo, declaró públicamente que no era partidario de ajusticiar al reo que le presentaban los Fariseos, con la vehemente solicitud de su crucifixión. Es más, hizo todo lo que pudo por salvarle de la Cruz, y solo cedió, lavándose las manos, cuando empezó a notar tumulto en el pueblo.

Pilato es la viva imagen del político sin pasiones, que solo está pendiente de la tarea encomendada. Ajustició a Jesucristo, en contra de su criterio intelectual, debido a la presión de los judíos, que le estaban amenazando con una rebelión. Y la misión de Poncio Pilato en Judea, era mantener en paz aquel territorio, para gloria del Imperio Romano.

FRAN AUDIJE
Madrid, España, 29 de julio del 2025
Fotografía Facebook.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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