UNA VIDA EQUILIBRADA

Observar puede llegar a ser una actividad sumamente fructífera, si las conclusiones que deducimos de la misma, son lo suficientemente inteligentes, como para acotar o aclarar conceptos, sobre los que reinaban las incógnitas.

Dice la sabiduría del Oriente, que lo primero que debemos conocer es a nosotros mismos, pues, si lo deseable es crecer como personas, la tarea que hay que emprender, es la de conocer nuestros defectos, virtudes, y el objetivo a alcanzar, dentro del camino de autosuperación que es la vida.

Observémonos las personas y seres humanos, pues, encontrando tres partes importantes o neurálgicas, en nuestro físico: la cabeza, donde se encuentra la mente, sede del intelecto racional; el corazón, zona fundamental para que se mantenga la vida, y sede del amor y la afectividad; por último, contamos con dos zonas diferenciadas, el sistema digestivo, y el órgano sexual, ambas encargadas de digerir los alimentos que mantienen el cuerpo y que equilibran los afectos humanos.

Siguiendo con las recomendaciones de la sabiduría oriental, para ser felices resulta fundamental llevar una vida equilibrada, es decir, una vida en la que despleguemos de manera cordial y benigna, las tres zonas corporales que son fundamento de la existencia humana: cerebro, corazón, y sistemas digestivo y sexual.

¿Se imaginan una cabeza enorme, portando un cerebro desmesurado, y un órgano sexual minúsculo?. O al contrario: ¿Un órgano sexual enorme y desmesurado, mientras la cabeza es chiquitina, chiquitina?. También podríamos imaginarnos un corazón endurecido, como si fuera de granito, en vez de una víscera cardíaca tierna y latente.

Lo normal, bajando ya de lo alegórico y metafórico, es que nuestra vida tenga un poco de todo, que consuma amor, y que el amor conlleve una sexualidad razonable y responsable.

Que nunca nos insensibilicemos ante el dolor ajeno, que no nos sea la injusticia indiferente, que nuestra mano se tienda hacia el desvalido, y que tratemos de buscar la paz, sin abusar de nadie, y teniendo en cuenta a todos.

Cualquier desproporción en el ser humano, nos reproduce una imagen monstruosa, desdibujando los rasgos humanos más característicos. El desequilibrio nos aleja de nosotros mismos, de la misión que se nos ha encomendado en este mundo, la cual consiste en edificar nuestras personas, y en colaborar para la edificación de otras personas, de modo que crezca en el mundo la belleza, y la prosperidad de toda sociedad humana.

FRAN AUDIJE
Gandía (Valencia), España, 4 de agosto del 2025
Fotografía Fran Audije
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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