VALENCIA, LA TIERRA DE LA LUZ

Hace tantos años que paso mis veranos en el litoral valenciano, que he perdido la cuenta. Recuerdo que era yo un reciente adolescente, la primera vez que me cubrieron las aguas del Mediterráneo, en un pueblecito cercano a Gandía: Daimús.

Aquel primer verano en la playa de Daimús, me enamoré de una de las amigas que hicimos, porque los niños no contamos tantas limitaciones para la amistad, como en el caso de los adultos, por lo general. Fue un amor a distancia, sin besos ni manos agarradas, pero con miradas cómplices que lo decían todo. Algo así como si fuéramos ángeles, sin sexo, pero con cálidos y tiernos corazones, que sabían amar sin mayores exigencias, dadas las limitaciones de la edad, y de los usos y costumbres de la época.

Valencia viene de valentía, en la lengua del Imperio Romano, cuyas huestes legionarias campearon estos lares levantinos, fundando asentamientos donde alojar a sus soldados retirados, y de mayores méritos y valentía. En un Imperio tan guerrero como el Romano, la valentía en el combate era una virtud muy apreciada, considerada como de gran nobleza y distinción.

Por tanto, Valencia, no es solo tierra para enamorarse en las vacaciones veraniegas, sino también un lugar para embeberse de la nobleza de los valientes, para admirar el coraje de los antiguos guerreros, conquistadores de una Hispania siempre rebelde y complicada, que vinieron a reposar a la orilla de su Mare Nostrum, donde, probablemente, amaron y fueron amados, dejando la herencia de sus valores, formando una nueva savia de íberos, superados en la grandeza que, ya de por sí, ellos atesoraban, merced a la mezcla de la sangre entre los íberos y los romanos.

Algo que me enamora de Valencia, muy especialmente, es la luz tan extraordinaria que nos ilumina durante las mañanas. La atmósfera del Levante español, posee un filtro muy bello y particular, que engalana los rayos solares, cuando éstos inciden perpendicularmente sobre naranjos y barro. La luz de Valencia es única, porque nunca he visto una iluminación natural tan bonita como la valenciana, un verdadero regalo para el gozo de los sentidos, que algunos maestros de la pintura, como Joaquín Sorolla, consigue plasmar con magistral fidelidad en su arte pictórico.

Vengan a Valencia, y enamórense de su gente trabajadora y acogedora, en una tierra llena de fortuna, porque lo tiene todo: mar, montaña, agricultura, turismo, industria, festejos, historia… y la luz que les he comentado, bajo cuyos auspicios, los guerreros más valientes y heroicos, vinieron a vivir entre naranjos, y a morir bajo la paz de sus amores.

FRAN AUDIJE

Gandía (Valencia), España 7 de agosto del 2025

Fotografía Facebook.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa


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