Por Marco Tulio Culebro Bahena
Fotografía Facebook.
Ciudad de México 14 de agosto del 2025
México.- El polo mundial de expectación se trasladó ahora al extremo norte, dónde ambos jefes de las dos superpotencias deben ponerse de acuerdo: Vladimir Vladimirovich Putin y Donald J.Trump. El mundo en vilo hasta el viernes 15 de agosto. Los acuerdos de Anchorage decidirán todo, ahí en el mismo territorio que vendió la Rusia imperial al pujante Estados Unidos del siglo XIX, ahí también dónde se puede decidir cómo será el siglo XXI.
Europa tiene razón en preocuparse porque su carta está perdida, Zelensky no cuenta, ha regresado a su papel original de payaso de ocasión. Al ser evidente que Rusia ha ganado la guerra de Ucrania, se puede quedar con todo el territorio del derrotado, y si quiere, todavía puede regalar una parte a Polonia. Es coherente que la parte rusa hará valer sus planteamientos. En la víspera, Rusia ha declarado alerta máxima por las amenazas que han lanzado los adversarios para torpedear la cumbre.
Volvamos al pasado, a la venta de Alaska, pues con 7.2 millones de aquellos dólares, el zarismo consiguió financiar la construcción del ferrocarril transiberiano, Moscú-Vladivostok. Como en el resto del mundo el tren estaría asociado al desarrollo de la taiga y de la industria, al nacimiento de la clase obrera y del Ejército Rojo entre otras cosas a mencionar; mientras que para Estados Unidos la compra-venta le otorgó una inmensidad ártica hacia donde dirigir su notable expansión de entonces.
Hoy por el contrario, la Alaska del siglo XXI atestigua el «untergang americano», la recesión del 25 no es la pujanza estadounidense del XIX, tampoco aquella prosperidad de posguerra a mediados del siglo XX; En cambio, EEUU está hoy en «caída negociada». Porque todos buscamos que el gigante que cae lo haga de manera menos estrepitosa. No hay más. Hoy Rusia y China son -en contraparte- las superpotencias emergentes.
En tanto, por su lado Europa está en ascuas. Asemeja a una muchacha que se ha portado mal, una que bebe demasiado en las fiestas, se pone lenguaraz y violenta. Por tal razón no ha sido invitada, no tiene asiento en la cumbre, punto. Por supuesto, Ucrania es uno de los temas sin duda, pero vienen más sorpresas.
¿Porqué Alaska? ¿Porqué ahí comenzaron las relaciones entre ambas naciones?
Quizá, pero hoy la región tiene un eco que suena diferente. No es el tintinear del oro de Klondike, la música de hoy es toda una sinfonía llamada Energía.
¿Un gasoducto desde Rusia que conecte ambos continentes?.- Bien, puede ser una de esas grandes sorpresas. Una gran posibilidad luego de la voladura del Nordstream 1 y 2 si es que avanza el entendimiento. Si la energía es hoy la música, el comercio viene a ser entonces la sala de conciertos.
Nunca olvidar que hoy China tiene su proyecto de nueva Ruta de la Seda que se dirige también a Europa y a su gran mercado, luego entonces -tanto Rusia como EEUU podrían sacar bastante provecho- de vender el mismo gas ruso a los mismos clientes, pero en sociedad… Nada se descarta de ahí un gasoducto ártico.
¿Qué otras sorpresas podríamos observar en la cumbre con la que inicia el siglo XXI?
¿Nuevas formas de cooperación internacional poniendo como ejemplo el espacio? Varios países consiguieron subir al espacio exterior en el siglo XX y participar de los proyectos de la Estación Espacial Internacional (EEI) cuyos módulos iniciales fueron rusos.
Recordemos cómo el proyecto pionero fue la Estación MIR (Paz). Veamos que la otra estación espacial «Templo del Cielo» (Tianghong) es esclusivamente china, aunque quizá veamos astronautas latinoamericanos ahí pronto. Asimismo, el Skylab (1973) fue también exclusivamente estadounidense. Por lo que, tanto la Unión Soviética como luego Rusia -su heredera- han demostrado que pueden liderar la colaboración científica mundial de manera estable.
Como el hermetismo de ambas partes es enorme, se permite así la especulación. Por consiguiente de nuevo nos preguntamos: ¿porqué Alaska?
Simplemente para tener un lugar seguro dónde platicar -sin espionaje- y con aire fresco, lo que ya en sí es una elegante bofetada a la descocada Europa y a los piratas. Sin duda, Trump escuchará las quejas rusas que son abundantes.
¿Quién sería el gran perdedor en esta ruleta energética y comercial?
Putin puede ofrecer a Trump la cabeza de Canadá en charola de plata. Debo aclarar que no es algo que uno desea (cuantimenos siendo mexicano), sino que el análisis frío nos arroja tal posibilidad. Un acuerdo de ruta comercial trans-ártica se estaría asomando. Las cosas serían así:
Trump, (olvídate de Groenlandia que no te quiere), aquí está la flota atómica de rompehielos que abriría el paso a los mercantes estadounidenses en detrimento de la Canadá britanizada.
Y si dejamos volar más la imaginación, veríamos que Trump y Putin platicarían la caída de la molesta Corona en un futuro no muy lejano y la posible llegada al poder del nuevo partido de Jeremy Corbyn. No olvidar que en 2022 Liz Truss habría dado el visto bueno a la voladura del gasoducto Nordstream en el mar Báltico y recordemos cómo duró solamente 45 días en el cargo como Primera Ministro.
Se antoja que las posibilidades son muchas, pero Europa -además de su carta quemada Zelensky- puede jugar la de su deuda con EEUU, que es varias veces mayor a lo que la superpotencia debe a Asia. Ya se vería si Europa se atreve a usarla. Apenas apareció un video con la banquera francesa Cristianne Lagarde comentando la falta de inteligencia de Trump y que Putin lo devoraría en la cumbre.
Pero volvamos al ártico, recordemos que el círculo polar del norte se ha dividio en «gajos», cuya gran mayoría corresponde a Moscú y algo del pastel para las otras naciones con salida hacia allá (los países tropicales no contamos en tal repartición).
Conclusión: Europa, los piratas y Canadá tendrán mucha razón en preocuparse. Especialmente por la forma en que han tratado a Trump (bueno, quizá no merece menos).
ACLARACIÓN:
Antes que nos acusen de propagar secretos, avisamos que aquí se adivina lo que va a pasar.
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