DECADENTE DERIVA SOCIAL

Noto algunas cosas en nuestra sociedad española, que me parecen decadentes y regresivas, y vengo notándolas desde hace algunas décadas, aunque, en los últimos años, parece que hacemos un espring final.

Sin perjuicio de mi más completo respeto, hacia otras formas de ser, y de metas diversas que pueda haber en la vida, debo advertir de lo que me parece un exceso de homosexualidad, y, sobre todo, de una generalización de la prostitución.

Para que exista dicho exceso, debe haber una causa, y la misma radica, bajo mis observaciones, en incentivos y apologías, que se hacen y se han hecho, desde las instituciones públicas.

Desde el poder político, en España, se intenta hacer ver la homosexualidad, como un reto de cumplir con la sociedad igualitaria que deseamos. Me parece correcto que a nadie se le margine, y que todos tengamos la posibilidad de realizarnos como las personas que somos. Distinto es, por otro lado, que se haga apología de la homosexualidad, tratando de hacer que se vea como algo modélico y ejemplar.

Todos nos debemos sentir orgullosos de lo nuestro, porque nos haga felices, o porque constituya una aportación a la sociedad. Nada que sume, y que sirva al bien común social, sería desdeñable. Otra cosa es que traten de transformar a la sociedad, en cierta manera, coactivamente, de modo que una infinidad de nosotros asuma los modelos que nos presentan, en muchos casos sin hacer una valoración, y nada más porque nos lo recomiendan desde las altas instancias.

Lo mismo ocurre con la prostitución, que podría haber llegado a cotas de récord, puesto que se está practicando por doquier, incluso en los lugares más insospechados. Da la impresión de que nos han puesto precio, y de que se han hecho rebajas con la dignidad humana.

Toda la vida estudiando, adquiriendo una formación de élite, o casi, para acabar vendiéndose en lo que haga falta, o en lo que nos pidan personajes caciquiles, que representan ese impulso que se está dando desde instancias altas, sin atrevernos a asegurar nombres y cargos.

Todo esto que comentamos, es acercarse a marchas forzadas hacia la mediocridad más pura y dura. Vivimos, pues, una decadencia amarga, por muy cachonda que pueda parecer, ante la pérdida de los valores tradicionales, los cuales son, además, valores que no deberían mutar ni perderse nunca, puesto que nos definen como los seres humanos que seremos siempre.

Claudicar ante el poderoso de turno, con mandatos como de ciencia ficción, puesto que impiden el merecido respeto a los que son distintos, y a nosotros mismos, que en ningún momento merecemos ser utilizados como armas arrojadizas, nunca debería hacerse posible, puesto que deberían funcionar los órganos garantes del respeto a los derechos humanos, y observatorios para la valoración del seguimiento social e institucional.

FRAN AUDIJE

Madrid, España, 24 de agosto del 2025

Fotografía Facebook
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