Camino por las bellas calles del centro de Madrid, y me voy fijando en las obras del hombre, las realizadas bajo los auspicios de una desarrollada inteligencia, incentivada por estudios de alta graduación y exigencia. Los edificios, las fuentes, el suburbano o “Metro”, los garajes subterráneos, las calles asfaltadas, y pintadas estratégicamente, para permitir una circulación ordenada y segura, las tiendas de comestibles, de muebles, de moda, los restaurantes, que hablan de una rica y elaborada gastronomía… Me fijo en los automóviles, algunos realmente bellos, al tiempo de eficaz y cómoda conducción, todos frutos de una maravilla tecnológica avanzada, y de un diseño creativo y científico.
Si estoy en mi casa, o en mi puesto de trabajo, puedo comprobar más obras humanas sorprendentes y halagadoras, como los electrodomésticos, o mi Ordenador personal, así como el teléfono, o las mismas obras de conducción del agua, y los saneamientos del baño. Abrir una llave, y que salga agua caliente o fría a chorro, y a voluntad del usuario, es algo que ha dejado de sorprendernos, pero que implica siglos de avances científicos, y, también, mucho tiempo de luchas políticas para conseguir que se respete la dignidad humana.
Si me relajo, y opto por el entretenimiento, puedo encender un artefacto llamado televisión, a través del cual puedo ver obras artísticas, como las series, o las películas del cinematógrafo; puedo mantenerme informado, gracias a los telediarios, y a estupendos programas divulgativos y de diálogo. Si prendo la radio, lo mismo… a veces, duermo con la radio bajo mi almohada, y mi noche se torna más placentera y acompañada.
Pero es posible disfrutar de más obras artísticas, como los libros, o la música, ambos enseñando saberes escritos o audibles, que comportan siglos de conocimiento y experiencia, o una creatividad que nos informa de los sentimientos, o de las ideas pasadas y presentes, en su más variado espectro existencial.
No obstante, sin necesidad de apartarme de este mundo maravilloso que hemos hecho los hombres con nuestro esfuerzo cotidiano, a base de inquietudes y por fuerza de un vivir que no cesa, y al cual debemos darle respuesta, me encuentro con otro tipo de obras, también llevadas a cabo por el hombre, un hombre ante el que yo tengo que cuestionar su humanidad y su saber.
Hay burdeles en la calle, y existen personas que trabajan de manera ambulante, ofreciendo un cuerpo maravilloso, para dar un rato de placer al cliente. Cliente que, al acceder a este tipo de negocio, está contribuyendo, probablemente sin conciencia real, a que se explote y se esclavice a personas con dignidad ignorada, tanto por parte de las propias víctimas, como de los que las explotan, de una manera u otra. Esto es una obra del hombre, como hemos recalcado, pero una obra fruto de la irracionalidad y de la maldad más refinada.
Estas personas que se prostituyen, rizando el rizo de la corrupción y de la maldad, en ocasiones son menores, adolescentes o niños. Pobres… se está destrozando una época de su vida fundamental para su futuro, que estará lleno de traumas y de dramas. Debemos reconocer con tristeza que, este tipo de prostitución, cada vez es mayor, y que va en aumento. Si esto ocurre, es porque existen otras personas, que se aprovechan del abuso hacia la infancia, en una medida que va creciendo.
Sigo caminando, y me continúo encontrando con obras del hombre, que lo descalifican en su hipotética humanidad, y que lo siguen convirtiendo en un monstruo: la mendicidad y el sinhogarismo, están a la orden del día en las calles de todas las ciudades, también en la hermosa urbe madrileña, que deja de ser tan hermosa cada vez que me cruzo con estas personas tiradas literalmente en medio de la calle, fruto de toda clase de situaciones desafortunadas, y bordadas por la injusticia.
Esto de los que les hablo hoy, es solo un aperitivo, que es posible encontrar a tu paso por una ciudad modelo, como sería la capital de España, por ejemplo. Podríamos enseñar muchas más obras humanas, que ponen en duda nuestra pertenencia a nuestra propia especie, en comparación, todo hay que reconocerlo, a esa multiplicidad de obras del hombre, que son admirables desde la inteligencia, la ciencia, la filosofía, las artes, y el ánimo creativo, gracias a las cuales todavía es posible mantener la esperanza.
FRAN AUDIJE
Fotografía Facebook.
Madrid, España, 14 de septiembre del 2025.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
Descubre más desde REVISTA UNIDAD PARLAMENTARIA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
