Albania rompe el molde: Diella, una IA, asume como ministra

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SM Rico

Albania acaba de nombrar a una ministra, y si, es una IA, esto no es ficción, es la realidad política del año. El primer ministro Edi Rama ha asignado la cartera del Ministerio de Obras Públicas de Albania a una entidad de inteligencia artificial llamada Diella (que significa Sol en albanes).

El movimiento ha generado un terremoto mediático global, dividiendo opiniones entre quienes lo ven como una revolución audaz contra la corrupción y la ineficiencia, y quienes lo perciben como un truco publicitario peligroso que evade las bases de la democracia representativa. Profundicemos más allá del titular.

Diella no es un robot físico, sino una interfaz de inteligencia artificial que se presentará en pantallas. Según las autoridades albanesas, su función será analizar «enormes volúmenes de datos» para identificar obstáculos burocráticos, proponer soluciones para mejorar los servicios digitales y optimizar procesos gubernamentales. Según información de EFE la flamante nueva ministra afirmó “No estoy aquí para sustituir a las personas, sino para asistirlas. Es cierto que no tengo ciudadanía, pero tampoco tengo ambiciones ni intereses personales”.

Y en cierto modo esta declaración es una frase diseñada para golpear directamente la reputación de la clase política tradicional. Para entender por qué Albania da este paso, hay que mirar un poco su contexto:

El país ha luchado durante años para sacudirse la herencia de un sistema político clientelar y burocrático.

El gobierno de Edi Rama busca posicionar a Albania como una nación joven, innovadora y abierta al futuro, atrayendo inversiones tech y talento.

El nombramiento es un símbolo de modernización. Es la declaración más ruidosa posible de que el gobierno quiere «hacer las cosas de manera diferente». Aunque eso no resultó muy bien para los políticos a quienes se les presentó esta gran innovación burocrática.

Sin embargo, detrás del brillo futurista, se esconden abismos éticos, democráticos y prácticos: Uno de ellos es: ¿Quién programó los algoritmos de Diella? Toda IA refleja los valores, sesgos y prioridades de sus creadores. ¿Qué definición de «eficiencia» o «bien común» se le ha codificado? ¿La del partido en el poder? ¿La de la empresa tecnológica contratista? Al final la IA no es neutral; es la cristalización de una subjetividad humana amplificada.

Diella no fue elegida por votación. No puede ser interpelada en el parlamento. No puede ser juzgada. Si su «optimización» de un servicio social resulta catastrófica, ¿quién responde? ¿El primer ministro? Obviamente, pero también, ¿El equipo de desarrolladores? ¿El algoritmo? La cadena de mando y responsabilidad, pilar de cualquier democracia, se difumina hasta romperse. Es la herramienta perfecta para que los políticos humanos se escondan detrás de la autoridad incuestionable de «lo que dice la máquina».

Según información de El Financiero, la flamante ministra virtual, se encargará de emitir documentos electrónicos para ciudadanos y empresas, y de completar todas las contrataciones públicas en Albania.

¿Pero qué pasa con la responsabilidad humana en estas decisiones? La política no es solo optimización de recursos. Es el arte de gestionar conflictos, emociones, historias colectivas y compromisos. Una IA puede calcular la ruta más eficiente para una carretera, pero no puede entender el trauma de una comunidad que será desplazada, ni mediar en un conflicto social con empatía. Reducir el gobierno a un problema de procesamiento de datos es una visión peligrosamente miope.

Esto podría crear un nuevo precedente, pues ¿qué impedirá que regímenes autoritarios designen «ministros IA» para autocratizar sus gobiernos? Podrían usar la supuesta objetividad del algoritmo para legitimar la represión, la vigilancia masiva y la discriminación sistemática: «No es mi decisión, son los datos». Se convierte en el instrumento de propaganda definitivo.

El nombramiento de Diella es, sobre todo, una jugada política maestra de Edi Rama. Genera titulares, proyecta una imagen de vanguardia y pone contra las cuerdas a la oposición tradicional.

El riesgo no es que “Skynet” tome el poder, sino que normalicemos la cesión de autoridad política a sistemas opacos y no responsables ante los ciudadanos. La verdadera innovación no sería reemplazar a los ministros con IA, sino fortalecer las instituciones democráticas, fomentar la transparencia real y la participación ciudadana. La frustración con la política es comprensible, pero la solución no es externalizar la democracia. Es renovarla desde dentro.

Este experimento audaz de Albania podría servir como un laboratorio para el futuro de la política mundial. Sin embargo, la ausencia de una persona real en el poder y la falta de un mecanismo claro para la rendición de cuentas plantean la posibilidad de que, en lugar de un gobierno más eficiente, se cree una distopía tecnológica en la que los ciudadanos son gobernados por una entidad incomprensible y fría, sin rostro ni corazón.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentaria

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