No cuesta demasiado comprender que, siendo Ucrania una antigua República Socialista Soviética, y muy ligada a Rusia durante la Historia, entra dentro de la normalidad que, Rusia, como la potencia hegemónica tras deshacerse la URSS, entre todas aquellas repúblicas que se independizaron, posea interés en preservar su influencia sobre la mayor parte de estas naciones, que surgieron, después de la mencionada desmembración soviética.
Es cierto que, Ucrania, detestaba, en una alta generalidad, la dictadura impuesta, indirectamente, por el presidente Putin, a través de un presidente ucraniano, que hacía girar a Ucrania en la órbita de los rusos, y que, buscando huir de estos títeres políticos, manejados por los rusos, emprendió una búsqueda de huida y protección de sus intereses soberanos, en la Unión Europea, y en la OTAN.
Sin embargo, es sencillo entender la irritación de Rusia, con Putin a la cabeza, cuando comprueba que Ucrania se le escapa, para quererse con el Imperio Occidental, en una nación, la ucraniana, sin madurar aún su vinculación con la potente Rusia, que, prácticamente, considera a Ucrania como una provincia propia, con la peculiaridad de que se ha constituido en una nación aparte, pero demasiado cercana a Rusia, tanto en lo geográfico como en lo político, y hasta en lo sentimental.
En mi opinión, tanto la Unión Europea, como la OTAN, debieron declinar el ofrecimiento ucraniano de ser aceptados dentro de estas organizaciones, sólo con notar la sombra del gigante Ruso, proyectada sobre dicha nación en cuestión.
La guerra es una fatalidad, de la que nos vamos a resentir, siempre, todos, sin excepciones. Aunque hay guerras que se desencadenan debido a una lógica aplastante, otras, tan sólo moderando ambiciones desmedidas, son muy posibles de evitar, y hasta aconsejable, desde puntos de vista prácticos y muy operativos.
Yo entiendo que el presidente Putin, haya marcado unas líneas de influencia rusa, en su entorno más familiar, y de sentido común geoestratégico. Le importa a Rusia desde objetivos, no sólo militares, sino económicos, y hasta relacionados con el patriotismo.
No digo que Ucrania no merezca su independencia soberana, y la autodeterminación frente a cualquier obstáculo político, pero pienso que todavía le queda un trecho para ello, y un trabajo de independencia sobre el gigante Ruso, al que debe ir haciendo comprender que, el imperialismo, no es de recibo para ellos, y que desean hacer el esfuerzo de ir desligándose del aliento de sus vecinos en el cogote ucraniano.
Se trata de un proceso lento, y de un trabajo insistente y persistente, hasta conseguir una independencia real, que deje de causar traumas de separación, y de adjuntarse a otras organizaciones, como la Unión Europea, y la OTAN, las cuales, estas últimas, no han sido sensibles a unas circunstancias de inmadurez política, entre las extintas Repúblicas Socialistas Soviéticas, cuyos lazos vinculativos son todavía fuertes.
FRAN AUDIJE
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