DOS DE OCTUBRE, NO DEJAN QUE SE OLVIDE. LAS OTRAS REFLEXIONES
Diego Espitia Muño Cota
Veracruz 1 de octubre del 2024
A la luz de las décadas que complejo se torna hablar del 68 mexicano. Claramente algo ocurría en el mundo que la juventud tomaba valor y tiempo para la protesta, para la exigencia de un cambio. ¿De donde surgió esa necesidad? ¿Quien les inculcó que el cambio era necesario? Hoy, con la inflación, el empleo estancado, y tantos otros factores, se habla con reminiscencia de aquellos años, económicamente al menos. ¿Era en verdad justificado querer derribar el orden gobernante? Muy distinto sería el planteamiento del mismo ímpetu en los países socialistas. Ahí los regímenes eran en verdad autoritarios, sofocantes, y más importante, económicamente incompetentes.
Díaz Ordaz fue un soberbio. Y su decisión la más errónea. Se ha deber quedado verde de coraje que a partir de ahí ese fuera el único legado que dejó. Nadie nunca mencionó las obras, ni los números económicos. Gustavo se volvió sinónimo de la intransigencia que lleva a alguien a ordenar “que los maten”, como si fuera cualquier cosa. Ahora podemos imaginar la presión de estar a un mes de inaugurar los juegos olímpicos, delegaciones de todos los países, la imagen y el orgullo nacional y al lado tener un movimiento estudiantil que no cede en la movilización, en el discurso, en la protesta, y en la justeza de un pliego petitorio, en buena parte, razonable (derogar artículos represivos del Código Penal era necesario, pedir la renuncia de funcionarios, no tanto). ¿pero matarlos, sin mas? Todo por aparentar un orden perfecto ante las naciones y sus atletas. Con menos orgullo, se pudo haber sentado a dialogar, reconocer la existencia de los reclamos y proponer vías alternas. De escalar las protestas, encarcelar líderes y seguir apostando por un diálogo
Y al final heredamos la imagen de jóvenes idealistas, valerosos y arrojados en busca de la libertad. Y repetimos por décadas el lema de dos de octubre no se olvida. Año con año sin meditarlo, como tantas cosas. Nunca nos detenemos en los intereses del vecino del norte, que jamás tiene en su agenda el crecimiento económico en México, y siempre olvidamos que el punto más alto del “milagro mexicano” fue en el sexenio de Díaz. Y sobre todo se nos olvidan los intereses injerencistas de la Unión Soviética. ¿Cúantos de esos jóvenes integrantes del movimiento eran agentes pagados desde Moscú, La Habana, Pekín? Ese no era idealismo juvenil, febril deseo de liberación. Ese era un intento de derrocamiento financiado desde el exterior. Y tampoco debiéramos menospreciar otros actores políticos mexicanos. El caos es siempre una ventana para buscar el poder. ¿Quién ganó al final con todo esto? Luis Echeverría. ¿habría sido él el destapado si la salida hubiese sido política y no militar, si alguien con venia diplomática hubiese brillado, si no hubiera quedado toda la ejecución en sus manos?
Yo veo a Díaz como un pésimo presidente, pero no por esta decisión, tan trágica para las familias de los jóvenes asesinados, sino por una que hoy todavía pagamos: tiró la bonanza, el esfuerzo de varios gobiernos (Ruiz Cortines, López Mateos) y lo dejó en las manos del menos capacitado para ello, el creador de la primer crisis económica sexenal, el demagogo, el populista, el represor. Y precisamente la presidencia de Luis permitió que la leyenda, que la pancarta y la consigna, la idealización de los mártires y sus ideas creciera y se volviera un mito fundacional más a conveniencia, como el pípila o los niños héroes. Que el dos de octubre no se olvide, pero que no se nos olvide sobre todo reflexionar a fondo, porque esta tragedia llamada México es el resultado de complejos claro oscuros, no de una historia de blancos y negros, de malos y buenos donde los “buenos” son los únicos que tienen derecho a hablar, mañanera a mañanera. Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa.
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