El deceso de Pedro Castillo


Por: Atilio Alberto Peralta Merino

Fotografía Facebook.

Ciudad de Puebla, Puebla, 2 de octubre del 2025


Hay momentos cubiertos con un silencio aterrador que , no obstante, es interrumpido por lamentos como los que un deceso como el de Pedro Castillo puede suscitar en algunos a los que bien o mal, nos tocó en suerte ser testigos de determinados acontecimientos que nos marca y nos transforma como dice Homero en las palabras de la Odisea: “Yo soy todas las cosas por las que voy pasando”.

Me entero del reciente fallecimiento de Pedro Castillo Salgado por medio de un comunicado que Joel Ortega Juárez publicó en sus espacios, en el que destacó las osadas actividades del finado en momentos muy álgidos para la vida del país, en los que, la acción clandestina y subversiva era prácticamente un camino de tránsito obligado.

En lo personal conocí y traté a Pedro Castillo muchos años después de que hubieron acontecido los hechos reseñados por Joel Ortega, cuando, junto con el guionista de cina Raúl Ugalde acompañó a Felipe Martínez Soriano a rendir declaración ante el ministerio público, señalado como presunto autor de un atentado al diario La Jornada, según esgrimiera Miguel Ángel Granados Chapa en la columna “Plaza Pública” Que era editada por el diario en cuestión en la época.

Pocos Años después, tuvo la gentileza de invitarme a una sesión de deliberaciones del denominado Frente Amplio para la Construcción del Movimiento de Liberación Nacional (FAC-MLN), en las que participó el propio Pedro Castillo, la entonces diputada Carlota Botey, José Jackes Medina quién había alcanzado celebridad breve tiempo atrás, al encabezar la llamada “marcha de la fresa”, que convocó a los trabajadores de la “pisca” en California frente a la Casa Blanca en Washington D.C.

En dicha ocasión , ante el señalamiento de buscar la constitución social del movimiento, sugerí se invocara la Ley de Asistencia Privada y el propio Pedro Castillo destacó mi participación de manera por demás elogiosa, señaló : “acabamos de ver un ejercicio muy interesante, en la deliberación se hizo una propuesta de desahogo de una consulta jurídica que nada tiene que ver con la improvisación y el entusiasmo espontaneo sino con estudio y profundidad conceptual, es eso lo que necesitamos”.

En los días que corren, nadie parece recordar lo que constituyó el denominado FAC-MLN ante la política contrainsurgente implementada por la administración de Ernesto Zedillo, en su carácter de eventual brazo legal del Ejército Popular Revolucionario (EPR), constituimos una sociedad a la que, al parecer, pasó del todo inadvertido un verdadero “teatro de guerra civil” en el que vivimos inmersos por aquel tiempo.

El 25, 26 y 27 de agoste de 1996 me encontraba en Huetamo , Michoacán recolectando documentos de nacimiento y matrimonio en el registro civil, de una población que se encontraba completamente ocupada por elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional, situación que llamó mi atención de manera por demás poderosa, a grado tal que pregunté a uno de los jefes de convoy quién con manifiesta amabilidad me contestó que eran meras maniobras de rutina.

La mañana siguiente en la que amanecí ya de regreso en mi dormitorio, desayuné con la noticia de que el EPR había hecho su irrupción de las zonas litorales del país a un año de la masacre del “Vado de Aguas Blancas” en Guerrero, el despliegue de tropas cobró sentido, y la amabilidad del jefe de convoy me dejó en claro que , al menos yo, al aquel momento, no figuraba en lista alguna de sospecha como “elemento disolvente”.

Meses después asistiría a aquella sesión del FAC-MLN, entrar a las instalaciones de la Universidad Obrera parecía la transgresión ante el resguardo de todos los secretos, hasta antes de la denominada Perestroika de Gorbachov , la entrada a dichas instalaciones estaba cerrada a piedra y lodo para todo “profano” que sólo podía ver desde la puerta con barrotes de madera un peculiar vehículo estacionado con placas que lucían caracteres cirílicos.

El mayor acceso al que podía disponerse era a la librería, ubicada en las inmediaciones de una antigua capilla novohispana, y en la que en alguna ocasión adquirí una verdadero joya de la historiografía, el trabajo de un investigador de Harvard llamado Robert P. Millon que lleva por título “Vicente Lombardo Toledano biografía intelectual de un marxista mexicano”; ante tal halo de misterio, entrar por fin al claustro del recinto edificado con toda la pompa del México virreinal, era una sensación como que la que tuvo que vivir Aladino al transgredir la prohibición de contemplar el rostro de la princesa Brudulbudura y de la que quedaría prendado de amores , según narrara Sherezada al Sultán de Bagdad.

Años después de haber recibido la gentil invitación de Pedro Castillo, tuve la suerte y fortuna de platicar sobre los hechos de aquel momento con otro de los hombre clave en los mismos como es a no dudarlo don Tomás Ángeles, pláticas de las que me queda la profunda convicción de que, al parecer, somos pocos, muy pocos, los que podemos erigirnos en testigos de los sucesos que conmovieron los cimientos mismos de un mundo que nos tocó vivir.
albertoperalta1963@unparlamentaria Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa

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