Existen profesiones de riesgo, todos lo sabemos. Subirse a un andamio para trabajar en una construcción, recorrer las calles como agente del orden, ser pescador en la «Costa da morte» gallega, y algunas otras, entre ellas, aunque pueda parecer insospechado, ser Juez o Magistrado.
Sabemos que, en una sociedad demócrata, y del primer mundo, como sería España, además, miembro de la prestigiosa, Unión Europea, nadie tiene porqué tomarse la justicia por su mano. Para eso está el Poder Judicial, dedicado a impartir justicia, ciñéndose a las leyes españolas y europeas.
La labor del Poder Judicial, es la de ser garante del cumplimiento de las leyes en nuestro país, tanto por lo tocante a los poderosos, incluyendo a los Poderes, Ejecutivo y Legislativo, facilitando, asímismo, la paz y la concordia entre los ciudadanos españoles.
Sin embargo, debemos reconocer con tristeza, que los jueces en España, no tienen garantizado un ejercicio de su profesión libre de presiones y amenazas. Lo más triste de todo esto, es que esta violencia contra la judicatura española, a menudo tiene un origen político. Efectivamente, en una nación con tanta corrupción, y tan grave, como en España, los jueces que investigan los robos y las violaciones, por parte de los más poderosos, suelen ser víctimas de un maltrato, para nada propio de una democracia, y de un país civilizado.
No sorprende que las mafias privadas, ejerzan este tipo de intimidación sobre el Poder Judicial, pero resulta grotesco que en una democracia europea, existan mafias políticas, en ocasiones anexas a cargos públicos, y que, las mismas, al verse denunciadas o sorprendidas en sus delitos, se dediquen en cuerpo y alma, a obstaculizar la labor de la Justicia.
Debería ocurrir al contrario, es decir, que las organizaciones políticas, trataran de colaborar con la Justicia, de modo que se esclarecieran los hechos delictivos, para que, por un lado, fueran sancionados los culpables, y, por otro lado, jamás se volvieran a repetir los delitos achacables a partidos políticos, o cargos públicos.
En una democracia, los primeros que tienen el deber de ser ejemplares, son los líderes que representan a los ciudadanos, para que, de tal manera, todos los demás que penden de ese liderazgo, sean igualmente intachables.
Aspiramos a una nación libre de ladrones y de violadores, sobre todo entre el zénit de nuestros políticos, y altos cargos en las instituciones. Dicho anhelo sólo será posible mediante la concienciación dentro de los diferentes partidos políticos, a los que debemos exigir los ciudadanos, con una gran exigencia, que gobiernen para todos, sin marginaciones, sin desfalcos, y respetando los derechos humanos y fundamentales.
FRAN AUDIJE
Fotografía Juan Luis Guedejo
Madrid, España, 7 de octubre 2025.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa.
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