Mario Rey
Hoy “celebramos” el alto al fuego, la firma del Plan de Paz para Gaza, el fin del último genocidio ‒esperamos‒ que la humanidad ha sufrido desde que el homo sapiens se consolidó como la única especie de las varias de la orden de los primates que evolucionaban como ella, gracias al sistemático asesinato del ser diferente, consciente e inconscientemente: regresan a casa los últimos 20 rehenes israelíes vivos secuestrados a sangre y fuego por Hamás el fatídico e “inhumano” 7 de septiembre de hace dos años, “regresan” cuatro de los 28 cadáveres de otros secuestrados ‒es muy posible que varios de ellos no aparezcan‒, después de los 1 200 asesinatos y los 200 secuestros perpetrados por Hamás y los más de 68 000 asesinados por Israel, la mayoría civiles, niños, mujeres y viejos, y regresan también a sus tierras alrededor de 2 000 presos palestinos que buscan el fin de la invasión y el reconocimiento de su país.
Para mí, más allá de cómo se los denomine, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra, crimen de agresión o genocidio, son delitos atroces e “inhumanos” que no deberían existir para resolver los conflictos naturales entre distintos sectores, grupos o naciones y debemos denunciarlos y rechazarlos, más allá de cualquier justificación histórica, religiosa, étnica, política o ideológica, y deberíamos rechazarlos, denunciarlos y hacer todo lo que esté a nuestro alcance, pacíficamente, no sólo para pararlos o evitarlos sino para que nuestros jóvenes y nuestros niños los conozcan y aprendan del inmenso dolor que causan, para que nuestros niños y nuestros jóvenes traten por todos los medios no violentos de que no se repitan, y podamos dar un pequeñísimo paso en la construcción del ser humano mediante la empatía, el diálogo, el reconocimiento del otro como un semejante, tratando de trascender lo “inhumano” que hemos heredado y cultivado en nuestra evolución individual y colectiva como humanos en la búsqueda de la utopía del ser humano que hemos construido y no sólo no alcanzamos sino que impedimos…
Ni los asaltos ni las tomas ni las invasiones ni los secuestros ni las ejecuciones ni los asesinatos ni las torturas ni el hambre ni el dolor ni las armas ni la guerra ni la venganza permitieron avanzar un milímetro en la búsqueda de la paz, la convivencia pacífica y la resolución del conflicto, sólo agregaron inconmensurables cifras de muerte, destrucción, odio, hambre, dolor y deshumanización…
¿Cuántos asaltos más, cuántas tomas más, cuántos secuestro más, cuántos asesinatos más, cuánta sangre más, cuántas vidas perdidas más, cuánto dolor más, cuántas víctimas más, cuánta violencia más, cuánto odio más, cuánta venganza más, cuánta pólvora más, cuántas armas más para alcanzar el Alto al Fuego Universal y un Plan de Paz Universal…?
Sólo el mutuo reconocimiento de la existencia del otro, de los otros, sólo el reconocimiento del derecho a existir de palestinos e israelíes, de judíos, musulmanes y cristianos podrá poner fin a la guerra, la destrucción y el dolor de los dos pueblos hermanos, y de la humanidad.
Hoy más que nunca la idea de dos pueblos, dos naciones o países cobra vigencia: Israel y Palestina, y tantos otros en tantos otros conflictos que padecemos. Esperamos que así sea, deseamos que así sea…
Si el horrible y doloroso genocidio que sufrió el pueblo judío en manos de Hitler y sus seguidores dio origen a la ONU y ciertos principios y mecanismos “humanos” para la resolución de los conflictos entre las diversas naciones y grupos, el genocidio que comete Israel contra los palestinos ha puesto en evidencia que, tristemente, la ONU ha perdido su influencia y su capacidad mediadora y estamos en manos de los señores de la guerra, empresarios y administradores que lucran con la sangre de las víctimas de las guerras y los conflictos que ellos mismos provocan, administran y estimulan en Gaza, Ucrania, Siria, Yemen, Congo, Armenia, Azerbeyán, Somalia, Myanmar, Sudán, India, Pakistán…, el narcotráfico, el hambre, la migración obligada y perseguida, el campo, el mar, los ríos, los muros y las calles… Estamos, ¡ay!, en manos de los señores de la guerra que después del máximo de ganancias de su vampiresca empresa de sangre y fuego entran a continuar su negocio en la no menos vampiresca y lucrativa “reconstrucción”…
¿Qué tendrá que pasar para que la humanidad encuentre una manera de transformar la ONU, antes de que suframos una hecatombe universal, y quizás la desaparición de la especie, por causa de la guerra o el calentamiento global?
No están en nuestros corazones ni en nuestras manos las decisiones que paren la guerra, el dolor y la sangre, pero sí está en nuestros corazones e inteligencia, manos y voces parar el odio y la violencia, reconocer y respetar al otro, indignarnos y mostrar que no están bien, y llevar una gota de agua pura, refrescante y sanadora que alimente la utopía de un ser humano cada vez más humano…, que, a veces, logra milagros, como este alto al fuego y Plan de Paz, resultado no de la bondad de los despiadados hipócritas e inhumanos empresarios de la guerra como Trump o Netanyahu, y sus silenciosos cómplices, hermanos complementarios en otras guerras y conflictos, sino del peso enorme de las protestas en el mundo entero…
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