Nelson Acosta Espinoza
Venezuela 14 de octubre del 2025
Era previsible. El conferimiento del premio Nobel de la Paz a la líder opositora María Corina Machado ha desatado un vendaval de reacciones.
De satisfacción y orgullo en la mayoría de la población.
Desaprobación mezquina entre los adherentes al régimen.
En este grupo resalta un minúsculo número de «intelectuales rodilla en tierra»al servicio del oficialismo.
Un descredito para las artesanías del pensamiento.
Coloboracionistas, a la imágen de los que respaldaron a los nazis en la Francia del régimen de Vichy. Fascistas bolivarianos.
Este particular capítulo de historia que estamos experimentando y padeciendo es ocasión propicia para hacer una distinción entre cultura y civilización.
El proyecto socialista en su versión chavista -madurista ofertan un relato que se cierra sobre sí mismo y se amuraya frente alternativas distintas que subvierten su vocación autoritaria
Su continúo y obsesivo cultivo de esa identidad responde a un repliegue belicoso que pretende blindar lo «nuestro» frente a lo «ajeno». El objetivo es acorazar su discurso ante «otras» expresiones culturales y políticas.
Relato, definitivamente qué hace difícil, por decir lo mínimo, la convivencia y transición hacia una verdadera democracia.
Para alcanzar ese objetivo haría falta o se requeriría del cultivo de la dimensión «civilizacional de la política». Por ahora ausente en sus prácticas políticas.
¿A qué me refiero? Entiendo que diferenciar cultura y civilización, puede resultar un tanto confuso.
En un sentido cultura se identifica con lo propio, lo singular, lo «uno» qué nos hace distinto, diferente a lo «otro».
En lo cotidiano se llama culta a una persona que conoce sus propias tradiciones, pero sólo es civilizado «a quien desde su propia cultura aspira a reconocer, fomentar, reconciliar lo que tiene en común con todos los seres humanos».
El reto es «potenciar la civilización a partir de cada una de las culturas y no cada cultura en detrimento de la común civilización».
El fascismo, el bolivarianismo y la revolución cubana (Che Guevara) intentaron «universalizar» su «particularidad» política y cultural.
Ensayo que murió en una humilde escuela en la Higuera, Bolivia.
Conocemos sus trágicos y dramáticos resultados. Los venezolanos lo estamos experimentamos desde hace 25 años.
La próxima experiencia democrática, la que simboliza María Corina Machado, las viejas determinaciones tradicionales tendrán peso, pero sin asfixiar y subvertir lo nuevo por nacer.
Apuesto por una «pluralidad de hábitats de significados» que se solapen y coexistan dentro de las distintas áreas culturales.
Propuesta del destacado pensador Z. Bauman (1925-2017).
Lo universal (civilización) se hará realidad a través de su adaptación consensual a nuestras particularidades culturales.
Este trastorno que padecemos es producto del necio intento de dotar a una particularidad cultural (socialismo) de una universalidad civilizacional.
Esfuerzo históricamente fallido y responsable de innegables sufrimientos.
La profileracion de «hábitats de significados» personales que se solapen y coexistan dentro de los distintos ambientes culturales y su proliferación armónica ha de ser el signo civilizacional de lo que con certeza está por venir.
Después de esta fallida experiencia autoritaria la diversidad armónica de las diferencias será la marca civilizacional que aspiramos.
Finalmente, hablar de cultura y de civilización implica, necesariamente hablar de educación.
Sin universidades (cultura) la civilización será un sueño impotente.
Sombras oscuras que entenebrece nuestro presente.
Carajo, suficiente, es suficiente.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
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