PERSECUCIONES POLÍTICAS

La verdad es que, a mí, cuando alguien me cae mal, o no le soporto, la actitud que suelo guardar es la de distanciamiento de tal persona. Si el individuo en cuestión escribe, o no concuerdo con sus opiniones o criterios, pues ni le leo, ni le trato.

Nunca se me ocurre perseguir a tal persona, con la finalidad de hacerle daño, o de hacerle imposible la vida, por simple respeto que considero nos debemos entre seres humanos, y, máxime, cuando somos ciudadanos de una misma nación, es decir, compatriotas.

Hacer daño a otro semejante, por puro divertimento, o por mero placer, está indicando un trastorno psicopático, u homofóbico, que se podría hasta generalizar, afectando a todo un grupo u organización social. Hablamos, por ejemplo, del caso de la Alemania Nazi, cuando el propio Estado alemán, buscaba manipular la idiosincrasia popular de los alemanes, de manera que estos se volvieran más agresivos y crueles. El propio personal de la Gestapo, era seleccionado de entre caracteres rudos, agresivos, y sin escrúpulos algunos para hacer cualquier tipo de daño.

Se trata de no dejarse arrastrar por las manipulaciones políticas, utilizando nuestro intelecto para discernir los asuntos que nos plantea la vida, y la propia política, esta última con ánimo instrumentalizador, a modo de la consecución de objetivos, a menudo poco nobles, y, las más de las veces, restrictores de los derechos de terceras personas, pero de los nuestros propios también.

Vamos a llamarle, al pan, pan, y al vino, vino. Y es que tenemos la obligación de defender a cualquier compatriota que se encuentre en apuros. Los apuros de los compatriotas, podrían estar generados por estúpidas persecuciones, que suelen ser impulsadas desde el poder político, aprovechando, cobardemente, situaciones de vulnerabilidad e indigencia, con fines de agresión y de marginación, completamente inaceptables desde cualquier punto de vista.

El poder, en idénticas manos demasiado tiempo, puede cambiar las intenciones buenas «a priori», no sólo del titular del mismo, sino de todo el corolario de personajes que pululan alrededor.

Ofreciendo un ejemplo gráfico, la corrupción política viene a actuar de forma parecida a la salida del concesionario de automóviles, de un coche, el cual va perdiendo paulatinamente su valor inicial de venta, hasta llegar un momento que, prácticamente, carece de valor, y se lleva al desguace. De igual manera, los políticos, en sus inicios, son muy prometedores, y despiertan grandes expectativas. Pero, a medida que entran en el juego del poder, van perdiendo enteros, y terminan por defraudar al pueblo, si es que no se retiran a tiempo de la vida pública.

FRAN AUDIJE
Fotografía Juan Luis Guedejo
Madrid, España, 5 de noviembre del 2025.

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa

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