Escucho, a menudo, el lamento de descendientes de los derrotados y damnificados por los estragos de la cruenta y odiosa guerra entre compatriotas españoles, durante el periodo, 1936-1939.
Son lamentos que, hasta cierto punto, puedo entender y asumir. Sin embargo, no me encaja tanto ese odio recalcitrante todavía, después de casi un siglo de librarse tan traumática guerra.
De acuerdo en los argumentos justificativos que emplean unos y otros. En ambos bandos se cometieron matanzas, y se perpetraron salvajadas. Se torturó, se traicionó, se destruyó, se opromió, se asesinó, se pasó hambre…
Siempre he mantenido que un Ejército logró doblegar a otro, pero España, una vez más, constituida en enemiga de sí misma, cayó derrotada por el triunfo del odio fraterno, y de la insolidaridad de un pueblo empobrecido, económica y culturalmente, que trató de arreglar la Historia, equivocadamente, marginando y oprimiendo a los que consideraba fuente de su miseria, los cuales emprendieron su defensa, sublevándose contra los que veían como sirvientes y enemigos, cuando solo eran personas, compatriotas, y buscadores de un pan y de una libertad, que, injustamente, no podían disfrutar.
Aún comprendiendo las razones, y los sentimientos, desbordados desmesuradamente por las pasiones, debemos pararnos a pensar, y hacer oídos sordos de aquellos que nos azuzan contra nuestros compatriotas, que no dejan de ser hermanos, siendo de tal manera cómo deberíamos considerarlos.
Una cosa es la equivocada e interesada estrategia política, porque busca con ahínco ganar el poder, sin tener en cuenta tantas problemáticas nacionales, solo capaces de resolverse desde el abrazo y el apretón de manos, y otra muy distinta, es la realidad de que aquel tiempo aciago de la Guerra Civil, ha dejado su circunstancia descolgada en el tiempo, y, durante ese casi siglo transcurrido, se acometieron una serie de transformaciones, sociales, económicas, y políticas, que nos han beneficiado a todos los españoles, de tal manera que se ha instituido un bienestar generalizado sin precedentes.
El rencor y el resentimiento, han dejado de ser operativos, y si nunca construyeron nada, ahora van a construir mucho menos. Lo que están logrando esas bajas pasiones, es volvernos a enfrentar sin motivo justificado, y están inutilizando el esfuerzo que tantos hacen por construir un país de todos y para todos, sin excepciones.
Solo las naciones unidas y en concordia, logran avanzar y hacerse grandes, en la Comunidad Internacional.
España no necesita más iluminados que fomenten sus intereses personales y de partido, excluyendo a todos aquellos que no le son simpáticos. Necesitamos hombres y mujeres cabales, en la dirección de los derroteros sociales. Hombres y mujeres que sepan gestionar con honradez, los asuntos públicos, y que sepan, y estén dispuestos, a dejar de manipular la intimidad de sus ciudadanos, lugar donde se fragua la libertad de los individuos, y del pueblo.
FRAN AUDIJE
Fotografía Juan Luis Guedejo
Madrid, España, 9 de noviembre del 2025.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentariaEuropa
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