Por Andrea Serna
Fotografía cortesía.
Morelia,Michoacán, 10 de noviembre del 2025
La presentación del Plan Michoacán por la Paz y la Justicia, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y acompañada por el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, no fue un acto más de gobierno. Fue una declaración política y moral. En un país donde durante décadas la seguridad se entendió como guerra, este plan devuelve al Estado su sentido humanista: proteger la vida, garantizar derechos y reconstruir el tejido social.
El Plan Michoacán contempla 12 ejes de acción y una inversión superior a 57 mil millones de pesos. No se trata de una cifra más en el discurso: es una apuesta política. Solo en 2026, más de 37 mil millones de pesos se destinarán a becas y programas de Bienestar, beneficiando a 1.5 millones de michoacanas y michoacanos. Ahí radica el corazón del humanismo mexicano: combatir la desigualdad desde la raíz, a través de infraestructura, seguridad, educación, programas sociales, salud, vivienda y trabajo digno.
La presidenta Sheinbaum lo resumió en una frase que bien podría marcar la diferencia con otros gobiernos: “La seguridad y la paz son fruto de la justicia.” Y en esa frase hay una ruptura, porque durante casi dos décadas, la política de seguridad en México se entendió como una guerra sin tregua ni estrategia social. Calderón, Peña Nieto, García Luna… los nombres ya se conocen. Los resultados también: violencia multiplicada, instituciones fracturadas, comunidades abandonadas.
El Plan Michoacán intenta otra ruta: la de la reconstrucción social. Hablar de paz en un estado que ha sido epicentro de conflictos armados, desplazamientos y miedo cotidiano no es ingenuidad, es una declaración política. Se trata de pasar de la contención al acompañamiento, de la fuerza al cuidado.
El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla lo ha dicho también sin tapujos: el plan no impone, coordina. Michoacán invertirá más de 2 mil 700 millones de pesos para reforzar la seguridad, la salud, el campo, la cultura y los espacios para las juventudes. La apuesta será conjunta entre Federación y Estado, caminando sobre un mismo objetivo: devolver la paz y la justicia a Michoacán.
Por supuesto, al presentarse el Plan Michoacán no faltaron las reacciones. La oposición respondió como suele hacerlo: con escepticismo, con frases hechas, con la memoria selectiva de quienes olvidan que fueron ellas y ellos quienes convirtieron la seguridad en un campo de batalla. Hoy acusan improvisación; ayer justificaron el fuego. Las y los michoacanos tenemos memoria.
En el fondo, este plan no es solo una estrategia de seguridad. Es una estrategia por reconstruir la confianza social. Por recordar que el humanismo mexicano, esa idea tantas veces citada y pocas veces entendida, no es un lema, sino una ética pública: el poder como servicio, la justicia como derecho y el bienestar como garantía. Quizá por eso el acto tuvo el aire de un punto de partida. Entre el ruido del golpeteo político y el cansancio de la violencia, Michoacán vuelve a intentarlo. Con otro método, con otro tono, con otra mirada.
Y si la historia sirve de guía, tal vez ahora la paz, esa palabra tantas veces usada en vano, empiece a tener sentido. Porque, al final, la paz no es ausencia de conflicto, es presencia de justicia.
Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores. @UnidadParlamentaria
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