La palabra «Facha», o «Fascista», es un adjetivo calificativo que ha adquirido prestigio, y una inmerecida confianza de veracidad intrínseca, sobre todo cuando quien lo profiere es algún líder, o personaje cualificado, encuadrado en la izquierda política.
Cuando esto sucede, es decir, que se agrede a otra persona, o que se califica determinado suceso, bajo la cualidad del término, «Facha», se tiende, de manera bastante contundente, a creer a pies juntillas, en la aseveración de todo lo que implica ser señalado por dicha palabra, o palabrota, la cual, literalmente, aplasta a todo lo que viene señalado de tal manera.
Ya no solo por este término, en sí mismo condenatorio, sino por gestos corporales perfectamente expresivos de todo lo que comporta, como es el brazo en alto, con la mano extendida, automáticamente asociado a épocas de horripilante recuerdo, como la Alemania hitleriana, o la Guerra Civil desencadenada por la sublevación militar franquista.
La condena, pues, de ser llamado, o de ser calificado, como «Facha», sin mayores explicaciones o justificaciones, de carácter racional y razonado, supone una losa de completo desprestigio, para los tachados de tales, porque, como hemos dicho, el término ha adquirido un prestigio de veracidad intrínseco, que se multiplica exponencialmente, cuando sale de la boca o de la pluma, de líderes o personajes de la izquierda, lo cual me parece injustísimo, porque supone dar por sentado un orden en las cosas, sin necesidad de pruebas que lo demuestren.
Ser facha o ser fascista, es ser todo aquello malo, que te puedan adjudicar, especialmente relacionado con la ideología de izquierdas, que los adeptos a la misma, suelen interpretar como la solución a todos los problemas de todo el mundo, y los fachas, como la mayor amenaza a esta salvación de tipo mesiánico, que parecen llevar en la conciencia los que se tildan de izquierdas.
Como te consideren facha, sin mayores demostraciones, que situarte bajo el improperio de un término tan tirano, estás perdido, y te verás encerrado en una cárcel sin barrotes, porque no fuiste juzgado por un Juez legalmente revestido para enviarte a una cárcel física, sino por jueces mucho más severos, a los que masas enteras de populacho, han otorgado una credibilidad ciega.
Para terminar, solo una advertencia: A menudo, aquellos que blanden el fascismo como escudo y espada de su defensa política, suelen pecar de una incoherencia práctica, que choca frontalmente con su ideología, repleta de nobleza, en muchos casos, y que los posiciona en un fascismo mucho más realista, que del que ellos pretenden acusar a otros, sin pruebas fehacientes, más allá del valor cuasi mágico, que barre a quienes son sepultados, con la sola indicación de que son fachas.
FRAN AUDIJE
Fotografía Juan Luis Guedejo
Madrid, España, 28 de noviembre del 2025
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