Por: Raúl jiménez Lescas

Hace muchos, pero muchos años, cuando era joven, más joven que hoy y bello, bueno, bello no, sino socialista desbocado, conocí al artista Vlady, que en realidad se llamaba Vladímir Víktorovich Kibálchich Rusakov.

Cuando nos dijo a un grupo de desbocados jóvenes socialistas que su padre fue el gran revolucionario Victor Serge, muchos se desmayaron. Yo no, porque llevaba el alcohol en la mano por sí se necesitara. Era del 96, no sean mal pensados.

Hablaba como pintaba, hasta con los codos y tan artístico, que se nos cae la baba. Era muy belga y muy ruso, imagínense. Nos decía que él no nació en San Petersburgo, sino en Petrogrado por ahí en 1920, es decir, que el belga-ruso, en realidad era hijo de la Revolución Soviética (aprovecho la ocasión para ajustar cuentas con el gran H. Carr, que le llamó a la Revolución Bolchevique).

Era impactante su figura: con la gorra de Lenin, su camisa rusa, una barba casi transparente, y un cinturón de pintor que lo delataba a larga distancia. Se movía como pintaba: con las manos.

Así que después del choro mariador, pero cool, nos invitó a su casa en Cuernavaca, Morelos. Le tomamos la palabra y organizamos un Campamento de Jóvenes Socialistas (como los Scouts) con su sobrino tan querido por todos nosotros: le decíamos Antolín y también tenía una flor socialista por novia. Fue un extraordinario fin de semana socialista en cuerna, la eterna primavera.

Vlady cerró el campamento con otro choro mariador, pero muy cool. De esos jóvenes socialistas… Creo que solo sigo chateando con Eduardo Alvarado Tapia y Gonzalo Herrera. Quizá ellos tengan mejor memoria que yo.

Dejé de ser joven, pero sobre todo, socialista desbocado… Ahora sólo soy socialista, humanista, respetuoso de la igualdad sustantiva y la diversidad sexual, intercultural, ecologista, enemigo del dogmatismo ideológico y, lo optimista, no se me quita, quizá la muerte pueda lograrlo y está por verse.