La Última Cena de la URSS


Por: Raúl Jiménez Lescas
correo: rjlescas@gmail.com

Morelia, Michoacán, 31 de agosto del 2022

“El final se acerca ya, lo esperaré serenamente” canta el verso de una canción ampliamente difundida en varios idiomas. Paul Anka no se refería, obvio, a la agonía de la Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS), sino a otras vidas. Pero nos sirve para ilustrar el final de la todopoderosa Unión Soviética en 1991.

Los católicos pueden argumentar, no sin razón, que Mijaíl Gorbachov escogió el día de Navidad para renunciar. No tienen razón, porque en la extinta URSS no se conmemoraba la Navidad como en Occidente, sino que para los grupos religiosos esa fecha es el 7 de enero, después de los Santos Reyes para Occidente. Fue el 25 de diciembre de 1991, cuando Mijaíl Gorbachov anunció su dimisión como primer y último presidente de la Unión de Repúblicas Soviéticas. Así fue cerrado un ciclo de 74 años de existencia del poderoso Estado Soviético nacido de la Revolución Soviética del 7 de noviembre de 1917 (Revolución de octubre según el viejo calendario Oriental).

No voy a recordar toda la historia de la degeneración del Estado Soviético combatido por la “Oposición de Izquierda” del Partido de Lenin (Bolchevique), porque me llevaría 74 años y, al menos, un tomo por cada año. No. Vamos de prisa, el año es 1985. Fue designado por el “Politburó” secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y primer mandatario de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) el tal Mijaíl Gorbachov, que en paz descanse. Fue, además, el primer líder soviético nacido tras la revolución de 1917, nos recordó Josep Maria Casals, Director de Historia National Geographic.

Gorbachov, ya en el poder, impulsó la “perestroika” (en ruso перестройка o reestructuración), que consistía en una “reforma política y económica” para que cambiara algo y todo siguiera igual (Lampedusa dixit). Así como la transparencia o Glasnot. La URSS estaba totalmente degenerada por una enorme burocracia política “comunista” que, algunos historiadores y analistas, señalan que eran 10 millones de funcionarios y sus familias, con enormes privilegios, mientras los “proletarios” sufrían de carencias no propias del “socialismo”.

Ese modelito burocrático no podía seguir existiendo porque era un cáncer para la sociedad soviética. Eran parásitos chupando del cuerpo social. León Trotsky lo alertó en 1929 pero nadie le hizo caso. Así le fue: lo expulsaron de la URSS, le quitaron la nacionalidad para que ningún país lo recibiera y lo condenaron a viajar por el planeta sin visa, porque no tenía nacionalidad. “No soy de aquí, ni soy de allá…” podía haber sido su canción, pero Facundo Cabral aún no había nacido.

“A finales de 1990, -dice Josep Maria Casals- las reformas habían dislocado la estructura económica de la URSS y deteriorado el nivel de vida de sus habitantes, mientras que las elecciones democráticas habían dado el poder a políticos nacionalistas. La mayoría de las repúblicas soviéticas se habían declarado soberanas, como había hecho en verano de ese año el parlamento de la República de Rusia, presidido por Borís Yeltsin, y tenían ante sí dos posibilidades: permanecer dentro de la Unión, pero mediante un nuevo acuerdo, opción por la que se decantaron Rusia y Ucrania, o bien declararse independientes, como habían hecho las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania.” Una crisis anunciada por el archienemigo de Stalin: León Trotsky, pero no le hicieron caso. Un campanazo fue la dimisión de Eduard Shevardnadze, ministro de las relaciones Exteriores desde 1985 y artífice de la política exterior de la perestroika. ¿El día? 20 de diciembre de 1990. Las tropas soviéticas se retiraron de Afganistán (el Vietnam ruso). Luego la caída del Muro de Berlín. Alemania empezaba a reunificar y las tropas soviéticas se empezaron a retirar de la Europa Orienta, el famoso Pacto de Varsovia contrapuesto a la OTAN de Occidente. Las Repúblicas Bálticas se convulsionaron en Armenia, Georgia y Azerbaiyán en abril de 1989 y enero de 1990. La República de Armenia declaró su Independencia el 21 de septiembre de 1991.

La suerte estaba echada. Pero el parto sería muy doloroso:
“Vladímir Kryuchkov, jefe del KGB (el Comité para la Seguridad del Estado, que incluía los servicios de inteligencia y la policía secreta); el general Dmitri Yázov, ministro de Defensa, y Anatoli Lukyanov, presidente del Soviet Supremo, a quienes Gorbachov había otorgado su confianza (Lukyanov fue su compañero de estudios), eran, junto con Oleg Baklánov, dirigente del complejo militar-industrial soviético, los hombres más poderosos de la línea dura, y sería en su entorno donde fraguase el golpe pronosticado por Shevardnadze [ex ministro de las relaciones Exteriores]. En enero de 1991, la facción conservadora utilizó su poder para descargar su primer golpe. En Lituania, a las dos de la madrugada del día 13, un Comité de Salvación Nacional constituido por funcionarios leales a Moscú se hizo con el poder con el apoyo de militares soviéticos y fuerzas del KGB. Las tropas dispararon a los manifestantes en la torre de televisión de la capital, Vilnius, y hubo 14 muertos. En Riga, capital de la vecina Letonia, las fuerzas del Ministerio del Interior causarían cinco muertos el 20 de enero. Gorbachov había autorizado a Kryuchkov y Yázov a tomar las medidas necesarias para reprimir el movimiento independentista, pero negó haber autorizado el empleo de las armas. Sin embargo, quedó asociado a la masacre; para muchos que creían posible la reforma del PCUS, lo acaecido en enero marcó el final de su confianza en el líder soviético.”.

Occidente estaba feliz: se derrumbaba el Muro Soviético con toda y la URSS que lo apuntalaba tras los acuerdos de Yalta y Potsdam (4 al 11 de febrero de 1945, en la Península de Crimea, entre: el inglés Winston Churchill, el gringo Franklin Delano Roosevelt y el monstruo Stalin). Los occidentales no saben o hacen que la Vírgen les habla pero el bloque soviético fue bendecido por el inglés Winston Churchill y el gringo Franklin Delano Roosevelt, para terminar la Segunda Guerra Mundial y aplastar a los alemanes nazis.

La comedia de las equivocaciones (Shakespeare dixit)

Para entender este enredo de equivocaciones, mejor dejemos que otro lo explique con paciencia y sin apasionamientos:
“Las tensiones generadas por la firma del START en el seno del PCUS y el complejo militar-industrial se agravaron con la nueva arquitectura institucional que se preparaba para la Unión Soviética y que supondría el final del poder del PCUS sobre el Estado. En marzo de 1991 se había celebrado un referéndum promovido por Gorbachov sobre un nuevo Tratado de la Unión que el líder soviético había propuesto en verano del año anterior. La consulta fue boicoteada por las tres repúblicas bálticas y por Armenia, Georgia y Moldavia, pero la mayoría de los votantes en las otras nueve repúblicas manifestaron su deseo de seguir en una Unión Soviética renovada. El 29 de julio, la víspera de la visita de Bush a Moscú para firmar el START I, el propio Gorbachov, Boris Yeltsin, ahora presidente de la República de Rusia, y Nursultán Nazarbáyev, presidente de la de Kazajistán, llegaron a un acuerdo sobre un nuevo tratado de la Unión que debería firmarse el 20 de agosto y que convertía a la URSS en una federación descentralizada de repúblicas independientes que sólo tenían en común un presidente y la política militar y exterior.
Ello, sumado a las elecciones libres, suponía el fin de la hegemonía del PCUS. Durante la reunión, Yeltsin dijo a Gorbachov que los elementos más conservadores de la cúpula dirigente estaban haciendo todo lo posible por impedir la transición a una democracia genuina y una economía de mercado, y afirmó que Yázov y Kryuchkov estaban absolutamente en contra del Tratado de la Unión. Nazarbáyev, que estaba de acuerdo con Yeltsin, añadió a la lista los nombres de Lukyanov y y el presidente del Consejo de Ministros, Valentín Pávlov. Gorbachov, Yeltsin y Nazarbáyev estuvieron de acuerdo en que tendrían que ser reemplazados. Gorbachov afirmó que lo haría después de la firma del Tratado, aunque dijo que los personajes denunciados “no son tan malos como creéis”.
En ese momento, Yeltsin se levantó de la silla y salió al balcón, y Gorbachov y Nazarbáyev le preguntaron qué estaba haciendo. “Comprobar si nos vigilan”, replicó, una respuesta que mereció las carcajadas de sus interlocutores, increíblemente incautos. Porque la conversación fue grabada por la KGB y su conocimiento fue determinante para que quienes iban a perder el poder se decidieron a dar un golpe de Estado.”

El Golpe de Estado

Gorbachov ante la crisis se fue de vacaciones desde el 4 de agosto y corrió con toda la familia a Crimea, lugar divino para vacacionar. La península ofrece paquetes deliciosos para los turistas. Tras 15 días, planeó regresar a Moscú el día 20 para firmar el nuevo Tratado de la Unión. Los “golpistas”, en cambio, no se fueron de vacaciones ni a las afueras de Moscú: ahí estaban conspirando Yázov, Kryuchkov, Pugo y Pávlov, que se les brilló la mente al cooptar al vicepresidente de la URSS, Gennadi Yanáyev, para la “institucionalidad”.

El 18 de agosto se constituyó el “Comité Estatal para el Estado de Emergencia”, que tenía como Misión y Visión (nótese el toque académico) asumir el poder porque el tal Gorbachov estaba enfermo. No estaba enfermo, estaba en crisis personal, política y de vida, la cual es la más difícil, las demás, como sea se resuelven. Tarde o temprano.
Oleg Baklánov, fue a buscarlo a Crimea para convencer al mandatario todopoderoso de asumir el golpe de estado; Mijael, se negó, eso dicen los historiadores, pero a mi nada me consta, estaba en México siguiendo las noticias y el internet no era bueno.

Los sucesos fueron más o menos así: “Unidades militares y del KGB convergieron en Moscú, adonde fue también Yeltsin, que pudo entrar en la capital porque los golpistas creían que se uniría a ellos, dado que Gorbachov era su adversario político (ambos mantenían un duro pulso por el control del Estado). Sin embargo, Yeltsin encabezó la resistencia al putsch desde la Casa Blanca, sede del Parlamento de la República de Rusia, rodeado por miles de manifestantes que rechazaban el golpe. De todos modos, el asalto parecía inevitable. Yeltsin, que tenía previsto refugiarse en la cercana embajada de EE. UU. en caso de que se produjera el ataque, cambió de opinión a última hora y con ello se convirtió en el héroe de la resistencia democrática. Cuando los jefes del golpe decidieron asaltar el edificio, los comandantes militares, secundados por los del KGB, se negaron a obedecer las órdenes o las eludieron. La resistencia popular y el rechazo de los militares a emplear las armas contra el pueblo hicieron fracasar la intentona el 21 de agosto, y Gorbachov volvió a Moscú. Pero su posición política se había debilitado irremediablemente a causa de su eclipse durante el golpe, que incluso llevó a pensar que lo había secundado, mientras que Yeltsin salió fortalecido como líder indiscutible de la oposición democrática.

¿Qué paradoja de la Historia? El 21 de agosto pero de 1940 mataron a Trotsky los estalinistas y lo celebraron como sí fuera el triunfo de la Segunda Guerra Mundial contra Hitler. C’est la vie!, dicen los franceses. La Historia siempre te cobra la factura estés o no en el SAT: Gorbachov tuvo su “piolet”; Trotsky uno de fierro; el de Gorva… de Estado; el del viejo León en Coyoacán, México; el de Gorba en Moscú.

Se derrumban los ídolos. Según la prensa: “Todos los emblemas del PCUS y las efigies de Marx, Engels y Lenin han desaparecido del recinto del Congreso de los Diputados del Pueblo de la Unión Soviética, reunido el 2 de septiembre de 1991 para abordar los cambios que tenían lugar tras el golpe de Estado.”.

Los ídolos se derrumbaron, porque eran de bronce no de ideas. Las ideas no se derrumban se evaporan, pero no se derrumban; los ídolos sí se derrumban, porque son monumentos de bronce, que para nada sirven, algunos ni para adornar una calle, es una costumbre muy romana, católica, poner ídolos o santos para ser adorados, ya que dice el refrán popular: “Santo que no es visto, no es adorado”.

La última cena
Todos tenemos nuestra última cena. No es una tradición judeo-cristiana. Todos los humanos cenamos por última vez en nuestras vidas. La mía será con caviar relleno de faisán, vino espumoso y, sí se puede, reunir a The Beatles para escucharlos por última vez. Ya sé. No será posible ni una ni la otra. La del tal Gorbachov fue un poco ingrata. Tenía que atender la “Cumbre de Almaty” y preparar su discurso de dimisión. Fue una mañana fría del 23 de diciembre. Le quedaban 24 horas o menos. Yeltsin, tenía prisa y deseaba liquidar la URSS, para que Rusia ocupará el asiento del Consejo de Seguridad de la ONU y el control del arsenal nuclear. Al disolverse la URSS, Rusia sería el pivote de una nueva Federación de Naciones, pero Ucrania no estaba interesada, ya lo sabemos.

Llegó la Navidad. El 25 de diciembre, Gorbachov se dirigió al país por televisión para anunciar su dimisión como presidente de la URSS. Recuerda la prensa mundial: “Para Occidente, el discurso tuvo lugar el día de Navidad, pero no para los rusos y ortodoxos, que celebran esta festividad el 7 de enero. Como Yeltsin controlaba la antigua televisión soviética, fueron las cadenas estadounidenses ABC y CNN las que recogieron el final de la URSS. Al ser Navidad, a los colaboradores de Gorbachov les costó establecer contacto con Bush –que estaba con su familia– para que hablara por última vez con él como presidente de la Unión Soviética. La conversación (que tuvo lugar a las 10 de la mañana de Washington, las 5 de la tarde en Moscú) fue grabada por la ABC. Y la pluma con que Gorbachov firmó los decretos de renuncia se la dieron los norteamericanos: su bolígrafo no escribía bien y el presidente de la CNN le prestó su Montblanc. El discurso en el que anunciaba su dimisión como presidente, que empezó a las 7 de la tarde (hora de Moscú), fue transmitido a la URSS por la televisión estatal soviética, y al resto del mundo por la CNN.”

Gorbachov cerró su discurso de dimisión a las 7:12 y, luego se arrió la bandera soviética. La bandera roja, entonces, se arrió el 31 de diciembre por última vez y reemplazada por la antigua bandera tricolor (blanca, azul y roja) de época zarista. El Zar muerto, había resucitado al menos en bandera.

Yelsin furioso y con Vodka

El presidente de la República Rusa, Boris Yeltsin, se puso furioso, eso dicen los que estuvieron ahí. Yo creo que sí. Porque Gorba… no mencionó el traspaso del poder a Yeltsin, es decir, a los rusos. Y, para colmo de males, quería que fuera por referéndum, tras 7 décadas de antidemocracia, el tal Gorba quería un referéndum (en México se llama consulta Ciudadana). No pues… Gorba… en ¿qué país vivías?

Recordó la prensa: “Un airado Yeltsin se negó a recoger el maletín nuclear –el medio por el que el jefe de Estado podía ordenar un ataque (en su lugar envió al mariscal Sháposhnikov)– y ordenó arriar aquel mismo día (y no el 31, como estaba previsto) la bandera que ondeaba en el antiguo palacio del Senado, sobre la cúpula de la sala Sverdlovsk o de Santa Catalina.” La prensa notificó: “Gorbachov quería quedarse como recuerdo la bandera arriada, pero se la llevaron los guardias del Kremlin, que ya obedecían a Yeltsin. Ningún jefe de Estado de la nueva CEI llamó a Gorbachov, pero sí lo hicieron el británico John Major y el alemán Helmut Kohl, además de Hans-Dietrich Genscher, ministro alemán de Exteriores. Luego, Gorbachov cenó con sus colaboradores y dejaron el Kremlin en la madrugada del día 26, cuando en EE. UU. aún era Navidad.”.

La última cena fue el 26, no el 24 como en Occidente. Eso no le importó a Gorba… fue su última cena en el Kremlin.
Que en paz descanse.


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Un comentario en “La Última Cena de la URSS

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