Las lágrimas derramaron mi TV de bulbos.

Mi recuerdo cuando vi llorar a José López Portillo
Por: Raúl jiménez Lescas
Correo: rjlescas@gmail.com

Morelia, Michoacán, 1 de septiembre del 2022

1o de septiembre pero de 1982. ¿Quiénes vieron llorar a un presidente de la República? No sé tú pero yo… lo quiero repetir dice la canción de Armando Manzanero. Yo vi llorar al presidente ante mis ojos, claro, ante mi TV de bulbos marca Skylab, que ya desapareció por la competencia capitalista. Los chicos son devorados por los grandes.

El presidente que nacionalizó la banca y controló los cambios en 1982 en realidad se llamó José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco (Ciudad de México, 16 de junio de 1920-, 17 de febrero de 2004). Para los comediantes y cuates: “Agarren a López por Pillo”. Y tenía un gran amigo: el “Negro Durazo”, policía “chino” de negra historia como su apellido. Era temible y se construyó un “partenón” grotesco pero imitando a los griegos.

México sufrió su enésima devaluación del peso. ¡Nos saquearon!, no lo volverán a hacer, dijo el presidente chillando como niñito. ¿Quién se lo creyó? Yo no, claro, pero los priístas lloraron con él, yo los vi… así de agachados estaban, así de arrastrados fueron, así de tapetes se ponían para que los pisaran, una y otra vez, ninguna dignidad. Eran disciplinados, eso hay que reconocerlo: lo que diga el señor presidente. -¿Qué hora es?- pregunta el presidente. “Lo que usted diga, señor presidente”.

Los comediantes se burlan del llorón: “Agarren a López por Pillo”, decían. No obstante, a la distancia, hay que ver que fue el quiebre del “Estado de Bienestar” del modelo de la posguerra (1940-1982). Iniciaría meses después el modelo neoliberal con Miguel de la Madrid Hurtado como pivote de la maquinaria estatal (1982-2018). Lo primero que hizo el nuevo presidente MMH (los estudiantes decían: Muerte Miseria y Hambre o sea MMH) fue regresarles el 34% de las acciones a los banqueros nacionalizados.
“López por Pillo” dijo, sin pelos en la lengua: Nos saquearon más que los españoles en 3 siglos. ¿Es cierto esa afirmación? No lo creo, pero es contundente: los empresarios mexicanos sacaron todo su dinero y especularon con el peso mexicano que se devaluó y, devaluó al presidente. Luego los priísta dirían: “Presidente que devalúa, se devalúa”. Tenían razón. López por pillo devaluó el peso para que su sucesor MMH no se devaluara. Eran una buena maquinaria, aceitada, afinada, con el servicio hecho y los niveles de motor checados por un técnico. Funcionaron bien, dentro de lo que cabe desde que su abuelo Plutarco E. Calles decidió formar el partido, ahora PRI en decadencia.

También tuve la fortuna de ver llorar a Manuel Espinosa Yglesias (Puebla, 9 de mayo de 1909 – Ciudad de México, 8 de junio de 2000), ese prominente bancario nacionalizado por decreto presidencial. Lloró mediante un desplegado de prensa. Yo lo leí. Decía que era el primero en llegar al banco y el último en irse, apagando la luz y cerrando la puerta. Se lo creo. Las ganancias son ganancias. Sí hay que abrir la puerta y ser el que la cierra, pues hasta yo me anoto. Pero secó sus lágrimas cuando el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado lo indemnizara con base en su valor en libros y, Bancomer, claro fue el banco de mayor valor al momento de la expropiación. ¿Quién seguiría llorando como chiquillo? Ni Espinoza Iglesias.

Todos lloraron. El país entero llorando lágrimas de cocodrilos. Los pobres se jodieron otra vez: la devaluación los dejó en la calle, llorando pero por otras razones. México devaluado. El peso en la ruina, la nación en bancarrota. Pero el PRI ganó, como era costumbre, las elecciones con amplio márgen. Madero despuntó y Martínez Verdugo, se dijo sacó dos millones de votos. Algo es algo.

Nuestra organización política tenía un diputado federal, René Rojas, que fue crítico de esa “nacionalización bancaria y de control de cambios”. Los comunistas se marearon (como siempre) y salieron a apoyar al “llorón”. Organizaron una marcha al estilo de la CTM para “darle gracias al señor presidente”. Nos daban lástima, pero los disculpo porque cuando te mareas, hay que agarrarse de lo que sea para no derrumbarse.

Escribí con otros colegas mi primer libro: ¿A dónde va México?, que no queda más que mi ejemplar en mi biblioteca. Ahí analizamos las razones para la nacionalización bancaria, sin hacer mofa de las lágrimas portillanas, era un libro serio. Toda la izquierda se nos echó encima porque apoyaban al llorón… Yo, no, nunca creía en el PRI, menos ahora, dice la canción. Aunque lloren su desgracia, desgraciados son, por vender a la Nación.

José López Portillo fue una comidilla presidencial: andaba con una “teibolera” de la farándula, que estaba bien dotada y luego fue su segundo matrimonio (dicen que le pegaba al llorón); su hermana tenía creencias raras y hacía ritos raros; su ex esposa (Carmen Romano), lo demandó… El también ex presidente LEA (o sea Luís Echeverría Álvares lo criticó) y, como era JLP hombre culto respondió: “¿Tú también Luís?”.
En fin. Hombre escándalo que los priistas se lo aguantaron y lo defendieron como soldados que eran del “señor presidente”. Luego cayó en desgracia, los hijos y la esposa lo demandaron. Estaba tan pobre, eso dijo, que envasó su propio tequila para sacar la “quincena”. Luego apareció en sillas de ruedas y volvió a llorar su desgracia. Sufrió diabetes y embolia en 1996. Tuvo todo tipo de problemas legales en 1997 (demanda que interpuso y ganó en contra de la periodista Isabel Arvide al insultar ésta a su cónyuge y cuestionar la paternidad de sus hijos menores en un artículo) y el proceso de divorcio de Sasha Montenegro obteniendo cerca de 5 millones de pesos.
Falleció el 17 de febrero del 2004 en la Ciudad de México a la edad de 83 años, sus restos descansan en el Panteón Militar de la CDMX. Dado que su muerte ocurrió cuando estaba el proceso de divorcio, Sasha Montenegro fue la legítima viuda, gozando de la pensión expresidencial, que dicen AMLO les quitó. Hasta no ver no creer.

¿Quién de ustedes ha visto llorar como chiquillo a un presidente y a un ex presidente?: Yo…. no sé tú, pero yo quiero repetir.


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