24 de agosto pero de 1821

¡Jamás me propuse dominar, sino dirigir; animado de los mejores deseos a vuestro favor, abundando mi corazón de ideas filantrópicas!
Proclamas de don Juan de O’Donojú.

Los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala para Consumar la Independencia de México. Cuarta parte.

Por: Raúl Jiménez Lescas

Morelia,Michoacán, 3 de septiembre del 2022

El puerto de la Vera Cruz lucía como ha lucido siempre con brisa, arena y un azul profundo. El sitio impuesto por los Trigarantes había concluido. Se esperaba la llegada desde España de Don Juan de O’Donojú. La fortaleza de San Juan de Ulúa estaba intacta, gracias a la ayuda de tropas y buques de guerra provenientes de Cuba. Según diversas fuentes, la resistencia realista al sitio trigarante dejó 119 bajas, pero según otras fuentes, los españoles alteraron las cifras para inflar los partes militares.

Don Juan pudo caminar sin prisas por el puerto y se dirigió a los novohispanos con un párrafo memorable: “Ideas equivocadas, resentimientos anteriores, error de cálculo esterilizaron y despoblaron vastas regiones dignas de mejor ventura, y es hoy Nueva España la colonia de un extranjero, o la presa de un tirano ambicioso. Así se escribirá dentro de algunos años. ¿Y podréis ver con indiferencia que sea este el término de tantos sacrificios?
Yo acabo de llegar desarmado, solo; apenas me acompañan algunos amigos; contaba con vuestra hospitalidad, y confiaba en vuestros conocimientos; jamás me propuse dominar, sino dirigir; animado de los mejores deseos a vuestro favor, abundando mi corazón de ideas filantrópicas, unido por los más estrechos vínculos de amistad con vuestros representantes, instado tal vez por ellos para emprender tan dilatado, tan costoso viaje y tan expuesto, venía a traeros la tranquilidad de que carecéis, la paz que necesitáis, para no aniquilaros con unas guerras intestinas las más desastrosas.”.

Está muy evidente que no venía tocando tambores de guerra intestina, desastrosa, sino desarmado. Y se dirigió a los novohispanos desde la Vera Cruz el 3 de agosto de 1821 en los siguientes términos:

“Yo no pensaba ya, muy poco hace, sino descansar de mis pasados sufrimientos: sucesos bien conocidos en el mundo me arrancaron de mi retiro para mandar ejércitos, para dirigir provincias, guardando siempre en mi corazón la idea de volver a la soledad luego que la patria no me necesitara. Ya mis deseos serían cumplidos al no haberme la fortuna convidado con venir a vivir entre vosotros. Sénos grata mi adhesión y el amor que profeso a vuestras virtudes. Yo no dependo de un rey tirano, de un gobierno déspota; yo no pertenezco a un pueblo inmoral; de una vez, yo no vengo al opulento imperio mexicano a ser un rey, ni a amontonar riquezas; yo no… Pero no es mi pluma, no mis palabras las que deben hacer mi apología: obras y el tiempo adquirirán a un europeo la benevolencia de los americanos. Tal vez este exordio parecerá intempestivo a muchos que hasta ahora sólo ven los objetos entre sombras a media luz; empero, los circunspectos y detenidos me harán justicia y conocerán por mis expresiones el fondo de mi corazón; ellos retrogradaran a los siglos de hierro y de luto; olvidemos lo que ruborizaría a los españoles de ambos mundos, y dediquémonos exclusivamente a tratar de nuestros días, días que llenarán muchas páginas de la historia con gloria de los americanos, o transmitiendo a las generaciones los males que padecieron por irreflexivos y precipitados.

Amigos, el dado está volteando y la suerte o el azar va a decidirse; sobre una línea balancea, de un lado la felicidad y del otro la desgracia de seis millones de hombres, de sus hijos y de la posteridad: vuestra situación es la más espinosa; puesta está a la ventura vuestra muerte civil o vuestra existencia política; dije maldiciendo a la ventura: no está sino a vuestro arbitrio y en vuestra mano.

¡Y será la fatalidad de estas provincias que no sepan nunca sus moradores elegir entre el bien y el mal, la vida y la muerte, el ser y no ser! ¿Pues que, no grabó la naturaleza en sus corazones los sentimientos mismos que en los del resto de la especie humana?

Permitidme, americanos, que escriba con anticipación la historia de nuestro malhadado país en el caso (que no temo si sois dóciles a la razón y a la verdad) de que desoigáis los consejos de la sabiduría y de la prudencia».

Nueva España (los tiempos que precedieron a Cortés y los que le han sucedido hasta ahora harto conocidos son), Nueva España empezaba a respirar el aire puro de la justa libertad: un nuevo sistema de gobierno acababa de derrocar el despotismo, de extinguir para siempre la arbitrariedad que por casi cuatro siglos la había abrumado; una Constitución meditada, fruto de la experiencia, producción de un saber casi celestial y que admiró a la política misma, prometía recompensar con lucro incalculable sus pasados males, su abatimiento, sus desgracias: ella ¡tierra infortunada! fue seducida y se pervirtió, y se obcecó, y se arrojó al precipicio, y en el yace sin recurso y sin esperanzas: sin esperanzas, porque los pueblos no se constituyen bien sino una vez en muchos siglos.

Quiso ser independiente cuando de nadie dependía; quiso dejar de ser parte de una nación grande quedando aislada cuando carecía de recursos para existir sola y cuando de conservarse unida a ella pudieran ambas componer la sociedad mayor, más rica, más poderosa del globo, más respetada y más temida de los pueblos; quiso tener por sí representación soberana, y rompió intempestivamente los vínculos más sagrados de la política, de la sociedad, de la conveniencia y aun los de la naturaleza; intempestivamente, pues esta misma representación la habrían tenido a ninguna costa pocos meses después, y no la tuvieron consolidada jamás, porque mal aconsejados atropellaron tan arriesgada operación; algún tiempo, muy poco tiempo de esperar habría bastado, para que sus deseos quedasen satisfechos sin obstáculos, sin ruinas; ya sus representantes trazaban en unión con sus hermanos europeos el plan que debía elevarlo al alto grado de dignidad de que era susceptible.

Ideas equivocadas, resentimientos anteriores, error de cálculo esterilizaron y despoblaron vastas regiones dignas de mejor ventura, y es hoy Nueva España la colonia de un extranjero, o la presa de un tirano ambicioso. Así se escribirá dentro de algunos años.

¿Y podréis ver con indiferencia que sea este el término de tantos sacrificios? Yo acabo de llegar desarmado, solo; apenas me acompañan algunos amigos; contaba con vuestra hospitalidad, y confiaba en vuestros conocimientos; jamás me propuse dominar, sino dirigir; animado de los mejores deseos a vuestro favor, abundando mi corazón de ideas filantrópicas, unido por los más estrechos vínculos de amistad con vuestros representantes, instado tal vez por ellos para emprender tan dilatado, tan costoso viaje y tan expuesto, venía a traeros la tranquilidad de que carecéis, la paz que necesitáis, para no aniquilaros con unas guerras intestinas las más desastrosas.

Al escribir este papel giran por mi imaginación mil ideas, y otras mil que quisiera no perder tiempo en manifestaros para que os persuadieseis de cuáles son vuestros verdaderos intereses, pero me detiene el que quizá no estáis en estado de oír; nada perderéis en tranquilizaros por un momento, en dar lugar a la reflexión, en permitirme pasar a mi destine y ponerme a vuestra cabeza; pueblos y ejercito, soy solo y sin fuerzas; no puedo causaros ninguna hostilidad; si las noticias que os daré, si las reflexiones que os haré presentes no os satisficiesen; si mi gobierno no llenase vuestros deseos de una manera justa, que merezca la aprobación general y que concilie las ventajas recíprocas que se deben estos habitantes y los de Europa; a la menor señal de disgusto yo mismo os dejaré tranquilamente elegir el jefe que creáis conveniros: concluyendo ahora con indicaros que soy vuestro amigo, y que os es de la mayor conveniencia suspender los proyectos que habéis emprendido, a lo menos hasta que lleguen de la Península los correos que salgan después de Junio anterior. Quizá esta suspensión que solicitó se considerara por algunos faltos de noticias y poseídos de siniestras intenciones, un ardid que me dé tiempo a esperar fuerzas; este temor es infundado: yo respondo de que jamás se verifique ni sea esta la intención del Gobierno paternal que actualmente rige.
Si sois dóciles y prudentes aseguráis vuestra felicidad, en la que el mundo todo se halla interesado.

Veracruz, 3 de Agosto de 1821. Juan de O’Donojú.”.

Continuará.

Fuentes:
Juan Ortiz Escamilla (Comp.) [Con la colaboración de David Carbajal López y Paulo César López Romero] Veracruz. La guerra por la Independencia de México 1821-1825. Antología de documentos. Comisión Estatal del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana.
Rodrigo Moreno Gutiérrez. La trigarancia. Fuerzas armadas en la consumación de la independencia. Nueva España, 1820-1821, recuperado de:
https://historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/trigarancia/04_04_Capitulo3_Desarrollo.pdf
_, Ortiz Escamilla, Juan (2010). El teatro de la Guerra: Veracruz 1750-1825. Publicacions de la Universitat Jaume I.


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