Mi recuerdo del asalto y toma de la Verde Antequera de Oaxaca por Morelos en 1812

Primera parte

Por: Raúl Jiménez Lescas

Ciudad de Morelia, Michoacán, 28 de noviembre

del 2022

No citaré mi tesis de maestría en Historia, sólo recordaré sin verificar las fuentes de lo que me acuerdo. Lo primero que me viene a la mente, hoy 25 de noviembre, dos siglos y dos años después. Es un recuerdo: las emociones que sentí al conocer cómo el ejército insurgente de 5 mil hombres al mando de Morelos, asaltó y tomó la Verde Antequera en la cuál nunca había estado, no conocía y estaba a más de mil kilómetros de su curato.

Morelos no lo pensó mucho: hay que tomar Oaxaca, que equivale a un reino, dijo a sus principales jefes militares, nada más y nada menos que Mariano Matamoros, Hermenegildo Galeana, Nicolás Bravo, Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria (aún no se apodaba así hasta después de la toma de Oaxaca), Juan Álvarez, entre otros destacados insurgentes de la segunda ola. Exceptuando a Matamoros y Galeana, el resto fueron presidentes de México. Así formaba cuadros Morelos, no se andaba con tonterías.

Estaban en Tehuacán tras la toma de Huajuapan, con Valerio Trujano, uno de sus más destacados mixtecos. Corría el año del Señor de 1812. La decisión fue: ¿Puebla o Oaxaca? Sabiamente el general Morelos dijo: Oaxaca, para tener una retaguardia segura y muchos recursos (nada más charoleó 3 millones de pesos a los españoles en Oaxaca).

La decisión fue tomada, pero Oaxaca estaba al menos a dos semanas de camino a pata y en mulas, arrastrando 5 mil hombres que comen tres veces al día y 40 cañones. ¿Quién les dio de comer en el trayecto? Buena pregunta, pero el general sabía cómo persuadir a los feligreses para que apoyaran la causa “santa” y justa.

Así que caminaron por el Nudo Mixteco, las montañas de Nochixtlán, La Carbonera (que no es una señora, sino donde se produce carbón) hasta Etla y se instalaron en la Hacienda de Viguera, que seguramente el dueño simpatizaba con la insurgencia o por la fuerza simpatizó. Ahí le dieron de comer a 5 mil hambrientos insurgentes que habían caminado desde Tehuacán hasta Oaxaca, unos 14 ó 15 días bajo el sol despiadado en las montañas.

El general comió rico, como se come en Oaxaca y se levantó para explorar el territorio y la geografía: vió correr el río Atoyac, que llevaba mucha agua tras las lluvias; vio los cerros que serpentean el Valle y la garita de entrada a la ciudad Antequera.

Se colocó a tiro de cañón, para no ser sorprendido. Así era de estratega mi general. Pero faltaba afinar la táctica, por lo cual decidió dividir el ejército de 5 mil en 5 divisiones, dirigidas por sus mejores hombres. Hay un detalle, dado el pique que se traía el cura Matamoros con el hacendado Galeana, los puso juntos a dirigir mil hombres. Sabio el general.

Cumplió con las normas de la guerra: intimidó a la plaza con sendas cartas para que se rindieran y se “economizara sangre”. También mandó una carta al “vecindario” o sea a los pobres de los barrios. Nadie lo escuchó, no había WhatsApp ni redes sociales, todo era en papel y tinta. El 25 de noviembre, el general se levantó a la madrugada, no esperó a que rayara el Sol. Y alentó a la tropa.

No hubo respuesta de rendición de la plaza. Nadie contestó, ni el vecindario. Nadie salió a recibirlos. Todos estaban atrincherados en la ciudad esperando el ataque. El canónigo y subalterno del obispo, San Martín, se paseaba con su fino caballo arengando a la defensa de la Verde Antequera. Se había preparado para el asalto y ataque. Estaba convencido de que “ese Morelos, engendro del demonio” sería derrotado por los españoles, criollos e indios.

Morelos avanzó pero en la retaguardia: al frente 4 divisiones de mil cada una, 4 mil soldados insurgentes avanzaron desde Viguera hasta la garita oaxaqueña unos 5 kilómetros. Morelos en la retaguardia con mil hombres para auxiliar a la división que lo necesitara. Llevaba un taco en la mano para morder sus nervios. Le daba por comer cuando se estresaba. Nada mejor que una buena tortilla de comal y hecha a mano. Una división de mil hombres subió por los cerros para cortar el agua a los españoles. El agua bajaba por un acueducto de San Felipe del Agua. ¿Quién le dijo a Morelos que había un acueducto? Yo sé quién pero no les voy a decir hasta después. Otra división fue de frente por la garita. Otra bordeando el río Atoyac. Morelos en la retaguardia para lo que se ofreciera. Esa fue la estrategia y la táctica militar para el asalto y toma de la Verde Antequera.

Los gachupines respondieron con fuego. Los cañones del Fortín sonaron fuerte. La balacera tronó rompiendo la quietud del cielo azul. Los españoles se refugiaron en los conventos, ya que las madres superiores les dieron permiso de entrar. San Martín daba órdenes y contra órdenes. Pero cayó del caballo y su liderazgo se perdió para bien de la insurgencia, porque se convirtió, días después, en uno de los más importantes insurgentes de la Guerra de Independencia. Nadie se acuerda de él, pero yo sí, por muchas razones, no por ser oaxaqueño (en realidad era poblano), sino porque fue fiel a la causa realista hasta que se cayó del caballo y se subió al caballo de la insurgencia y fue tan fiel que estuvo en dos juntas subalternas: la de Jaujilla (hoy Zacapu) y Zárate (hoy Turicato).

¿Cuánto duró la balacera y el cañoneo en Oaxaca? Unos dicen que dos horas, otros que tres, lo cierto es que Morelos comió hacia las 3 de la tarde, en un palacio que un español dejó libre porque había huído o se había prestado voluntariamente a fuerzas. Nadie sabe. Este Palacio está frente a la Iglesia de la Compañía de Jesús y a contra esquina del hoy Palacio de Gobierno, frente al llamado Zócalo de Oaxaca.


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