Por Leticia López Pérez

Para ti, de niño.

La luz de la mirada al encontrar a alguien semejante.

el encanto infantil de la presencia de un otro que sí te mira. Te mira y te acepta.

Paco no es convencional, porque al mismo tiempo que entiende cosas profundas y avanzadas, es un niño de 10 años con necesidad de reconocimiento.

Paco la mira con su curiosidad niña. con su poco camino y ausencia de experiencias previas. El mar hondo del amor se agolpa en las playas de su existencia, sin que pueda comprender (él, tan inteligente) lo que sucede cuando ella está ahí.

Entonces busca conversar, pero en la escuela, los amigos, los juegos, las clases, la salida, no hay grandes momentos y sólo hay atisbos, esos pequeños guiños en una infancia que quería ser libre para que ese interior talentoso tocara el corazón de la dueña de una voz tan diferente a todas, y así supiera que el encuentro se ha completado.

Paco cree que ella no lo nota, mientras que ella, en silencios, en los breves momentos a solas, se queda con los ojos de Paco en su pensamiento, sin saber por qué.

Paco tiene esos breves gestos, porque aún tiene ganas de jugar con sus amigos. Ella pone atención en sus días soleados con amigas, en el lunch y otras clases fuera de ahí.

En las estrellas del techo de su habitación, brillando de noche, desde su cama Paco reposa su día, la mirada en ella, ella con su cabello largo y su sonrisa. Ella como ninguna otra. Y mientras el sueño vence su cuerpo de niño, ella, en su cama, mirando las estrellas que hay en el techo de su habitación, que brillan en la oscuridad, piensa en Paco.

En el sueño compartido en secreto, ella mira a Paco jugar con sus amigos, compartir su lunch, participar en clase. Y ahí Paco le sonríe, se acercan, se miran el ama que declara conocerse, y hacen silencio.