Por: Raúl Jiménez Lescas
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Aqualum era inglés y yo de Oaxaca, así que no podíamos ser amigos, pues era inglés y yo oaxaco. Él tomaba whisky y yo chocolate. Pero nos hicimos amigos en 1971, cuando empecé a enloquecer. Lo reconozco. Quería explorar el rock que le decían “progresivo”. No estoy de acuerdo, siempre el rock fue progresivo, pero se entiende lo que querían decir. En realidad yo conocí a Aqualum por Bourée. Los que saben de música, pues saben lo que digo.
Así que tuve un amigo incómodo para la familia: Aqualum. Fui a comprar el LP de 33 RPM de Jethro Tull. Y lo puse en la consola de mis padres: apaga eso, dijeron. No era para tanto, sólo había que bajar el volumen. Así se negocian las cosas.
No pues… Jethro Tull estaba más loco que yo. Esa canción es de locura, pero me gustaba por muchas razones, los acordes de la guitarra, el solo de la lira y la voz de mi amigo loco: Aqualum. Lógico, ni los ingleses lo entienden. La neta no entendía nada porque mi inglés no era bueno, tampoco mi historia de Londres. No entendía nada, ahora entiendo todo pero me llevó años. Ningún problema, así es la vida.
Tuve la fortuna de ver y escuchar a mi amigo el loco: Aqualum en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. Estaba sentado en la segunda fila y ofreció vino blanco, obvio, me lo tomé. Tocó tan bien la flauta que le aplaudí hasta que amaneció. Es decir, porque para mí el amanecer nunca termina.
Aqualum, mi amigo, no está sentado en el parque, sino yo sentado en el Auditorio Nacional de CDMX y, juro por mi madre, que no ví ninguna braga pasar y, sí pasaron, juro que no las vi. También juro que no me oriné para calentarme los piés; juro que Aqualum es mi amigo, sólo eso, nada de lo que hacía en el parque es mi culpa.
Aqualum, mi amigo. Lo único que le aprendí es a decir es:
Dee dee dee dee. Dee dee dee dee dee dee dee dee. Dee dee dee dee dee dee dee dee. Dee.
Y esa es nuestra clave para seguir siendo amigos. Nada más. Él se sentía sólo. Yo vivo sólo pero no me siento solo, porque una cosa es estar sólo y otra, vivir en soledad. Aqualum vivía sólo y vivía en soledad, por eso le escurrían los mocos por la nariz. A mi no.
Estaba sentado en un parque, yo no. Él creía que las niñas tenían malas intenciones, yo no. Eran niñas. Nunca me he secado por el Sol, él sí. Yo amo al sol sobre todas las cosas, de hecho es mi díos. Sun King, como dijeron los Beatles.
Todos me acusan de pinche ateo, que no creo en nada. Yo creo en el Sol y es mi Rey y lo amo tanto, que cuando amanece, le digo: dios, gracias por darme otro día y el guey ni me pela. Ese es mi díos, que ni me pela, pero yo sé porque lo hace.
Reconozco que le dije: Aqualung, amigo mío. Pinche güey, no te pongas nervioso. Pobre viejo, ¿vez? Solo soy yo. Eso le dije en el Auditorio Nacional, pero no me hizo caso, porque había 10 mil diciendo lo mismo. Pero… Aqualum es mi amigo. Y, juro por mi madre, que no lo voy a negar tres veces antes del amanecer. Para mí el amanecer es eterno y no termina, tampoco mi amistad con Aqualum. Aqualum, mi amigo.
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