Por: Raúl Jiménez Lescas
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De niño no me acuerdo de Chico, de jovenazo tampoco, aunque es probable que nos hayamos cruzado por la colonial Oaxaca. Él o sus alumnos pusieron un taller cerca de la casa donde yo nací, es decir, la avenida Hidalgo, creo que muy cerca del número 1210 (antes 90). La verdad, nunca estuve ahí, pero mis familiares me decían, ahí anda Chico, pero nunca lo vi.
Un buen día fui con mis hijas a Oaxaquita y ¿qué creen? Ahí donde paseábamos como buenos turistas estaba Chico, sentado, como acostumbraba, en la calle, es decir, en la banqueta. Eso es muy oaxaco. Como somos indios, nos sentamos en la banqueta. Mi Ma se enojaba mucho conmigo: No te sientes en la banqueta ¿eres vago o qué? No Ma, y se iba y me volvía a sentar en la banqueta.
Mi infancia fue en la calle, sentado en las banquetas, jugaba canicas en la tierra y mi Ma me decía ¿te revolcaste en la tierra o qué? Mira cómo vienes …Yo feliz, entre más entierrado mejor, lleno de tierra, pobre de mi madre que me aguantó. “Eres un vago”, me decía… Yo la verdad no entendía, desde el punto filosófico, la diferencia entre ser un pinche vago y un chavo de la calle, no, no, nunca viví en la calle, andaba en la calle vagando que es distinto.
Y ahí estaba el Chico, sentado en la calle. Me acerqué y me miró: “Te conozco”. No, le respondí. Pero soy oaxaco como tú. Me respondió: no, no soy oaxaco, soy teco… Y nos reíamos, porque sólo nosotros nos entendimos. Mis hijas creyeron que hablamos en chino o japonés. Nosotros sabemos la diferencia. No la voy a explicar por qué “Google” pues no se las resolverá, son asuntos filosóficos muy profundos que el internet no puede resolver. Yo le dije directo y a la cabeza: Eres un chingón. Se rió como nunca. ¿Y tú quién chingados eres que me dices chingón? Soy tu vecino, le dije, yo nací en Hidalgo 1210 y somos vecinos. Cuando nací se cayó un aguacate criollo y por eso me como un aguacate diario o me muero y se rió más de la cuenta.
La verdad le dije, vivo en Morelia y ahora soy michoacano pero “maloso”, jajaja, nos reímos mucho.
Entonces le tiré a boca de jarro: tengo un cuadro tuyo en mi oficina, me alegra la vida todos los días. Como buen “teco” apenas sí rió. Creo que parecía una estatua porque no se movía. Sólo sus ojos le daban vida. El cuerpo parecía muerto. Estático. Eso yo lo entiendo, porque así son los “tecos”, excepto cuando se toman varios cartones de cervezas. Mi vida en Oaxaca fue siempre muy contradictoria. Mi hermana decía que Juchitán era un pueblo bicicletero y polvoriento, feo… Oaxaca era bonito, con calles y turístico. Yo, sin embargo, creía que Juchitán era un pueblo admirable, porque fue de los primeros que derrotó al PRI, cuando el PRI era invencible. Lo hizo la COCEI con un militar, Leopoldo de Gives. Ahí fuimos a apoyar, yo era tan joven que ni me acuerdo cuántos años tenía.
Siempre tuvimos contradicciones con el Tec de Juchitán (el ITRI), pues yo estudiaba en el ITRO, ellos eran luchones y nosotros FIFI’s (así se dice ahora) o “fresas”.
Pero Chico era Chico… Y lo admiraba, aunque, la neta, no entendía sus pinturas, sólo una: su autorretrato, porque es inconfundible, una indio zapoteco, oaxaco, cabrón y genial.
Chico´Min se fue a estudiar a París, yo a la UNAM. Eso demuestra su genialidad. Yo no me arrepiento de irme a la UNAM, aunque me ofrecieran París.
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