Las personas ingenuas, pero no por tontas, sino por confiadas y por honradas, teníamos la opinión de que el socialismo era una ideología aglutinadora del pueblo y de los trabajadores, en el más amplio sentido de la palabra. Pensábamos que el socialismo, consistía en una manera más justa de hacer política, una forma de beneficiar al obrero, sin perjudicar demasiado al empresario o al propietario de los medios de producción.

Sin embargo, llega España con su historia particular de los últimos 50 años, y observamos que ha quedado todo trastocado, que aquel socialismo justo y favorecedor de la convivencia en las naciones, se ha visto modificado sensiblemente, por obra y gracia del carácter español, y, probablemente, también por la coyuntura histórica que atravesamos.

España, como pueblo, es un país apasionado, que tiene tendencia a pensar y a medir las circunstancias, más con el corazón que con la cabeza. Será por esta razón, que los españoles no nos sentimos cómodos en los corsés que imponen las leyes, pero la ley, respetada y acatada, es la única garantía de que un país pueda prosperar, merced a a la confianza que imprime, entre sus propios ciudadanos, y en la opinión y consideración que se crean del mismo en el extranjero.

Entonces, lo que ha ocurrido, es que España comenzó muy correctamente, e, incluso, de manera heroica, su andadura democrática, tras la prolongada dictadura del General Franco, y de la Guerra Civil que colocó al mismo en el poder, pero encontramos un punto de inflexión en dicho camino democrático, que fue el momento en que el presidente Adolfo Suarez, principal conductor de la Transición a la democracia, toma la decisión de dimitir, por oscuras disensiones internas en su partido, momento que posibilita el que, un año después, el socialismo político arribe al poder, de la mano de Felipe González, cambiando completamente el talante de la política en España, la cual se abre a la pillería y a la rapiña, de unos políticos con más ganas de enriquecerse y de beneficiarse del poder, que de prestar un servicio público.

La reinvención del socialismo de la que hablamos, está relacionada de manera directa, con el impacto de la corrupción en el poder del Estado, el cual, tras levantarse la veda para la corrupción durante los sucesivos gobiernos de Felipe González, va a ocasionar que todos los gobernantes, de una ideología o de otra, que ostenten el poder, continúen aprovechando dicha autorización tácita, de que se puede robar y violar derechos, sin que ocurra gran cosa.

Existe otro factor, moldeador también del socialismo en España, y es la melancolía del pasado republicano, que arrastra a bastantes militantes del socialismo y de la Izquierda, hacia una involución de su pretendido progresismo. El socialismo en España, está infectado de un sentimentalismo, en muchas ocasiones vengativo, respecto a la fallida Segunda República española, con motivo del levantamiento armado de Franco, que originaría la Guerra Civil, entre 1936 y 1939. Dicho sentimentalismo busca continuamente culpables y chivos expiatorios, en los que vengar aquel desastre republicano, dando continuas vueltas y revueltas, a un tema que parece superado por los españoles, más allá de la política.

Entre la corrupción cabalgante que padecemos, cuyo significado práctico es que el socialismo español está traicionando sus propios principios y su propio sentido, llevado por el aburguesamiento de sus miembros, e incentivado por la sociedad española, que poco o nada protesta ante los desmanes que se vienen cometiendo; y, por otro lado, el sentimentalismo de aquel pasado frustrado traumáticamente, que está tratando de reavivar y remover inquinas y rencores, obtenemos como resultado un socialismo adulterado, presentando deformaciones que lo hacen más reconocible en sus enemigos políticos, que en sus orígenes nobles y dignos de loa.

FRAN AUDIJE

Madrid,España, 20 de enero del 2023